jueves, 23 de marzo de 2023

HACIA UNA REPUBLICA FEDERAL

 

El escrutinio de las votaciones para elegir a los diputados constituyentes demostró que la política de retraimiento había tenido éxito. Éxito para los “retrayentes”, pues solo depositó su voto un 40 % del cuerpo electoral[1]; y también éxito para los republicanos, que consiguieron un holgadísimo triunfo. En efecto, los republicanos federalistas consiguieron 343 diputados mientras que el resto de partidos republicanos juntos 28 y el partido proborbónico 3, quedando otros 17 puestos para candidatos no adscritos.

Pero a pesar la clara victoria, pronto se vio que no todo iba a ser de color de rosa, pues aunque los que partían el bacalao dentro del federalismo eran los más centrados, existía una importante familia en cada extremo: en la izquierda los intransigentes, con unos 80 escaños, y a la derecha los republicanos moderados, con 60, a los que se llamará benevolentes.

El 1 de junio se inauguraron las Cortes Constituyentes y se formó la mesa interina de las Cortes. Todos sus miembros, desde luego, eran republicanos federales, pero pertenecían al sector central y al benevolente, quedando fuera los intransigentes. Los así relegados, con cierto infantilismo, interrumpían con frecuencia a los diputados en el uso de la palabra como para hacer notar su presencia y dejar testimonio de su actividad política.

La gran diferencia entre intransigentes y benevolentes, los dos extremos del federalismo, radicaba en que estos propugnaban establecer las adecuadas condiciones de orden y paz social antes de crear la Federación, mientras que los primeros creían que la implantación y ejercicio de la Federación traería como consecuencia el orden y la paz social.

Esto recuerda la polémica, que aún perdura, de la Guerra Civil Española (1936-1939) en la que los anarquistas creían que para ganar la guerra había que hacer la revolución, mientras que los comunistas eran de la opinión de que para hacer la revolución había antes que ganar la guerra.

En fin; la primera proposición que se presentó en las Cortes Constituyentes se refería a la forma de gobierno, y en ella se decía que «la forma de gobierno de la Nación Española es la república democrática federal”» El día 8 de junio, se votó la propuesta que fue aprobada por 218 votos a favor y solo 2 en contra[2]. Otra vez hay que decir consumatum est, pues quedaba así proclamada no solo la república, sino la República Federal.

Resignó sus poderes Figueras ese mismo día 8 y se designó a Pi y Margal como nuevo Jefe del Ejecutivo a pesar de la hosca oposición del sector intransigente. Se acordó que Pi propusiese los ministerios y que las Cortes votarían, uno a uno, a la persona que ocuparía la titularidad de cada cartera. Ese mismo día, ante las dificultades a que se enfrentaba para formar su equipo, Pi abandona el intento anunciando que se retiraba de la política.

Ante ese vacío de poder, los generales intransigentes Pierrard y Contreras intentaron un golpe en la capital para acelerar el proceso hacia el federalismo, pero la acción del Gobernador Civil de Madrid lo abortó.

 

Imagen extraida de wikipedia con este texto: Estados que componen la nación española según el proyecto de Constitución Federal de 1873. El mapa no refleja ni la Capitanía General de Filipinas ni los territorios en África, sino sólo las regiones que se hubiesen constituido Estados federados de pleno derecho.

En tan grave situación las Cortes llaman de nuevo al recién dimitido Figueras y le piden que vuelva y haga un gobierno con los hombres que crea convenientes. A Pi esto le sentó muy mal, pues vio que se le daban a Figueras unas facilidades que a él se le negaron. El 10 de junio se produce una tirante entrevista entre los dos políticos, hasta entonces grandes amigos[3], en la que don Estanislao se despidió de él con la famosa, aunque seguramente apócrifa, frase en catalán: «estic fins els collons de tots nosaltres[4]». Luego fue a su casa, le dijo a su mayordomo que le preparara su equipaje, tomó un tren en la estación del Norte y la siguiente noticia que se tuvo de él fue que estaba en la douce France. El ver volar los cuchillos por el aire en su entorno, acaso alguna enfermedad, su carácter apocado y la depresión por su reciente viudedad le debieron llevaron a tomar las de Villadiego sin consultar ni avisar a nadie.

