lunes, 29 de diciembre de 2014

CUENTO DE NAVIDAD 2014





Daniel Acropopoulostegui (mitad vasco mitad griego, como el atento lector habrá inferido de su apabullante apellido) no era un chico bueno. No era bueno porque exhibía permanentemente una índole proterva y una catadura patibularia que acoquinaban al chispero más macareno y de más guapeza; y no era chico porque frisaba (como dicen los malos escritores) la sesentena.
Escribo en pretérito porque, supitañamente, un buen día se levantó bondadoso y abnegado. Igual que Gregorio Samsa al despertarse una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto, así nuestro Daniel amaneció de buenas a primeras longánimo y virtuoso.
¿Qué le había pasado para cambiar de forma tan abrupta su talante?
Sus más conspicuos biógrafos no se ponen de acuerdo, pero mayoritariamente se inclinan porque algo le debió impactar en las fiestas navideñas; en una de las fiestas navideñas, claro, pues ya había vivido otras siendo niño, mocete, mozo y maduro. Algo que sin duda se marcaría a fuego, indeleblemente, en sus escabrosas meninges.
En efecto, iba Daniel un día de nochebuena andando por la calle, tan gallo como solía, buscando alguna presa fácil de sus fechorías, cuando se le apareció san Astrolábido de Cuétara (confesor) que le dijo con voz lamentosa.
-Daniel, Daniel. Eres un sinfundamento y un vivalavirgen.
Oído esto por el bravucón, echó in continenti mano a una faca de cinco muelles y hoja como de a palmo que solía traer consigo para ejecutar cumplidamente sus barrabasadas y, sacando pecho y adelantando la pierna contraria, se la presentó al santo abierta la hoja mientras le señalaba con su incisivo ápice el corazón.

-¿Y tú quién eres para hablarme de tal guisa? ¿Quién, ¡Oh tú!, que vas vestido cual si fuéredes una de esas estatuas de las que se pueden ver en el teatro romano de Mérida?
Ahí llevaba razón Daniel porque, en efecto, san Astrolábido vestía una especie de blanca indumentaria, talar, enganchados los extremos del albo tejido sobre su hombro derecho por carmesí prendedor. Calzaba unas cáligas muy cucas para su edad (para la edad de las cáligas, me refiero) y llevaba, por lo demás, el bienaventurado, tomada en su mano diestra la palma del martirio.
-¿Qué quién soy yo? ¿¡Eh!? ¿Qué quién soy yo? O sea ¿Que vengo desde el Paraíso a salvar tu ánima empecatada y me sales con que no sabes quién soy yo? Pues ahora te vas a enterar.
Y girando sobre sí mismo mientras soltaba la palma martirial, tomó un extintor que por ignotas razones (y que, además, tampoco vienen al caso) estaba allí colgado de un poste de los de sacarse el papelito para aparcar y, asiéndolo por su válvula, le atizó un extintorazo al tío entre el maxilar y el temporal zurdo, que dejó a Daniel privado temporalmente de sus facultades sensoriales y de cuatro piezas dentarias, además de con los ojos haciendo juego con su túnica.
-¿Sabes ahora por fin quien soy yo? –preguntó san Astrolábido a su víctima, que yacía inerte en medio del arroyo, inclinándose amenazador sobre aquel cuerpo entre moribundo y amorcillado  -¿Eh? ¿Lo sabes ya, so listo?
-Si –respondió el matachín- Creo que eres la suegra política del teniente coronel don Antonio Tejero Molina padre, familia por vía materna del afamado cantaor de coplas Antonio Molina, el de “Soy minero”.
De donde me parece que no cuesta demasiado colegir que el pollo, en el momento de la respuesta, no había recuperado aún el rigor intelectivo (si es que alguna vez lo tuvo) tras el ignífugo castañazo.
-Pues bien; sírvate, Daniel, -continuó el belicoso santo- esto de lección. Como sigas por el crapuloso camino por el que transita tu desastrada vida, todas las nochebuenas verás cómo caigo por la Tierra y te aflojo un mamporro del tenor del que hoy has recibido. Así que ya lo sabes. ¡Hala!
Y san Astrolábido de Cuétara (confesor), cumplida acá la misión que se le había encomendado, se volvió al Paraíso (o allá).
Naturalmente que, coincidente con la posición de muchos de sus biógrafos, soy también de la opinión de que los argumentos del santo debieron llevar a Daniel a cambiar su actitud. La cierto es que, fuere por esta causa u otra cualesquier, Daniel se levantó el día 25 de diciembre con la cara como diseñada por Miró, la piñata mellada, un terrorífico dolor de cabeza y, eso sí, bondadosísimo. Un milagro como Dios manda, sin duda alguna.
Y se me preguntará: ¿Y esto por qué es un cuento de Navidad?
Pues muy fácil; porque todo ocurrió, como suso tengo avisado, un día de Nochebuena y porque, además, si eres despierto (que a veces me asltan crueles dudas), te habrás percatado de que los extintores, como es sabido, tienen el mismo color que el traje de Papá Noel.
Y, sobre todo es un cuento de Navidad por una cosa más, acaso la más importante: porque lo he escrito solamente para aprovechar el viaje y hacerte llegar mis gordísimos deseos de que pases unas fenomenales fiestas conmemorativas del dos mil catorce aniversario, que se dice pronto, del feliz Nacimiento del Niño Jesús en el Portal de Belén.
La memez que acabo de escribir va solamente dedicada a la gente a la que quiero, ergo, si la has recibido, tú formas parte (acaso para tu desgracia) de ese grupo.  Y, por ello, te envío un abrazo muy fuerte y todo mi cariño.
¡Ah! Y feliz salida y entrada… de VISA en la ranura del cajero.
Canel.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

