jueves, 9 de abril de 2020

¿ DÓNDE ESTABA JESÚS EL LUNES SANTO?


II.- LUNES SANTO
El lunes, segundo día de su estancia en el área de Jerusalén, Jesús se levantó, hizo sus abluciones, digo yo que rezaría y desde Betania, en la falda del Monte de los Olivos, partió con los doce para ir al templo a enseñar.
Como hasta hoy no ha posible fijar exactamente la cronología de lo ocurrido en los días que van desde el Domingo de Ramos hasta el prendimiento en el Huerto de los Olivos, intentaré conciliar la información de mis fuentes para acercarme lo más posible a lo que creo que pasó.
Una característica de estos días es que, en opinión de casi todos los comentaristas, se nota una profunda tristeza, un aplanamiento, acaso duda o debilidad en un Cristo/hombre que hasta entonces siempre se había mostrado equilibrado y sereno. Es probable que dudase y que se preguntase por qué estaba haciendo esto en vez de haber creado un hogar con una tranquila esposa y traviesos churumbeles. Tal vez sufriese momentos de flaqueza y, de hecho, lo veremos casi casi arrojar la toalla en el Huerto de los Olivos teniendo que pedir la ayuda del Padre, para superar su stress.
Pues eso. Que camino de Jerusalén vieron una higuera y, como el Señor tenía gazuza, se acercó al árbol para descubrir con decepción que, a pesar del verdor de sus hojas, no tenía frutos. Jesús maldijo a la higuera condenándola a la esterilidad, pero los exégetas bíblicos explican que no se trataba de un enfado o de una pueril venganza contra un ser inerte e incapaz de tomar sus propias decisiones, sino que estaba creando la imagen de lo que era el Templo: mucho follaje por fuera y absolutamente huero por dentro. La maldición no iba dirigida al árbol, sino que, entre líneas, se podía leer que iba dirigida contra el sistema religioso judaico.
Al llegar Jesús al Templo[1] se encontró con un desagradable espectáculo: decenas de mercaderes hacían sus negocios en puestos instalados en el interior del templo. En el Éxodo, que ya prescribe la presencia de los varones judíos en el Templo tres veces al año, Yahvé es taxativo: “Nadie se presentará ante mí con las manos vacías”, lo que obligaba a comprar sus ofrendas a quien, por cualquier razón, no podía llevarlas desde casa. Y también en el Éxodo, el Primer Mandamiento de las Tablas de Moisés, ese que hoy citamos abreviadamente como “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, prohibía la reproducción de figuras humanas. Por lo tanto, los judíos que venían desde otros países, los de la Diáspora, tenían que canjear las monedas que traían de sus naciones con la efigie de quien les gobernaba por las monedas judías que se decoraban con motivos ornamentales. Así que era lógica la existencia de estos puestos de cambistas y, casi con seguridad, legal, porque no se puede dudar de que los propietarios de los comercios pagaban un canon al Templo por poder instalarse allí.
Jesús, en episodio de todos conocido, y repetido hasta la saciedad por los pintores de temas sagrados, formó un látigo con unas cuerdas y, a patadas y a golpes, expulsó a los mercaderes del recinto sagrado derribando sus puestos con las jaulas de palomas, monedas, panes…
En realidad todo la crítica parece estar de acuerdo en que aun siendo legal lo que hacían los comerciantes, la actitud de Jesús también fue legal, como lo demuestra el hecho de que no intervinieran para restablecer el orden ni la policía interna que tenían los levitas[2] en el Templo ni la fuerza militar romana de la vecina Torre Antonina.
En mi opinión, aquí hay algo descuadrado. Si hubiese habido pocos puestos, sin duda Jesús no se habría indignado, pero si hubiese habido muchos, no parece verosímil que sus propietarios se dejasen apabullar por una sola persona. Además, la lógica nos dice que los puestos se localizarían en los patios, es decir, en el exterior del Templo propiamente dicho,  probablemente bajo las los peristilos o soportales que rodeaban a los atrios. Y eso crea una nueva dificultad, porque había un atrio para los judíos, donde deberían estar por lógica los tenderetes de animales, otro atrio para las mujeres y un tercero para los gentiles, para los extranjeros, lo que nos permite suponer que allí se concentrarían las mesas de los cambistas. ¿Fue Jesús recorriendo los tres atrios?
Yo creo que lo sucedido no pasó de una simple discusión a resulta de la cual un par de puestos rodaron por el suelo, sin más damnificados, aparte de las palomas y conejos, que un par de frágiles tenderetes de madera y tiritaña. Ambas circunstancias, brevedad y levedad, explicarían la ausencia de actuación de las fuerzas de seguridad en el lance.
Pero algo de todo esto que aún nos afecta. El arrebato de violencia de Jesús dio pie a que algunos analistas lo incluyesen entre los zelotes[3], grupo  político-religioso que preconizaba la lucha armada contra el invasor romano. Esa idea se retoma en muchos siglos después, en la Ilustración, y por fin, los movimientos revolucionarios armados, a veces terroristas, que eclosionan en la década de los 60 del pasado siglo, identifican a Jesús como uno de los suyos: radical y violento ante la injusticia si es necesario.
Asimov imagina otro panorama. Cree posible que Jesús, en sus andanzas por el norte del país, hubiese oído a ingenuos campesinos quejarse de cómo aquellos vendedores de retorcido colmillo los engañaban al llegar al Templo, con lo que se enrabietaría al verlos Y, por otra parte, imagina que los mercaderes habrían obtenido sus permisos para instalarse en el ámbito general del edificio, pero que, en connivencia seguramente venal con los sacerdotes, habían invadido partes vedadas del Templo. Pudiera ser.
imagen sacada de wikipedia, museo de indianapolis, cuadro del Greco: https://es.wikipedia.org/wiki/La_expulsión_de_los_mercaderes_(El_Greco,_Minneapolis)

