domingo, 28 de abril de 2013

EL TROCADERO

El Palacio del Trocadero de París,  de inspiración morisca, fue construido, por orden de Luis XVIII, para la Exposición Universal de 1878. Para la también Exposición Universal de 1937, entre grandes controversias, el palacio existente fue derribado y en parte reconstruido, dando lugar al Palacio de Chaillot y a la actual plaza y jardines del Trocadero.

Para los que van poco por París diré que el Palacio de Chaillot es una plaza de la que salen dos edificios curvos que abrazan unos jardines. Todo ese conjunto (plaza, edificios, jardines) es el Trocadero. Siguiendo la dirección del paseo central de la zona ajardinada, se cruza el Sena por le pont d’Iéna y, exactamente enfrente, está la cara noroeste de la Torre Eiffel

¿Pero por qué ese nombre de áspero regusto hispano? ¿De dónde viene eso de Trocadero?

Trocadero es el nombre de una isla, como de unos 5 km2, perteneciente a Puerto Real, en la bahía de Cádiz. Su nombre sugiere algún tipo de actividad comercial (de trueque), aunque sospecho que sobre todo de productos de matute. En el sur de la isla hubo un fuerte, hoy derruido, que se llamaba de San Luis y que formaba parte del sistema defensivo gaditano.

Tras la sublevación de Rafael Riego (1820), los sediciosos obligaron a Fernando VII a aceptar de nuevo la Constitución de 1812, pero el rey solicitó el auxilio internacional (1822) y las potencias, reunidas en Verona, tomaron (con la abstención británica) la decisión de facultar a Francia para que restaurase al monarca español en su trono y con todo su poder. 


El Duque de Angulema llegó a España con unos 60.000 hombres que pasarían a la Historia como los “100.000 Hijos de San Luis”. Los revolucionarios españoles iniciaron entonces una fuga hacia el sur, huyendo de los aliados y llevando en rehenes nada menos que al mismo Fernando VII; pero Angulema les fue siguiendo hasta llegar a Cádiz

Allí los perseguidores, para entrar en la ciudad hubieron de controlar antes sus defensas. Así que el 31 de Agosto de 1823, los Hijos de San Luis, durante la marea baja, atacaron a la bayoneta por sorpresa el fuerte de San Luis, tomando la isla. Sufrieron 141 bajas por unas 400 ó 500 españolas.

En recuerdo de esa batallita, que ¡hombre! no creo yo que sea ni siquiera la madre de todas las escaramuzas (no digo ya de las batallas), se llamó al palacio y jardines parisinos más arriba mencionados del Trocadero.

jueves, 25 de abril de 2013

ANECDOTAS HISTORICAS VELOCES


UNO.- Aunque Pompeyo el Grande había sido definitivamente derrotado por Julio César en la batalla de Farsalia (48 a. C.) y, más tarde, asesinado en Egipto, sus hijos no se rendían y seguían dando el follón intentando mantener viva una guerra civil que ya era imposible volver a poner en pie.
Tras algunos choques en África, el mayor de los hijos, Cneo, se planta en la provincia de Córdoba. César, que estaba en Roma celebrando aún su victoria en Farsalia, se da cuenta de que hay que actuar con rapidez y sale a toda velocidad en dirección a la Hispania Ulterior.
Llega a Obulco (Porcuna, en Jaén) en 26 días. El itinerario es de 2.600 kms, con lo que no es mala velocidad aunque tal vez no sea para récord. Pero mejora la opinión sobre el ritmo de marcha si se sabe que César no viaja a caballo, sino que lo hace en litera y escribiendo algunas páginas de su De bello hispánico (si es que lo escribió él, que es dudoso).
DOS.- Al morir Nerón (69 d. C.), un liberto llamado Icelo sale a toda velocidad de Roma, para avisar a su antiguo amo de que el trono imperial está vacante.
El amo, que era el futuro emperador Galba, estaba por entonces en Clunia (Berlanga de Duero, en Burgos) y se calcula que desde la capital del imperio hasta allí había una distancia de 2.100 kms. Bueno, pues según nos informa Plutarco, Icelo hizo ese viaje en 7 días. No está mal.
TRES.- En 1476, la muerte de Rodrigo Manrique (el involuntario protagonista de las “Coplas a la Muerte de su Padre” de su hijo Jorge), deja vacante el cargo de Gran Maestre de la Orden de Santiago y D. Alonso de Cárdenas se postula para el puesto.
Se convoca una reunión de los “trece” (los 13 caballeros con derecho a voto) de la Orden en Uclés (Cuenca). Pero los Reyes Católicos quieren el maestrazgo para sí, con lo que Isabel ha de intervenir con rapidez.
Dejo la narración ahora en manos de la historiadora Peggy K. Liss “En tres días, Isabel recorrió los 360 kilómetros que separan Uclés de Valladolid. Su llegada se produjo en diciembre, bajo una lluvia torrencial, cuando estaban a punto de elegir al nuevo Maestre”.
Y hay tres datos que no se recogen en el párrafo de Liss: a) que la reina era una cría de 25 años; b) que hubo de pasar el puerto de Guadarrama que, en diciembre, suele estar nevado y c) que cada uno de los 13 tíos con los que iba a tenérselas tiesas, era más poderoso militarmente que ella.

