miércoles, 7 de mayo de 2014

LO QUE HICIERON LOS JUDIOS PARA NO SER EXPULSADOS


En el siglo XV, la inminencia de su expulsión de España motivó el que, con astucia, los judíos de nuestra tierra activasen algunos mecanismos con los que esperaban hacer ver a los españoles la injusticia de la medida que se iba a tomar, intentando así evitar su casi inexorable exilio.
Iba a dar igual, porque, aunque  Castilla sería de las últimas en hacerlo, por entonces expulsar judíos era lo que se llevaba en las cortes europeas. Pero, en fin, tenían que intentarlo.
Una de las medidas que tomaron fue sacar a la luz copia de una carta  dirigida por los judíos toledanos al Sanedrín de Jerusalén. El documento sería la contestación a una consulta que desde allí se le habría hecho a la grey hebraica hispana, con respecto a la condena a muerte de Jesús.
La misiva, que fue encontrada, “casualmente”, entre los polvorientos archivos de la catedral de Toledo, tiene dos fines principales: por un lado mostrar que los judíos no eran unos advenedizos recién llegados a España, pudiéndose datar su estancia en la Península Ibérica, con solidez suficiente como para ser consultados, desde hacía mil quinientos años.

En este aspecto, el “hallazgo” parecía entroncar con una lápida sepulcral descubierta en 1480, también “casualmente”, en Murviedro (como por entonces se llamaba Sagunto), en la que se mencionaba que bajo ella yacía un judío, de nombre Adoniram, que había venido hasta España para cobrar impuestos debidos al rey Salomón (siglo X a. C.). Lo que sí es cierto es que, según la Biblia, Salomón enviaba naves a Tarsis (España), pero eso no demuestra la existencia de asentamientos judíos aquí.
Por otro lado, el principal fin que buscaba la exhibición de la respuesta de Toledo, fue mostrar que los judíos españoles se mantuvieron al margen de la condena a Jesús y que, además, advirtieron a Jerusalén de que cometerían un grave error si ejecutaban al, y utilizaban esa palabra concreta, Mesías.
La epístola (como la lápida de Murviedro) era absolutamente apócrifa, claro, cayendo su texto en severos errores que cualquiera puede identificar, como, por ejemplo, denominar “Tierra Santa” a Palestina, utilizando una expresión cristiana y muy posterior a la existencia humana de Cristo. O, más flagrante aún, expresando la fecha de la carta en un sistema cronológico occidental (la era de César), cuando lo lógico en la correspondencia entre hebreos hubiese sido utilizar la datación judía.
Curiosamente, este intento de desmarcarse de la acusación de deicidas que pesaba secularmente sobre los miembros de la observancia mosaica, estuvo cerca de tener éxito pues, a pesar de las evidentes señales que mostraba el escrito de ser una mistificación, caló durante algún tiempo entre ciertos intelectuales de la época (acaso sobornados por los judíos).