martes, 21 de febrero de 2023

EL CENEGAL DONDE BROTÓ LA PRIMERA REPUBLICA ESPAÑOLA

 

INTRODUCCIÓN (1ª PARTE)

El suelo en que brotó la República Española en el siglo XIX, más que un terreno labrantío era un auténtico cenagal. En los setenta y tres años del siglo recorridos hasta el advenimiento de la República, España había perdido todas sus provincias de Ultramar, excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas: algo así como 20 millones de km2 o. lo que es lo mismo, casi 5 veces la superficie de la Unión Europea. No es que  las perdiese como por arte de birlibirloque, no; es que cada independencia le costó una guerra.

Mientras, a este lado del Atlántico habíamos sufrido la invasión napoleónica (1808), la de los 100.000 hijos de San Luis (1823) y 3 Guerras Carlistas (en 1833, 1846 y 1872) o, dicho de otra forma, 15 años de conflictos bélicos, y ello sin contar algunas revueltas regionales con todo el aspecto de una guerra civil.

Cuesta creer nuestra relación con nuestros reyes. El príncipe Fernando, más tarde Fernando VII, usurpó el cetro que su padre, Carlos IV, empuñaba (bien que débilmente) y luego se lo cedió a Napoleón que se lo pasó a su hermano José (1808), al que echamos de España por la fuerza de las armas (1813); tuvimos secuestrado en rehenes a Fernando VII reteniéndolo en Cádiz (1823); expulsamos a la reina madre y regente María Cristina de Borbón (1840); el general Diego de León intentó secuestrar a la reina propietaria Isabel II, siendo aún una niña, para sacarla de entre las garras de sus enemigos políticos (1841); años después expulsamos a esa misma Isabel II (1868) tras una revolución (La Gloriosa) y, en fin, exasperamos tanto a otro rey, Amadeo de Saboya, que se vio obligado a tirar la toalla (1873).  Eso sí, para que no faltase de nada en nuestra agria relación con el poder, la famosa “furia española” se había cepillado a arcabuzazo limpio al presidente del gobierno y ministro de la Guerra Juan Prim (1870).

En los años anteriores a la República tuvimos 4 Constituciones: la de Cádiz de 1812 conocida como “la Pepa”, que estuvo en vigor en 2 ocasiones diferentes, y las de 1837, 1845 y 1869; además del Estatuto de Bayona (1808) y del Estatuto Real (1834) que eran algo así como constituciones de garrafa o, dicho en términos políticos, “cartas otorgadas”. Y chapoteando entre todo ello, en los 65 años que transcurren desde el acceso al poder de José Bonaparte (1808) y la proclamación de la República (1873) se pueden contar nada menos que 70 gobiernos.

Se creerá que con tal actividad oficial la oposición estaría apabullada ¿No? Pues no. Los enemigos del que mandaba, fuera uno otro, dieron en esos años 50 golpes de estado, los llamados pronunciamientos que, en la práctica, fueron muchos más porque alguno del medio centenar citado se produjo simultáneamente en varias provincias alejadas entre sí. Y me estoy refiriendo solamente a los pronunciamientos conocidos, a los que salen en los libros, porque golpes de nivel menor fueron incontables.

Desde el punto de vista de la práctica parlamentaria se conformaba una maraña que, aún hoy día, se presenta casi inextricable. Veamos como explicaba a sus lectores el escritor Edmundo de Amicis[1], que vino a nuestra tierra en 1871 acompañando a Amadeo de Saboya como periodista, el reparto de poder en España:: «Hay cinco partidos principales: el absolutista, el moderado, el conservador, el radical y el republicano. El absolutista se divide en dos: carlistas puros, carlistas disidentes. El partido moderado en dos; unos quieren a Isabel II; el otro a don Alfonso. El partido conservador en cuatro: los canovistas, capitaneados por Cánovas de Castillo; los montpensieristas, capitaneados por Ríos Rosas; los fronterizos, capitaneados por el general Serrano; los progresistas históricos, capitaneados por Sagasta. El partido radical, en cuatro: los progresistas democráticos, jefe, Zorrilla; los cimbrios, jefe, Martos; los demócratas, jefe, Rivero, los economistas, jefe, Rodríguez. El partido republicano en tres: los unitarios, jefe, García Ruiz; los federales, jefe, Figueras, los socialistas, jefe, Garrido. Los socialistas se dividían en dos: los socialistas con la Internacional y los socialistas sin la Internacional.»

Viñeta de la revista satírica 'La Flaca' en la que se pelean los federalistas, representados por José María de Orense, y los unitarios, representados por Emilio Castelar.
Viñeta de la revista satírica 'La Flaca' en la que se pelean los federalistas, representados por José María de Orense, y los unitarios, representados por Emilio Castelar.

 

Contabilizaba, por tanto, el escritor italiano dieciséis partidos, pero a esos les añadía otros seis que se estaban formando desgajándose de los mencionados. Y encima no incluía aquellos otros partidos menores “independientes” que no descendían de las ramas principales.

La situación se revela aún más complicada al saber que entre 1822 y 1868, se decretaron 32 estados de guerra, 26 de sitio, 23 de excepción y 1 de alarma, así que los editores de los periódicos se pasaban la vida temblando. Aunque bien pensado a lo mejor tampoco temblaban tanto, porque se sabe que los meses anteriores a la caída de Amadeo de Saboya, solo en Madrid se publicaban hasta 300 periódicos, en su mayoría de carácter político.