sábado, 20 de abril de 2013

¿LA GRAN VIA DE MADRID FUE RUSA?

La Gran Vía de Madrid ha tenido diversos nombres. La primera parte, la anterior a Callao, se ha llamado Eduardo Dato, Bulevar y Avenida de Pi y Margall; durante unos meses de 1936, Avenida de la CNT, luego Avenida de Rusia y más tarde Avenida de la Unión Soviética. De Callao a la Plaza de España se llamó calle del Conde de Peñalver y ya, durante la Guerra,  Avenida de México. Terminada la Guerra, se denominó al conjunto Avenida de José Antonio hasta que, en la alcaldía de Tierno Galván, pasó a llamarse sólo Gran Vía, que es como hasta hoy la conocemos.
Pero todo esto me ha servido sólo para enmarcar una anécdota curiosa.
España había roto sus relaciones diplomáticas con Rusia, con motivo de asesinato de la familia del zar Nicolás II en 1918. Sólo tras  proclamarse en España la II República se reanudan esas relaciones (1933) y Stalin nos envió como embajador, ya iniciada la Guerra Civil (agosto de 1936), a un judío ruso llamado Marcel Rosenberg.
Era un hombre muy activo (demasiado) en la asesoría de la Guerra, hasta el punto de que el propio presidente del gobierno, Largo Caballero, se vio obligado a echarle en una ocasión de su despacho. Rosenberg acabó como la mayoría de los asesores soviéticos que pasaron por nuestra guerra; en 1937 fue llamado por Stalin a Moscú y… “nunca mais”.
Bueno, pues un buen día, los munícipes madrileños resolvieron dar un homenaje al único país que les echaba una mano. Así que decidieron dar el nombre de ese país nada menos que a lo que hoy es la Gran Vía.
Era el 4 de junio de 1937 y se reunieron en la esquina del nº 2 de la avenida buena cantidad de curiosos, algunos politicastros ociosos, el alcalde de Madrid, Cayetano Redondo  (que era tipógrafo), y el embajador Rosenberg.
Todos preparados para la ovación y el diplomático que descorre con torpe emoción la cortinilla que, hasta el momento de la inauguración, tapaba la chapa con la nueva denominación de la calle.
Tira del cordón Rosenberg y aparece a la vista del público un precioso cartel azul con la leyenda: AVENIDA DE RUSIA. Se oye la cerrada ovación de los presentes y sonríe abiertamente el tipógrafo, pero se le hiela la sonrisa entre los labios porque el embajador se gira hacia él y le espeta:
-Mais… moi…Mi no serrr embajadorrr de Rrrusia; mi serrr embajadorrr de Unión de Rrrepúblicas Socialistas Soviéticas.
Y se montó en su coche y se fue. Ahí se acabó el guateque aunque, eso sí, se ahorraron los canapés.
Con la proverbial agilidad del Ayuntamiento de Madrid, 5 meses después y sin solemnidad alguna, se cambiaron las placas y la afamada arteria pasó a llamarse Avenida de la Unión Soviética.