Es curioso que los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, los llamados Evangelios Sinópticos[4], pongan este incidente un par de días antes del apresamiento de Jesús, mientras que el Evangelio de Juan, lo ubica al principio de su vida pública. Con el fin de allanar esta dificultad cronológica, algunos autores consideran que hubo dos expulsiones de mercaderes. También es llamativo que Jesús hubiese estado otras tres veces en el Templo, una el día anterior y no se hubiese percatado del problema.
Sea como fuere, lo cierto es que Jesús logró terminar aquel asunto de forma victoriosa para su posición, tan es así que, acabado el incidente, según San Marcos se quedó “enseñando” y nadie lo expulsó de allí por alborotador, y así iba dando valor público a su poder.
Y dolía especialmente a los escribas[5] y saduceos[6] que por allí andaban, ver cómo elegía, para su comentario, un texto del Libro de Isaías que decía: “Mi casa será llamada casa de oración”, contraponiéndolo a otro de Jeremías que se podía leer que la habían convertido en “cueva de ladrones”. Jesús había alcanzado con este enfrentamiento tal poder, tal imperium, que incluso detenía, como si tuviese allí algún mando, a los cargadores o servidores de los mercachifles que andaban por medio del Templo acarreando bultos.
Lo peor para los sacerdotes, que ya tenían decidida su muerte desde poco después de que resucitase a Lázaro, es que tras la trifulca con los vendedores, se llegaron a Jesús los cojos y los ciegos del templo y, dice Mateo sin la menor emoción, como si fuese lo suyo: «los curó»; solo le falta al evangelista añadir ¡Ea!.
Terminada la faena Jesús abandonó el Templo.
Claro; si los sacerdotes ya tenían decidida la muerte de Jesús y encima, desde que llegó a Jerusalén, el primer día provocó una manifestación de fervor popular a su favor, y el segundo, además de cargarse el negocio que tenían montado con los mercaderes, los insultó llamándoles ladrones y, luego pasó la tarde sanando a ciegos y a cojos, ahora lo que les entró fue la prisa por ejecutarle. Pero tenían que tener cuidado porque, para evitar disturbios, su detención debería hacerse por la noche, y era evidente que siempre iba rodeado de bastante gente.
Al salir del templo, Jesús, y usaré una pintoresca expresión del jesuita del siglo XVI, Luis de la Palma, «no habiendo nadie que le invitase a cenar ni a dormir, se volvió con sus discípulos a Betania aquella noche.»
Aún una cosa más. Cuando regresaban, Pedro le indicó que la higuera a la que lanzó la maldición aquella mañana  se había secado en solo unas horas. Jesús, que no daba puntada sin hilo, puso ese hecho como ejemplo de lo que puede la fe: Él se lo había pedido al Padre con fe y por tanto lo había obtenido. Cualquier solicitud hecha al Padre con fe, sería capaz de mover una montaña.
Era ya tarde cuando se fueron a dormir.

© Canel
6 de abril
AÑO 1º de CONFINAMIENTO





[1] El Templo que aparece en el Nuevo Testamento no es el de Salomón, que se edificó en el s. X a.C. y permaneción 4 siglos en pie hasta que loderribó Nabucodonosor II. En 535 fue rehecho exactamente ene l mismo punto en que estaba el anterior, pero mucho más modesto.
[2] Los levitas eran los sacerdotes. Se llamaban así porque pertenecían a la tribu de Leví. Cuando las 12 tribus llegaron a la Tierra Prometida y se la repartieron, Yahvé ordenó que la tribu de Leví se encargase con exclusividad del sacerdocio, con lo que no se le dio tierra para cultivar.
[3] Los zelotes eran un grupo político religioso proclive a la expulsión de los romanos por medio de la violencia. En realidad, se fuese miembro activo de la secta o no, el movimiento zelote, en los tiempos de Jesús, flotaba en el ambiente de Palestina. Simón el Cananeo, uno de los apóstoles, era zelote.
[4] Los Evangelios Sinópticos  se llaman así porque son los tres tan similares que pueden organizarse en paralelo, en forma de cuadro, para ir confrontando unos textos con otros. No es, por tanto, una calificación teológica, sino que se refiere a la metodología que se puede emplear para su estudio.
[5] Los escribas, entre otras funciones, eran notarios e intérpretes de la Ley. Ejerciendo esta última función no podían cobrar (solían tener otros trabajos), pero era evidente que lo hacían. En su mayoría pertenecían a la observancia farisea.
[6] Era una secta del judaísmo que tenía ya 1.000 años de antigüedad. Sus miembros eran de alto nivel social y exigían la máxima severidad en las prácticas religiosas. En tiempos de Jesús formaban la cúpula del gobierno de la Iglesia Judía, siendo los Sumos sacerdotes de observancia saducea.

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