IV.-
MIÉRCOLES SANTO
Ningún texto serio presenta
actividad alguna de Jesús el miércoles de la semana en que morirá. La mayoría
de los autores consideran que, por la razón que fuere, pasó todo el día en
Betania, aunque, de forma poco precisa. Lucas contradice esta opinión, porque,
tras hacer una descripción genérica de la actividad de Jesús en los días previos
a la Última Cena, finaliza, como vimos al final de la crónica del martes, diciendo:
“Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasear por la noche en el monte
llamado de los Olivos”. No hace excepción del miércoles.
Pero aunque, por la
razón que fuere, no se nos relatan hechos destacables del Maestro en ese día, la
realidad es que los engranajes de la Historia no se detuvieron.
Cuando Jesús resucitó a
su amigo Lázaro,el Sanedrín[1],
que por entonces era francamente saduceo, se puso de los nervios porque, como
los saduceos no creían en la vida del más allá, aquel milagro los desconcertaba.
Pero el principal motivo de su inquietud era que observaban cómo el movimiento en
torno a Jesús crecía demasiado y demasiado rápidamente,y temían que en cualquier
momento se levantase una rebelión.
Así que a la vista de las
noticias que se venían recibiendo de las andanzas de Jesús por las regiones del
norte de Palestina, y ante el patente riesgo de una revuelta más o menos
sangrienta, se decidió su muerte.Fue en aquella reunión donde Caifás[2]
pronunció la célebre y maquiavélica, avant
la letre, frase: “A veces conviene que muera solo un hombre para que se
salve todo un pueblo”.
El siguiente paso en la
conspiración contra Jesús lo dio el propio Judas Iscariote. Ya vimos que cuando
María ungió a Jesús en Betania en el banquete del sábado anterior, este
recriminó con cierta aspereza su ruindad a los discípulos que criticaban, tal
vez inmoderadamente,el dispendio de 300 denarios realizado para comprar el ungüento
de nardo que se utilizó en aquella unción. Y al frente de los descontentos
estaba Judas, pues no en balde era el encargado de llevar la tesorería del grupo
de los 13. Pues bien, una de las consecuencias de este desencuentro entre Judas
y su rabí fue (o mejor dicho: posiblemente fue) que el todavía apóstol,
disgustado por la reconvención recibida, se puso en contacto con los sacerdotes
prometiendo facilitarles el prendimiento del Maestro.
Ahora, en la reunión
que se estaba manteniendo ese miércoles en el Palacio del Sumo Sacerdote José
Caifás, que era saduceo, para urgir la ejecución de la idea de quitar de en
medio a Jesús, los planes estaban bloqueados, porque no quedaban más que 48
horas para la Pascua y aún no se había encontrado la fórmula para echarle mano.
La necesidad de apresar
a Jesús antes de la Pascua y secretamente resultaba indispensable a los
conspiradores, pues esa fiesta tenía un carácter hipernaconalista y se temía
que cualquier alboroto podría desembocar en una indeseada revuelta, cuya
primera consecuencia sería la intervención de la guarnición romana y la
consiguiente vuelta de turca a la presión de la potencia colonizadora sobre el
pueblo judío.
Todos estaban de
acuerdo en que la urgencia de actuar pero…¿Cómo hacerlo?
Entonces Caifás tuvo la
suerte de ver cómo Judas se presentó en
aquella reunión descascando el problema(iba a escribir que a Caifás le vino
Dios a ver, pero no sé si es oportuno).
![]() |
Judas delante de Caifás. Foto: Xavi Calzada publicada en https://festespopularscat.wordpress.com/category/la-pasion-de-olesa/ |
Se han gastado garrafas
de tinta para explicar esta traición.
Desde luego lo de las 30 monedas de plata que se le ofrecieron (y él admitió)
no parece motivo suficiente, entre otras razones porque la cantidad no era de
suficiente montante como para acallar una conciencia de algo tan horrible como
era la traición al Maestro.
Sin duda tuvo que haber
otras razones, empezando por la herida a su amor propio cuando Jesús le
reconvino públicamente en el episodio de los ungüentos. Acaso fue la decepción de
no oír decir taxativamente a su jefe en el Templo que no, que no era lícito pagar
el tributo al césar. Juan afirma de él que era un ladrón y Asimov, siempre
creativo, especula con la posibilidad de que fuese un ultranacionalista que
estaba en el grupo, si no como un topo si como agente provocador o, al menos,
como informador de los zelotes.
Es posible que Judas esperase ver
al Señor como el líder que llevaría al pueblo de Palestina a la revuelta y,
estando desencantado, pretendiese moverlo hacia la violencia cuando se diese
cuenta de que venían a prenderle… Seguramente nunca se sabrán sus motivos, pero
sí es verdad que no es infrecuente encontrar analistas que tratan la figura del
villano por excelencia con cierta comprensión. Uno de ellos, sorprendentemente,
el cardenal Ratzinger, que incluso ve el lado positivo de la traición en el
arrepentimiento y posterior suicidio de Judas.
Y también, porque “hay
gente pato’o”, se puede encontrar a quien, con peligroso racismo (galileos
buenos vs. judíos malos), no se extraña de lo ocurrido siendo Judas el único
personaje auténticamente judío en un grupo en el que todos los demás eran
galileos.
Así pues, el
ofrecimiento que Judas había hecho el sábado a los fariseos de avisarles de
cómo y cuándo se podía trincar al Maestro, cristalizaba ahora: el traidor informó
a los reunidos de que los llevaría, ya de noche, hasta un punto retirado de la
ciudad donde podrían prenderle sin necesidad de publicidad alguna.
© Canel
AÑO 1º de CONFINAMIENTO
[1] El
Sanedrín era la máxima autoridad religiosa, judicial y política del pueblo
judío. Lo presidía el Sumo Sacerdote y
lo componían 71 miembros, sacerdotes, sabios, escribas, ancianos… que se solían
agrupar en dos “partidos”: los fariseos y los saduceos. No se conoce bien su
forma de funcionar. A mediados del s. II a. C., esta institución fue liquidada
por los romanos.
[2] Caifás,
a quien el historiador contemporáneo de los hechos Flavio Josefo llama José
Caifás, era el Sumo Sacerdote
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