miércoles, 17 de abril de 2013

EL TANGO Y EL VATICANO


A principios del siglo XX, algunos prelados de importantes sedes francesas condenaban desde sus púlpitos el baile del tango por obsceno. De todas formas, las presiones sociales en sentido contrario fueron tan grandes que el propio papa Pío X (1903-1914) quiso tener su propia opinión. Así que el cardenal español (aunque nacido en Londres) Rafael Merry del Val, secretario de estado Vaticano, preparó una exhibición a principios de 1914.
Aunque hay varias versiones, creo que la más fiable es la que dice que se organizó una audiencia privada en el Vaticano en la que dos aristócratas italianos, hermanos, él de frac y ella con mantilla, bailaron en presencia del pontífice el tango “Ave María” (de apropiado nombre), algo descafeinado por un maestro de danza, y al son de música de armónium.
El papa no condenó el tango, pero no le dio su visto bueno burlándose de lo aburrido que era y recomendando a la juventud una danza del norte de  Italia  llamada la furlana.
De todas maneras, aunque, como digo no existió prohibición, en Madrid se inventó una letrilla que pronto se hizo famosa en las principales ciudades del Cono Sur americano:
Dicen que el tango es
de una gran languidez
Y que por eso lo prohibió
Pío Diez.
¡Brillantísimo!
Pero en 1924, el famoso bailarín Casimiro Aín, llamado “el Vasquito”, vestido también de frac y llevando como partenaire a una recatadísima funcionaria de la embajada argentina ante el Quirinal, hizo otra demostración, ahora ante Pío XI, y al pontífice le pareció absolutamente decente, con lo que el baile quedó bendecido.
Aín fue muy criticado por el fraude que había perpetrado ante el papa pues, arteramente, su danza se había despojado de toda “languidez”, resultando excesivamente parecida a un auténtico minué.
En 1913 no hubiese hecho falta todo esto, porque el papa Francisco conoce sobradamente qué es el tango y, según se dice, es un gran amante de su música.

lunes, 15 de abril de 2013

EL HIJO ESPURIO DE MARX



Carlos Marx (1818-1883) tuvo una vida familiar complicada, entre otras razones porque las cosas no le fueron muy bien económicamente y eso le llevó a cambiar demasiadas veces de domicilio, con lo que le carecía del necesario arraigo en los lugares en que vivió.
Una vez que murió el viudo padre (que era barón) de una señorita llamada Joanna von Westphalen, Karl se casó con ella. Los novios cumplían así una promesa que ambos se hicieron de críos, pero que no se pudo llevar a cabo antes por la taxativa oposición del difunto papá de Jenny a tal casorio. La pareja tuvo 6 hijos de los que se les murieron 3 de diversas enfermedades.
En 1849, como último capítulo de su vida nómada, los Marx recalaron en Londres. Para ayudar a Joanna (Jenny) en las faenas del hogar, pues al llegar a la capital británica la pareja tuvo su cuarto hijo, Karl llevó consigo como sirvienta doméstica a una mujer llamada Lenchen Demuth, alemana del Sarre que estaba con ellos desde 1841. Los señores Marx no eran de lo mejor que se podía encontrar por ahí;  Herr Karl había decidido que a Lenchen no se le pagase en dinero, sino que recibiese sólo comida y techo (así también yo soy comunista, claro).