El día siguiente Pi i Margall, que se desdijo de su retirada de la política, fue nombrado nuevo Presidente del Poder Ejecutivo de la República[5]. Por puro patriotismo aceptó que sus ministros los nombrasen las Cortes pero el resultado fue un gabinete formado por personas no excesivamente brillantes, pues algunos próceres rechazaron formar parte de ese gobierno[6]. Además, sus propios correligionarios desconfiaban de él, porque consideraban que tuvo algunas oportunidades, siendo ministro de la gobernación, de tirar por la calle de en medio y declarar la República Federal y no lo hizo.

Y el día 13 presentó en las Cortes un programa de gobierno que trataba de los principales problemas de la República; la guerra Carlista, la incuria del erario público, la guerra en Cuba y las desigualdades sociales. Ninguno de estos asuntos había mejorado durante el mandato de Estanislao Figueras.

A don Francisco Pi i Margall, gran santón del federalismo, lo que le pedía el cuerpo era ser intransigente, pero la razón le decía que debía instalarse en el centro. Pretendía, sobre todo, conseguir un estado de orden en la nación para después proceder a la descentralización. Es decir, crear el federalismo desde la élite, desde arriba, y no someter a la nación al dictado de las clases populares, desde abajo. Eso le llevó a una política de conciliación que no gustaba demasiado a los intransigentes.

Aunque el programa de gobierno que leyó en el Parlamento no cayó demasiado mal a los pesados de los extremistas, era evidente que la Nación vivía en constante descontento en cualquier ámbito profesional y social. que se analizase Pero donde más se veía era en el ejército, que a lo largo de la primera semana de junio sufrió frecuentes movimientos sediciosos, algunos cruentos, como ocurrió en Málaga, Sevilla, Granada, Vicálvaro, Aranjuez o Sagunto, ciudad esta última en la que la tropa se propasó a asesinar al teniente coronel de su unidad. Lógicamente, tan lacerante indisciplina llevaba a muchos militares a pasarse a las filas del carlismo.

Pero además, a la sombra de la falta de autoridad en la nación y acaso empujados por el ansia de federalismo, empezaron a aflorar algunos movimientos obreros de carácter más o menos violentos. Los internacionalistas de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), convocaron una huelga general en Alcoy que terminó con el incendio del ayuntamiento y más de una docena de muertos, entre ellos el alcalde[7].

Madrid hierve en constantes escaramuzas que obligan a cambiar al gobernador civil el día 17. Tres cuartos de lo mismo ocurre en Barcelona donde la población industrial se mueve más bajo las iniciativas del internacionalismo que pensando en el cantonalismo. El 12 de julio queda proclamado el Cantón Murciano, al que conocemos como Cantón de Cartagena[8]. Sevilla y Córdoba estaban, desde principios de mes, en franca insurrección que cristalizaría el día 18. Málaga, Cádiz… Toda Andalucía ardía de cantonalismo y entre el 17 y el 20 de ese mes se proclama el Cantón de Valencia (al que se suman otras 180 localidades)…

De todas formas, y a la vista de que no podía encontrar soluciones a los problemas básicos de la República, ante las críticas recibidas por los parlamentarios (recuerdo que en su inmensa mayoría republicanos federalistas como él), Pi plantea una cuestión de confianza a la Cámara.

El Parlamento le otorga la confianza por amplio margen (179 a favor por 49 en contra) y en consecuencia forma un nuevo gobierno bajo el lema “Orden y Progreso”. Esto no parece gustar demasiado al bando intransigente de su partido que, visto que además no se contaba con sus diputados para formar el nuevo gobierno, decide retirarse de las Cortes, en una nueva edición del “retraimiento”.

Pero con Cortes o sin ellas, con gobierno o sin él, el pistoletazo de salida de la carrera cantonal estaba dado. Continúan los actos de indisciplina militar en Leganés o San Sebastián y, al tiempo ya en muchos ayuntamientos aparecen “Comités de Salud Pública”, que no son sino el embrión de gobiernos autónomos formados de espaldas al Gobierno Central…

Al fin Pi reconoce su impotencia para sacar adelante la nación y el 18 de julio presenta su dimisión al Parlamento, El totem del federalismo, su máximo líder desde la Revolución Septembrina de 1868, había fracasado por culpa de… ¡Sus correligionarios!. La estrategia de conciliación suele aparejar finales tan tristes como este por la enemiga de las partes a conciliar. Algún político actual debería tomar nota.

En 5 meses, la República se había merendado 5 gobiernos y dos Presidentes del Poder Ejecutivo. Todo muy a la española.

 

 



[1] En Barcelona solo hubo un 27 % de participación; en Madrid un 21 %. En la circunscripción de Valmaseda (Vizcaya) un candidato alcanzó su escaño en el Parlamento Nacional con 97 votos.

