En noviembre de 1933, las primeras elecciones
generales legislativas que se celebraron en la II República española (las de
1931 habían sido constituyentes) dieron como vencedores a los partidos de
centro y de derechas, quedando en primer lugar la Confederación Española de
Derechas Autónomas (CEDA), cuyo jefe era José María Gil Robles y, en segundo
los centristas del Partido Radical liderado por Alejandro Lerroux.
Pero al presidente de la República, Alcalá Zamora,
le asustó encargar la formación de gobierno a la CEDA, tanto por la juventud de
su líder (tenía 35 años) como por los síntomas de fascismo que exhibía esa
formación política. Así que confió tal tarea a Lerroux, autor años antes de la
piadosa frase: “Alcemos los hábitos de las monjas y elevémoslas a la categoría
de madres”.
La clave de lo que sucedió tras esas elecciones está
en que, simplemente, la izquierda no aceptó unos resultados que la daban como
severamente derrotada. En el PSOE (para ser justos; una parte del PSOE) casi
sin darse un día de tregua desde la proclamación de los resultados, los
políticos en sus mítines y la prensa afín proclaman sin ambages que no
admitirán un gobierno que no sea de izquierdas y que se preparaban para
alcanzar el poder aun llegando, si fuera necesario, a la guerra Civil.
Así que organizaciones de izquierda y sindicatos
empiezan a armarse con vistas a una sublevación violenta contra el gobierno radical-conservador
republicano. En este escenario “político” se desarrolla el incidente del alijo
del yate “Turquesa”.
El “Turquesa” era un yate cargado de armas,
destinado a una nonata revolución portuguesa, que estaba desde hacía cierto
tiempo decomisado en el puerto de Cádiz. El socialista Indalecio Prieto
consiguió fletarlo con destino falso y a nombre de terceros, pues las armas se
entregarían no a quienes figuraban como consignatarios en la documentación
oficial del flete sino, subrepticiamente, a los izquierdistas asturianos para
que estuviesen, llegado el momento, adecuadamente armados.
En la noche del 10 al 11 de septiembre de 1934 el
“Turquesa” fondeó frente a la playa del Aguilar (Muros de Nalón). Tres motoras
llegadas de otros puertos cargaron cajas de armas y municiones, llevándolas a
la playa
Playa
del Aguilar en Muros de Nalón, donde se produjo el desembarco
donde les esperaban algunos coches y furgonetas.
Pero toda aquella “movida” causó la alarma en la población, que dio parte a los
carabineros y a la Guardia Civil. Ante el despliegue de la fuerza pública el
barco se dio a la fuga con 200 cajas aún en sus bodegas. Otras sesenta y dos
quedaron en la playa, setenta y tres se aprendieron en una furgoneta que se averió
y sólo 18 pudieron llegar a los destinos previstos.
Indalecio Prieto, según él mismo contó en una
revista editada en Argentina llamada “España Republicana”, vigilaba junto a dos
colegas, escondidos en un bosque cercano, al desembarco del alijo cuando, de
pronto, apareció una pareja de carabineros que, claro, a aquellas horas y con
la alarma recibida, les dieron el alto apuntándoles con sus fusiles.
Con las “manos arriba” Prieto se dio a conocer como
diputado. Los carabineros dejaron de apuntarles y como, cuando fue ministro de
Hacienda, “Don Inda” siempre había sido
generoso con ese cuerpo, el cabo jefe de la pareja le tendió la mano
preguntándole qué hacía por allí a esas horas. Prieto respondió ocurrente: “Estos
dos amigos y yo vamos de excursión con tres muchachas, y como yo, por mi
significación política, estimé
escandaloso llegar los seis en pandilla al hotel de Avilés donde debemos
pernoctar, acordamos que el automóvil con las mujeres fuese por delante y que
luego de dejarlas en la villa retrocedería, a fin de recogernos a nosotros que,
mientras tanto, paseamos para estirar las piernas”.
El
cabo, que debía ser muy tonto (o demasiado listo), consideró aceptable la
respuesta. No sólo eso, sino que por su parte añadió ingenuo: “Pues nosotros
dormíamos tranquilamente en nuestro cuartel cuando un vecino ha venido a
avisarnos de que alguien está intentando pasar un alijo. Nos pusimos el
uniforme y vamos a ver qué hay de cierto en la referencia.”
No
hubo más. Los “excursionistas” quedaron libres y los carabineros siguieron su
camino hacia la playa del Aguilar.
Por
si es de interés de alguna comadre, diré que Prieto, con 21 años se había
casado en 1904, por lo civil, con su novia de 17 años, solo dos días antes de
que la chiquilla se pusiese de parto. Fue un matrimonio felicísimo que sólo
tuvo la desgracia de ver la muerte de su cuarta y última hija. La esposa de
Indalecio murió en 1922 con lo que quedó viudo con 39 años, así que en las
fechas de estos sucesos llevaba 12 en esa situación.