Pero un buen día Lenchen empieza a engordar y a engordar hasta que el 23 de junio de 1851, a los 9 meses de iniciarse ese proceso de engordamiento imprevisto, adelgaza de golpe coincidiendo con el nacimiento de un rorro al que llamará Frederich. Tres meses antes Marx y Engels se habían reunido y aquel, sin ambages, planteó a su protector que había dejado preñada a la chacha, pidiéndole que asumiese la paternidad del crío para evitar que cayese sobre él y sus teorías el más ominoso de los descréditos.
El mecenas, que debía ser algo lila, se hace cargo del niño afirmando a quien quiere oírle que él es el verdadero padre del guaje. Engels era soltero, pero tenía dos amantes que eran hermanas y que no sé yo lo que pensarían de esto. Karl por su parte, con todo cinismo, continúa negando su paternidad, despreciando al chico e incluso dejándole caer en la miseria.
Pero estando a las puertas de la muerte Friedrich Engels (1895), le confiesa la verdad a Samuel Moore (el traductor al inglés del “Manifiesto Comunista”) que se lo comunica a Eleonora, la hija menor de Marx. Ella no le cree, pero se da la circunstancia de que cuando Moore, también él, está a punto de morir, se lo vuelve a decir a Eleonora que, esta vez, no sólo le cree, sino que sale de la habitación con una crisis nerviosa.
Si Marx fue cicatero con Frederich, igual lo fue Engels (bueno, éste por lo menos no era su padre). En vida de Marx nunca pudo visitar a quien apechugó con su paternidad, pero a su muerte se le permitieron las visitas aunque entrando en la casa por la puerta de servicio.
Cuando Lenchen murió dejó a su hijo por toda herencia 95 libras. Era todo su ahorro tras trabajar medio siglo para el apóstol de los obreros.

miércoles, 10 de abril de 2013

PONER LOS CUERNOS



Es bien sabido que se “ponen los cuernos” a una persona si se mantienen relaciones sexuales con el compañero sentimental (¿) más o menos estable de esa persona o si ese compañero las mantiene con un tercero.
La expresión es bastante equívoca, pues “cornudo”, aquel a quien se le han puesto los cuernos, es palabra que sirve tanto para la persona que es engañada como para la que consiente que su pareja mantenga relaciones sexuales con terceros.
Siempre son  dos las personas necesarias para poner a alguien los cuernos; para convertirle en un cornudo, pues pone los cuernos tanto el que es infiel a su pareja como el colaborador necesario para llevar a cabo esa infidelidad. No deja de tener todo ello una cierta carga machista: la expresión “cornudo”, en masculino, es habitual, mientras que “cornuda”, que no es incorrecto, es absolutamente infrecuente.
Son legión quienes consideran que el origen de la expresión proviene de que, en lo que hoy llamamos Países Nórdicos, ciertos jerarcas tenían la posibilidad de acostarte con la mujer que ellos quisiesen. Cuando así lo hacían, para aviso de quienes andaban por las cercanías e incluso del mismo marido, que podía llegar de improviso, ponían a las puertas de la casa donde se celebraba el encuentro sexual, una cornamenta de reno.
Bueno; aunque en general se considera este el origen de la expresión, yo lo dudo. Lo primero que es difícil de tragar es que una legislación cualquiera admitiese que un oscuro régulo de los bosques escandinavos tuviese el derecho de yacer con quien le diese la gana (hay mucho mito en lo del derecho de pernada). Lo segundo es que no me imagino a un señor, por muy nórdico que sea, despidiéndose de su esposa por la mañana, llevando bajo el brazo una cornamenta de reno por si acaso se topaba con una señorita de buen ver por los alrededores.
Todo parece indicar que el origen es mitológico. Veamos algunos ejemplos: Pasifae, mujer del rey Minos, le engaña con el famoso Toro del Laberinto (le pone los cuernos); el lujurioso dios Pan, que llevaba cuernos, era fruto de una unión ilegal entre Penélope (la mujer de Ulises) y el dios Mercurio; los sátiros, diosecillos salaces, llevaban cuernos. .. Los cuernos son representación de virilidad y de ahí se extrae la utilización de las astas para designar a quien ha sido afectado por el coito de terceros.
Pero hay otra forma de poner los cuernos, que es mostrar a una persona el puño cerrado con los dedos meñique e índice estirados hacia arriba, lo que supone la representación gráfica de unos cuernos. Este gesto, al igual que el de la figa, representaba un amuleto contra el mal de ojo pero también un signo de mofa para quien lo recibía. El recipiendario estaba siendo llamado cornudo por quien le hacía el gesto.
Modernamente, en las fotografías que retratan a grupos, no es inusual ver cómo los que están más alejados del objetivo hacen este gesto de los cuernos a aquellos que están en las filas más delanteras, poniéndoselos a la altura de su nuca a fin de que salgan reflejados en la foto.
Ese “poner los cuernos” con los dedos y en la nuca de un tercero, es lo que modernamente se ha llamado por razones obvias “poner la peineta”, no “hacer la peineta”, como dijo erróneamente el entrenador Luis Aragonés.

