- Estaba ya con el cuchillo de cocina levantado para clavárselo por la espaldaa su marido que, por cierto, era el tercero de los que había tenido en su vida(no cuchillo, claro, que de esos había tenido más, sino marido), cuando oyóque el presunto futuro cadáver le decía:-Amor mío. Ya casi estamos en Navidad. Vamos a poner juntos elnacimientito, que para uno es mucho trabajo pero si lo hacemos los dosjuntitos ya verás qué divertido lo pasamos y que bonito es.Luisa sería una asesina, no digo yo que no, pero también digo que tenía susdebilidades y, claro, después de una cosa tan tierna como la que acababa deoír, no era cuestión de dar mulé a otro marido más. Así que decidió queintentaría de nuevo finiquitar a su esposo cuando pasasen aquellosemotivos momentos.Porque Luisa, la muy bestia, ya había pasaportado a su primer maridoaserrándole el tronco corpóreo a la altura del abdomen, y a su segundoextirpándole todas las orejas, una a una, hasta que él hombre feneció y laautopsia no supo decir (también es verdad que se la practicó un camillerodel 112) si había muerto exangüe o debido a un colapso neuronal causadopor un intensísimo dolor en sus pabellones auditivos.La cuestión es que entre ponte bien y estate quieto, él salió indemne deaquellas fiestas navideñas y ella bastante frustrada al comprobar que cadavez que iba a matar a su marido él la sorprendía con una terneza que hacíaque se le pasasen las ganas de asesinarlo.Poco a poco, con el tiempo, él fue reconduciendo las ansias criminales desu señora esposa y ella, en efecto, también poco a poco, mitigándolas. Todoparecía indicar que Lorenzo se había hecho con aquella especie de arpíaasesina. Además, todos los 15 de diciembre ponían juntos el belén y él,mientras colocaban pastorcitos, ovejitas o ríos confeccionados con losenvoltorios de papel de aluminio de las tabletas de media libra dechocolates Clavileño, le contaba hermosas historias bíblicas que aunque notuviesen mucho que ver con el nacimiento del Niño Jesús, aplacaban losánimos homicidas de su mujer.
- Habían pasado varios años desde el incidente del cuchillo de cocinacuando, una nochebuena, estando juntos tomados por la cintura (lo que enel caso de él tenía bastante mérito porque Luisa, no obstante constreñir sucuerpo con una faja Soras color carne, era digamos que de ampliacircunferencia), observando el nacimiento que habían instalado unos díasantes, vino a desprenderse de su ubicación sobre las montañas de corchouno de los soldados de Herodes. Viólo Lorenzo, y abalanzóse hacia él conánimo de evitar que cayese al suelo y se rompiese, pero lo hizo con tanmala fortuna que en su violento movimiento dio un golpe a una lavanderaque salió despedida por el aire. Sé que cuesta creerlo, pero la fatalidad hizoque cayese dentro de la boca de Luisa que, sin darse cuenta, se tragó lafigurita quedándosele atravesada en la glotis, por cuyo causa, la pobredesgraciada entregó, al poco, asfixiada, y teñido su rostro con un pintorescocolor cian, allí mismo su pecador espíritu.Y no paró ahí el drama, porque que en su acción para salvar al soldado deHerodes, Lorenzo se golpeó en la sien con un posadero quedando allí, él yel posadero, también occisos sobre el pavimento (Aunque debe admitirseque lo del posadero parece a primera vista menos grave).Llegó asustada por el ruido la interina que, al ver tanto fiambre patas arriba,aínas llamó al SAMUR, cuyo personal se encargó de enviar los cuerpos deLuisa y Lorenzo a la morgue mientras la fámula, por su parte, se encargabade enviar al quebrantado posadero a la basura, para, poco después, iniciarun tierno romance con el conductor de la ambulancia que, a los 4 meses,devino en apresurado connubio (Quien devino fue el romance, no elconductor; que todo lo tengo que explicar).Así, sin comerlo ni beberlo ambos esposos se encontraron ante el tribunalde San Pedro que habría de decidir si la pareja, la mitad de ella o ningunode sus miembros pasaría directamente al Edén u, otramente, debería penarsus culpas terrenales ora en el purgatorio ora en el infierno.Nada más ver San Pedro llegar la empecatada alma de Luisa se puso hastarojo de indignación y con fieros ademanes (e incluso algún que otroempujoncito) ordenó su remisión al orco en que reinan Luzbel y Belial.Pero Lorenzo protestó con viveza e, interrumpiendo la agresiva actitud deSan Pedro, le dijo que no le parecía justo que ese fuese el salario que se le
- abonaba en el Cielo por todo el tiempo que él había dedicado a reconvertira la doblemente parricida en virtuosa dama y que, si este era el final de susesfuerzos, que le hubiesen avisado antes porque si lo llega a saber lahubiese dejado tranquila asesinando maridos por cualquier esquina día sídía no.Un poquito elevando el tono, acaso olvidando el reconocido prestigio delaltísimo tribunal que entendía en el caso, espetó a San Pedro que aquelloera notoriamente injusto para él y que hacía suya la opinión que sobre laJusticia explayó en su día el alcalde jerezano Pedro Pacheco.Lo cierto es que aquel planteamiento desconcertó a San Pedro. Eraindiscutible que la aplicación estricta de la ley castigaría a la culpable, sí,pero además perjudicaría a un inocente ¿Qué hacer?1Simón Pedro consultócon su colega (colega en la santidad, que no en la profesión) Alfonso Maríade Ligorio que, no por sus conocimientos (era solo abogado, nunca llegó ajuez), sino porque acababa de ver la película de Frank Capra ¡Qué bello esvivir!, aconsejó al jefe de los santos el que los reenviase a la tierra y lesdiese una nueva oportunidad.Así lo sentenció San Pedro y al día siguiente, ya de Navidad, los devolviófelizmente a la vida de acá.Aunque, como digo, esto ocurría un 25 de diciembre, lamentablemente parael lector ávido de sentimentalismo navideño no nevaba tras los cristalescomo suele ocurrir en estos cuentos, porque estos hechos se producían enValencia, donde no suele nevar, como lo demuestra el hechoincontrovertible de que la música que llegaba desde la calle no era ni“Jingle bell” ni “Everybody loves somebody sometime”, sino “Paquito elchocolatero”.FINSi estás leyendo estas líneas es que te tengo en mi lista de gente a la quequiero. Por eso, como todos los años, te envío un cuento de navidad paradesearte que pases unas felices fiestas conmemorativas del nacimiento delNiño Jesús y, ya de paso, hacerte llegar mis mejores deseos para el año1San Pedro era pescador, no juez. Aquí el lector atento puede observar cómo el nombramiento de juecesabsolutamente ignaros en cuestiones forense, no es de hoy, sino que se viene practicando desde hacemuchos siglos y por gente tan lista como el mismísimo Dios.
- 2016. El día 24, cuando rece delante del portal, incluiré tu nombre (aunqueno tengo muy claro si Dios me hace demasiado caso, tal vez porque no melo merezca).Mil felicidades; Canel.P.S. El 7 de enero, estando Luisa y Lorenzo amorosamente (si si,amorosamente; ya ya) abrazados, ella echó su mano hacia atrás yextrayendo arteramente de su Soras color carne un fino estilete que solíallevar siempre dispuesto por si tenía necesidad de asesinar a algún marido,se lo clavó en la espalda a Lorenzo dándole, al fin, mulé. Ni sé por qué tecuento esto, porque, como digo, ya era 7 de enero y, por la fecha, ya nopuede formar parte del cuento de navidad