[2] Los disidentes fueron Eugenio García Ruiz y Antonio Ríos Rosas, ambos republicanos unitarios.

[3] Figueras había trabajado  años en el bufete de Pi i Margall.

[4] Obsérvese que utiliza el pronombre “nosotros” (nosaltres), no “vosotros”. Es decir, no se queja de sus enemigos, sino de todos, incluido él mismo. Se queja del sistema.

[5] Recordaré que el puesto de Presidente de la República nunca se cubrió.

[6] Se cuenta que Castelar preguntó a Estévanez cuáles eran sus proyectos como posible Ministro de la Guerra para, según su respuesta, aconsejar a los suyos que le votasen o no. Estévanez le contestó que no tenía plan alguno porque nunca había pensado en esa cartera. Naturalmente, salió elegido ministro.

[7]  Se la llamó la “Revolución del petróleo”, por el combustible que usaron los revoltosos para sus aficiones pirómanas. El proceso subsiguiente duró 11 años y constaba de 30.000 folios.

[8] Estaba previsto que el Cantón comprendiese toda la provincia. El hecho de que, con el tiempo, sólo la Ciudad Departamental mantuviese la insurrección, hace que se le conozca como el Cantón de Cartagena.

 

viernes, 17 de marzo de 2023

¿REPUBLICA (monarquía parlamentaria) FEDERAL O UNITARIA ? Un debate muy actual

Mientras Figueras seguía en Barcelona enervando los ánimos exaltados, el  día 4 de marzo el gobierno, que recuerdo que era republicano federalista (aunque tascando el freno para adecuar el paso a una marcha sensata y legalista), presentó un proyecto de ley en el que se dictaban la normas y el calendario para las elecciones a diputados en las Cortes que habrían de debatir, y aprobar en su caso, la constitución republicana. Básicamente se establecía que las elecciones a las constituyentes serían los días 11,12 y 13 de abril y que deberían abrirse las Cortes el día 1 de mayo.

Al mismo tiempo se nombraba una comisión que asesorase en la formación de las nuevas Cámaras. Pero dicha comisión, de mayoría radical (o sea, no federalista), dictaminó para empezar que había que posponer las elecciones al 10 de mayo y la inauguración de las sesiones constituyentes al 1º de junio. Los federalistas, que eran quienes gobernaban, cedieron a fin de que la marcha no se detuviese.

El 9 de marzo el gobierno decide la creación de 80 batallones francos[1], formados por voluntarios, para terminar el conflicto carlista. La operación de reclutamiento, que duró un par de meses, fue un absoluto fracaso y no consiguió más que alistar a facinerosos, pordioseros o exconvictos, sin el más mínimo espíritu militar, indisciplinados y que ingresaban en los cuerpos solamente para cobrar el sueldo (1,50 pta/día). Muchos de ellos se alistaron en varios batallones a un tiempo para cobrar varios sueldos.

La idea era no utilizar a los soldados procedentes de las quintas para la guerra y usar estos cuerpos francos como fuerzas de infantería, pero la recluta fue tan desastrosa que los carlistas se percataron de ese error y pisaron el acelerador de sus ofensivas, lo que les permitió apoderarse de poblaciones importantes causándole al gobierno constantes e importantes derrotas. El Capitán General de Cataluña hubo de ser sustituido.

Por fin, tras el último debate que se había programado realizar antes de dar comienzo al período constituyente[2], la Asamblea Nacional quedó disuelta según el calendario previsto. Era el día 22 de marzo. Ahora  el gobierno tenía las manos más libres para actuar. Se nombró una Comisión Permanente parlamentaria que en teoría no sería más que un órgano consultivo, que quedó formada por 5 republicanos federales, 3 radicales (republicanos unitarios, pero en este caso del sector más pactista) y otros 3 moderados (monárquicos).

foto sacada del articulo del ABC cuya lectura recomienda el editor, para ver posibles paralelismos : El caos histórico del federalismo que defiende Sánchez: bombas y amenazas contra la unidad de España

 

Pero al pueblo le podía la urgencia. El día 30 una gran manifestación en Madrid parte del paseo del Prado y sube por la Carrera de San Jerónimo hasta la Puerta del  Sol[3] en demanda de la República Federal. Pi i Margall recibe a los organizadores reconviniéndolos porque, dice, habrían de ser las Cortes quienes decidieran si la República debería ser federal o unitaria, y manifestaciones como aquella solo servían para soliviantar los ánimos del enemigo. En realidad la manifestación, se quisiese o no, no era otra cosa que la puesta en marcha de la campaña electoral para las Constituyentes.