martes, 9 de abril de 2013

CERVANTES, SHAKESPEARE Y SANTA TERESA


Corre la voz entre la gente de que la mejor pluma de la literatura española y su correspondiente de la literatura en lengua inglesa, murieron en la misma fecha. Ahora veremos si es ello cierto.
Don  Miguel de Cervantes Saavedra descansó en el Señor el día 22 de abril de 1616. Pero como fue enterrado al día siguiente, se admite habitualmente que murió el 23 de abril.
Lo curioso es que se admite de forma interesada, porque así se puede hacer coincidir la fecha de su muerte con la de William Shakespeare que, en efecto, sí se produjo el 23 de abril de 1616.
Pero aun así, esta concordancia de destinos está embutida forzadamente.
Shakespeare murió en su ciudad natal, Stratford-upon-Avon, cuando el calendario de su casa marcaba, en efecto, el día 23 de abril de 1616. Ese calendario era idéntico al de la casa de Cervantes. Idéntico pero…



El papa Gregorio XIII había instituido en 1582 el luego llamado Calendario Gregoriano, aún hoy en vigor en occidente. Para lo que aquí interesa, hay que decir que los científicos vaticanos habían descubierto que el calendario anterior, el juliano, había ido acumulando un error que, para entonces, alcanzaba ya los 10 días de más. Ahora era la oportunidad de descontarlos, así que, por medio de su encíclica Inter Gravissimas, ordenó que los calendarios nacionales se atuviesen a la nueva norma que, para empezar:
Al jueves aún juliano, 4 de octubre, debería seguirle el viernes, ya gregoriano, 15 de octubre. Es decir, que los 10 días contados erróneamente de más quedarían absorbidos por esta maniobra.
Los países adoptaron la norma papal tanto más pronto cuanto más católicos eran, con lo que, en principio, acudieron a la normativa vaticana España, con sus posesiones europeas (los territorios de ultramar se incorporarían un año después), Portugal, Italia y la parte católica de la actual Polonia.
Pero aunque España, como digo, había adoptado el sistema en 1582, Inglaterra no lo haría hasta 1752. De esta forma, cuando el calendario de su dormitorio señalaba 23 de abril de 1616 murió Cervantes. Y pasó el alma de Shakespeare a mejor vida 10 días más tarde, pero en el calendario de su alcoba se podía leer, también correctamente, que era 23 de abril de 1616.
A la biografía de Santa Teresa de Jesús también le afectó este cambio en el sistema de contabilidad cronológica.
La normativa de Felipe II para el cambio de calendario establecía un plazo de adaptación que vencía obligatoriamente el día 4 de octubre de 1582. Exactamente ese día fallecía la santa escritora, así que a mucha gente que se acerca a su biografía le desconcierta observar que murió el 4 de octubre pero fue enterrada, a las 24 horas…  ¡el día 15!  La confusión de ciertos biógrafos de la santa fue tal, que algunos aventuraron que entre el 4 de octubre y el 15, se produjo un periodo de 10 días durante los cuales Santa Teresa había permanecido insepulta.
]

lunes, 1 de abril de 2013

La increible vida de San Hemisferio de Santurce (lamado así no porque fuese natural del bello puerto vizcaíno sino por su inmoderada afición a las sardinas).