El otro medio de comunicación de la época era el manifiesto: en cuanto un político creía tener algo que decir lanzaba un manifiesto con su opinión que a veces, solo a veces, se fijaba en alguna pared de su pueblo y otras, solo otras, se publicaba en algún periódico.

En lo social las cosas tampoco marchaban demasiado bien. España estaba asolada por el bandolerismo que las fuerzas del orden no podían controlar, aunque la situación mejoró a partir de la fundación de la Guardia Civil (1844). La presencia de bandidos y salteadores en las montañas era lógica, pues las persecuciones de Fernando VII habían echado al monte, literalmente, a muchos que se habían jugado la vida por su rey mientras este recibía clases de danza en su jaula dorada de Valençay, y ahora veían su vida amenazada por la felonía real de aquel por quien lucharon.

El ambiente de guerra o de revolución era constante, con lo que era difícil que las cosechas medrasen generándose el consiguiente descontento en el campesinado, como se puede ver en la Guerra de los Agraviados, o de los Macontents, (1827) que asoló a todo levante, Andalucía y las Provincias Vascongadas. En 1842 una revuelta en Barcelona dejó 600 bajas entre revoltosos y guardias o los disturbios en toda España de 1856 por falta de alimentos: o la revuelta de Loja y su comarca, la “Revolución de pan y queso” (1861), que se saldó con nada menos que 146 revoltosos fusilados; o el “Motín de las uvas”, en Zaragoza (1865), que dejó 16 muertos. Las guerras habían llevado a los españoles a la ruina, pero es que además la política fiscal, pues el Estado también se había empobrecido, era exigente en exceso, lo que también causó asonadas, como la de Madrid de 1845.

Los conflictos fueron muy frecuentes y a menudo cruentos. Es difícil encontrar lugares donde no se hayan producido. Muchos tuvieron carácter nacional o regional (1804, 1847, 1856); los de 1856, por ejemplo, relacionados con la disfunción del mercado de granos por la Guerra de Crimea, se saldaron específicamente en Castilla con decenas de fusilados..

No podía faltar en el turbulento cuadro del siglo XIX el anticlericalismo que tanto estimamos en España. El pueblo español, que se declaraba católico en más de un 99 %, mantuvo una tensa relación también con la Iglesia. Las Cortes de Cádiz, que proclamaron la confesionalidad de la nación[2], abolieron la Inquisición con gran indignación de algunos prelados. Por otra parte, la economía eclesial sufrió la pseudodesamortización de José Bonaparte (1809) y las más serias de las Cortes de Cádiz (1813), la del Trienio Liberal (1820-23), la de Mendizábal (1836), la de Espartero (1841) y la de Madoz (1854), al tiempo que, tal vez para facilitar estas operaciones, se cancelaban las órdenes religiosas.

De todas formas la Iglesia se encontró más o menos confortable en función del liberalismo o absolutismo del gobierno de turno. Ya durante el Trienio Liberal se desata la violencia con la quema de conventos a que tan aficionados somos los españoles, incluyendo el histórico Monasterio de Poblet y muriendo asesinados, por citar solo algunos casos,  54 clérigos en Barcelona y otros 25 en Manresa. En Madrid en 1834 se liquida a 75 curas porque se suponía que estaban envenenando las fuentes de la ciudad (¡); en 1935 se queman conventos en Reus y Zaragoza y en ese mismo año en Barcelona, como consecuencia de una mala corrida de toros en la plaza de la Barceloneta[3], el público se amotinó y, claro, fueron quemadas unas cuantas iglesias y apiolados 16 curas. (¡Esa es mi España!).


 

Lo cierto es que estos episodios no eran sino erupciones de algo más profundo. La Iglesia se mantenía en oposición a las medidas liberalizadoras aplicadas durante el Trienio Liberal y tras la muerte de Fernando VII, formó parte activa del bando carlista/absolutista; así que no era infrecuente encontrar clérigos que adornaban el cíngulo con que ceñían sus hábitos con un par de pistolones, naciendo así la castiza figura del “cura trabucaire”.

(Continuará)

 

 

 



[1] Edmundo de Amicis fue el autor de la famosa novela Corazón que contiene el relato De los Apeninos a los Andes.

[2] Las primeras palabras del preámbulo de la Constitución de Cádiz dicen textualmente: “En el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad.”

[3] Plaza de El Torín.

LA REPUBLICA QUE DURO UN AÑO

 

Hoy, 11 de febrero, se cumple el 150 aniversario de la proclamación de la 1ª República Española. Las ediciones digitales de ABC, EL PAÍS y EL CONFIDENCIAL ni lo mencionan.

¡Hombre! Tampoco es que sea una efemérides como para ser celebrada con pasacalles y fuegos artificiales, pero sí es un episodio bastante desconocido que, en mi opinión, merece ser divulgado un poquitín por ser algo importante en nuestra Historia.

A ello me pongo. Y aunque será una serie corta (la 1ª República también lo fue) por lo menos nos dará algunas pistas sobre aquel momento histórico.


 

Para quienes sois nuevos en esto de los AMIGUETES, os diré que todo consiste en que los jueves envío alguna información, generalmente sobre Historia, cuya única diferencia con otros relatos reside de que está contada de forma desenfadada, aunque sin faltar al rigor histórico (si es que tal expresión no es una contraditio in términis).

A partir del próximo día 16 de febrero recibiréis, ese y los siguientes jueves,  yo creo que media docena de capítulos (aún lo tengo sin estructurar) en los que os contaré lo que sé de la primera experiencia republicana en España.

Espero que os guste.

Un abrazo.

 

Canel