El proceso electoral dio pie a que se reajustasen las posiciones de muchas organizaciones y personas, pues la amplia dispersión del espectro provocaba que muchos partidos se solapasen con sus vecinos por sus extremos, lo que facilitaba el trasvase de un grupo a otro. Por su parte los radicales decidieron crear un partido republicano unitario, de base muy ancha, bajo la jefatura de Nicolás Salmerón.

Otra característica del período preelectoral fue la abundancia de rumores, todos ellos de mal agüero, que corrían entre la gente, referentes a golpes de estado, atentados contra la Constitución vigente aún y conspiraciones que tenían al pueblo soliviantado. En esas circunstancias la Comisión Permanente citó al gobierno para que el 23 de abril[4] explicase su actividad gubernativa. Pero no pudo ser.

Aquel día, en Madrid, varios batallones de Voluntarios de la Libertad[5], acérrimos republicanos unitarios, tomaron la plaza Mayor (“Batallón del Agua de Colonia”), la de las Vistillas (“Batallón del Aguardiente”) y la de Antón Martín (“Batallón del Aguarrás”), concentrándose el resto de las unidades de milicianos en la Plaza de Toros, que por entonces se encontraba en lo que hoy sería la confluencia de la calle Claudio Coello con Alcalá, junto a la puerta de ese nombre. Pretendían impedir el ya irrefrenable movimiento hacia la República Federal. 

El gobierno destituyó de inmediato al alcalde de Madrid, promotor de la revuelta, y envió al ejército contra los Voluntarios reunidos en la Plaza de Toros: 10.000 hombres y 24 piezas de artillería aplacaron el ímpetu de la sublevación. A la primera carga los Voluntarios se rindieron;  hubo algún muerto y se requisaron centenares de fusiles.

Pero durante esas horas, en el Congreso, los miembros de la Comisión Permanente no se atrevían a abandonar el edificio por miedo a las bandas de federales que, ya triunfantes, merodeaban desafiantes por los aledaños del edificio de las Cortes. Y esos grupos no solo enseñaban las uñas a los políticos radicales partidarios, como se ha dicho, de la República Unitaria, sino que también amenazaban a los políticos republicanos federalistas por no actuar con la celeridad que el pueblo deseaba.

Pi i Margall, que era el Jefe del Ejecutivo en funciones por baja del recién viudo Figueras, bien pudo en aquel momento, con el evidente apoyo popular, declarar unilateralmente la República Federal, pero prefirió dar prioridad a la ley y andar por el camino previsto por las Cortes. Sin embargo no desaprovechó la oportunidad y ese mismo día, por decreto, liquidó la Comisión Permanente quitándose un obstáculo de en medio.

Como consecuencia de estos hechos, los partidos de la oposición, alegando falta de garantías en el proceso constituyente, deciden no participar en él: es lo que se llama el “retraimiento”. Pero no solo bajaron los brazos los grupos más a la derecha, sino que también se apuntaron a ese retraimiento los obreros seguidores de la I Internacional; al menos los bakuninistas, porque los marxistas sí consideraban positiva la participación de los trabajadores en unas elecciones burguesas[6].

 

 



[1] Cada batallón, sobre el que mandaría un coronel, debía tener 600 hombres. El adjetivo franco se aplica a unidades militares irregulares, no adscritas al ejército, organizadas por personas o entidades no necesariamente militares (por ejemplo, los ayuntamientos) y mandadas con frecuencia por jefes no militares de profesión.

[2] Este último debate trataba sobre la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.

[3] En la Casa de Postas, lo que hoy es la sede del Gobierno Autonómico de Madrid, estaba el Ministerio de la Gobernación.

[4] En realidad el gobierno fue convocado el día 20, pero la comparecencia se pospuso hasta el 23 porque el 19 había muerto la mujer del Presidente del gabinete, Figueras.

[5] Los Voluntarios de la Libertad eran unidades de civiles voluntarios que se crearon tras la Revolución de 1868 para defender la Constitución de 1869, que era la que estaba en vigor cuando ocurrieron los hechos que se narran

[6] Precisamente, la participación o retraimiento en los procesos electorales burgueses, fue una de las causas de la ruptura entre Marx y Bakunin en el V Congreso celebrado el año anterior en La Haya.