Canel propone recreos a sus lectores en fiestas de guardar
Los recreos consisten en estas piezas cuentistas que llevan 
la habitual carga de ironía, algo de lírica, mucha prosa
 y sobre todo imaginación creativa.
Como voy un poco retrasado respecto a los envios oficiales
me he permitido pulicar  algunas entradas en Semana Santa
 cuando debe ser época de recogimiento, aun así no quería privaros
de esta joyita recreativa con que nos obsequia como descanso   
Patrick Narbona (editor de Canel para amiguetes) 
Bueno; pues en vista de que Nuestra Santa Madre Iglesia nos lleva en estos días a la meditación sobre la vida de los santos que el canon nos propone como ejemplo, yo, en mi modestia (que es escasa), no voy a ser menos y os ofrezco para vuestra cavilación la vida de Don Hemisferio Martínez Boreal, que si no está hoy en día en los altares es sólo por la inicua índole de su alma pecadora, que si no, es seguro que el calendario ya se hubiese enriquecido con una nueva flor: San Hemisferio de Santurce (llamado así no porque fuese natural del bello puerto vizcaíno, que lo era de Aldeanueva del Frontispicio, sino por su inmoderada afición a las sardinas).
Don Hemisferio, era completamente imbécil (igual que todos los miembros de la familia Boreal, por otra parte)  como lo demostraba palmariamente el hecho de que, a la hora de servir al rey, se presentó en el banderín de enganche del Tercio, solicitando pagar su débito a la patria como voluntario en el Cuartel de Educación y Descanso de Benidorm y, a ser posible, en la sección “Descanso”.
Salió del banderín sin haber conseguido el deseado destino pero, a cambio, con un moflete colorado consecuencia del bofetón que le bajó el cabo primero Segundo (que estaba loquito por ascender a sargento aunque no fuese más que para evitar la rechifla de la tropa) que aquel día se había levantado con el pinrel siniestro.
Hemisferio albergaba en sí dos circunstancias que le convertían en un ser diferente a los demás. La primera consistía en el hecho pintoresco de que a su segunda suegra (no es que él se hubiese casado dos veces, sino que su señora tenía dos madres diferentes para nivelar un poco la circunstancia de que tenía varios varones se atribuyesen su paternidad), cuando se llevaba hablando con ella unos diez minutos, ya no se distinguía bien si el deje de su dicción era más propio de Conecticut o de Delaware. La cosa no tenía mayor importancia, porque la buena señora había visto la luz en Sant Just Desvern (Barcelona), pero digo yo que si esa era una de las circunstancias diferenciales del amigo Martínez Boreal, pues tendré que decirlo ¿No?


La otra residía en que Hemisferio no tenía una estructura anatómica como la de las demás personas. No sólo no tenía páncreas y en su lugar había desarrollado algo así como una ocarina (que acaso fuese la razón por la que tenía la voz algo aflautada), sino que además, ya de nacimiento, carecía de ojo izquierdo aunque, en su órbita vacía, ostentaba para sorpresa del personal, y también desde su nacimiento, un caramelo de café y leche de la viuda de Solano, lo que confería a su mirada una indudable dulzura.
Tuvo, Hemisferito, una infancia muy desgraciada porque su madre, absolutamente posesiva, le recriminaba por cualquier cosa que hacía.
-¡Hemisferiuco! ¡No violes a esa señorita tan mona sin causa justificada!
Bueno, eso los días en que su mamá (de quien el agudo lector ya se habrá pispado de que era cántabra) estaba de humor, porque otras veces la arpía de su progenitora no se andaba con chiquitas.
-¡Hemisferiuco! ¡O dejas ahora mismo de asesinar a ese cartero o te aflojo un soplamocos que se te va a quedar la cara más plana que el cuadro de Las Meninas de Cervantes, que me diga de Quevedo!
Este ambiente de terrores, obsesiones y traumas fue el que echó los cimientos a una personalidad que crecería insana, huidiza, taciturna y mentecata, que fue la que cuajó en nuestro héroe hasta devenir en un perfecto imbécil (el pobre).
Y ya, inmediatamente, tras el doloroso episodio del banderín de enganche, Hemisferio, a quien debemos ya suprimir los diminutivos, solicitó la prejubilación, esta vez sí que sí, sin causa justificada.
Casó con aquella señora de las dos madres de la que hablé más arriba y tuvo un hijo hermosísimo aunque, eso sí, con la vecina del piso de al lado. Cuando su santa esposa le recriminó tan abyecto traición él juró no haber mantenido relaciones con tercera persona alguna, obviando la reserva mental de que, como vivían en un segundo piso, la vecina sería segunda persona, no tercera.
Pero no la convenció. Ella exigió con violencia la separación matrimonial, mientras él sollozaba lastimero:
-¡Eloïse! ¡Eloïse! -¡¿Qué está ocurriendo?! ¡No te reconozco!
-¡Nos ha jodío! Como que no me llamo Eloïse, sino Agapita.
-Pues más a mi favor ¿No?
Agapita, tras anular su matrimonio, volvió a casarse, ahora con un señor de Reus que era un auténtico virtuoso de la tenora (y el vermú). Hemisferio, por su parte, solo en el mundo, se refugió en el cenobio que los reverendos padres infrascritos poseen en el camino que va, por monte, de Jaén a Lugo.
Pasados unos años en oración, ya sin violar prácticamente a casi nadie, una tarde, viendo que al fin se cumplían sus días en este mundo, convocó a los sacerdotes del monasterio y les pidió confesión.
-Padres míos, quiero confesarme con todos vosotros.
-¿De uno en uno?
-No, no –respondió el moribundo- Con todos a la vez.
Causó, nuestro Hemisferio, un grave problema sin saberlo, porque resultó que había 37 sacerdotes y sólo 14 estolas, con lo que muchos curas tuvieron que usar bufandas y foulards e, incluso uno, un echarpe de cuadros escoceses que le había regalado una tía abuela suya cuando profesó en la orden infrascrita.
Una vez se hubo logrado poner orden en el guirigay clerical que la falta de ornamentos sagrados había causado, el pobre Hemisferio inició su confesión..
-Padres. Me confieso de que una noche tibia de plenilunio, violé a una consuegra de Brigitte Bardot,
Los frailes le tranquilizaron. Le dijeron que violar no era malo per se, sino según las intenciones; o que violar era malo sólo si se hacía sin ganas; o en Miércoles de Ceniza. En fin, cosas así destinadas a serenar a aquella alma contrita próxima a presentarse ante el tribunal que San pedro preside.
-Pero no para ahí la cosa, padres míos. Lo malo es que mientras violaba a aquella noble matrona, tenía una fantasía sexual imaginando que con quien yacía en torpe contubernio era con una compañera de “preu” del afamado violoncelista Amadeo de Saboya (padre).
Los clérigos, horrorizados, se daban codazos cuchicheando escandalizados. Pero entonces, de entre ellos, surgió uno que debía ser de los indignados esos de la plataforma del 15-M que exclamó con el rostro enrojecido por la ira y un poco por el  ½ litro de priorato que se había apretado poco antes:
-Anatema sit –que, aunque ya sé que no es exactamente lo mismo, es como decir en latín “cagüen toítos tós tus muertos”.
Y sacando de la bocamanga de su sayal una daga damascena, se la hincó nueve veces al pobre Hemisferio con tan mala fortuna (Es que hay días que… En fin. Cuándo las cosas se ponen mal, se ponen mal) que la segunda puñalada se le infectó.
Así que el pobre doliente palmó al cabo de nueve días, víctima de una septicemia generalizada que le provocó tales padecimientos en los sus intestinos humanos que el dolor le duró hasta cuatro días después de muerto (o al menos eso parecía por la forma en que el pobre difunto se echaba las manos a la tripa como para aliviar sus retortijones).
Uno de los monjes, caritativo, fue, tras el tránsito, a cerrar los ojos del finado. ¿A cerrarle los ojos? ¡Sí, sí! Lo que hizo el tío fue robarle el caramelo de café y leche de la viuda de Solano, aunque, en favor del fray chorizo hay que decir que no se lo comió él, sino que se lo regaló a un rapaz que andaba por allí, dizque sobrino suyo.
Y eso es lo que sé de este personaje tan nauseabundo. Yo, si queréis que os diga la verdad, no le soportaba, pero algo os tenía que contar por estas señaladas fechas ¿No?


Una abrazo.

Canel.