ALGÚN COMENTARIO A LA MANZANA DE ADÁN Y EVA




De niños aprendimos que nuestra madre Eva se dejó tentar por la serpiente, comió del fruto prohibido y dio a comer de él a Adán; ese fue el pecado original (no el comer, sino el violar la prohibición). Pero la gente de mi generación aprendió también que ese fruto era, en concreto, una manzana. Acaso no nos lo enseñaron y se nos quedó la idea sólo observando la iconografía clásica, pero lo seguro es que, para muchos de nosotros, era una manzana como una casa.
Pero acudamos a la Biblia. Según ella Dios dijo a Adán (Eva no había sido aún creada): “Puedes comer de cualquier árbol del jardín, pero no comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que comieres de él morirás sin remedio” (Gn 2, 16). Ni manzana ni  fruto alguno.
Más adelante leemos que la serpiente dijo a Eva: “¿Cómo os ha dicho Dios que no comáis de ninguno de los árboles del jardín?” (Gn 3, 1). Curiosamente el narrador da por supuesto, ya que no nos lo cuenta, que sabemos que Adán le había comunicado a Eva la prohibición, pues la serpiente le habla como si ella ya lo supiese. Observamos que sigue sin mencionarse ni la manzana ni otro fruto.
Responde Eva: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis,… ” (Gn 3, 3-4). Aquí aparece por primera vez la palabra “fruto”, pero no “manzana”.
De nuevo toma la palabra el narrador: “Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer (…) tomó de su fruto y comió. Después dio también a su marido” (Gn 3, 6). O sea, que sigue sin aparecer la manzana. Una curiosidad: este versículo utiliza la palabra “tomar”, pero en la versión Nácar-Colunga de la Biblia se usa el verbo “coger”, lo que sorprende porque parece que de esa forma se deja de lado a la Iglesia de Hispanoamérica, en muchos de cuyos países tal verbo tiene un significado no precisamente  sinónimo a “tomar”.
En el siguiente diálogo también falta la manzana. Pregunta Dios a Adán: “¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” (Gn 3,11). Y, tras una leve inquisición y maldecir a la serpiente, se dirige de nuevo a Adán: “Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te prohibí comer…” (Gn 3, 17). Y termina el episodio con un Dios tonante: “¡Resulta que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue la mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él, viva para siempre.” (Gn 3,22). Como se ve, nada de manzanas o frutos de ningún tipo.
Con respecto al llamativo sintagma que Dios profiere de “como uno de nosotros”, se comprenderá que es material altamente combustible para los aficionados al realismo fantástico que, inmediatamente, en lugar de ver a un Dios, contemplan uno de entre varios extraterrestres llegados a la tierra no se sabe muy bien a qué. La exégesis católica considera que Dios, en este párrafo, ironiza y habla consigo mismo.
Y aquí, junto con el paraíso terrenal, desaparece, desde luego sin manzanas, el árbol de la ciencia del bien del mal para todo el resto de la Biblia.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

CALLE DEL HOMBRE DE PALO


Carlos I de España y V de Alemania, llevaba en su séquito a un ingeniero conocido por la Historia como Juanelo Turriano o, simplemente, Juanelo.
Este técnico, entre muchos inventos, ideó un sistema para subir el agua desde el Tajo a la ciudad. No está claro cómo funcionaba el sistema, que se conoce como el “artificio de Juanelo”, aunque, probablemente, se trataría de un tornillo “sinfín” movido con la fuerza de la corriente del río. Turriano construyó en Toledo dos de estos artificios; uno de ellos se instaló en el Alcázar (y nunca lo cobró) y el otro en algún otro punto de la ciudad a costa del municipio.
Como era  aparejador de la Catedral, nuestro hombre tenía derecho a una ración diaria de pan, carne y sal. Pero había un problema; trabajaba en la orilla del río con los artificios y, sin embargo, debía ir a retirar su pensión alimenticia diaria al Palacio Arzobispal, con lo que perdía mucho tiempo.
Pues bien; fabricó un autómata de madera que “sabía” hacer el recorrido entre su casa y el Palacio Arzobispal y vuelta, de manera que o él o el ama que tenía de servicio, ponían al robot en la puerta de la vivienda y, para pasmo de propios y extraños que venían incluso desde poblaciones lejanas para ver el espectáculo, salía andando sin ayuda hasta las dependencias de la catedral con un zurrón en el que los encargados de la intendencia diocesana echaban la ración que correspondía a Juanelo. Luego el autómata se daba la vuelta y regresaba al punto de partida.
Los toledanos, que llamaban al muñeco Don Antonio, en homenaje a este casi milagro (estamos a mediados del siglo XVI), llamaron a la calle que recorría el maniquí andante, calle del Hombre de Palo (hombre de madera) y aún hoy subsiste en la Ciudad Imperial con ese nombre.

viernes, 24 de octubre de 2014

EL FUNDADOR DE LOS MORMONES: Joseph (“Joe”) Smith Jr


La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, nace un 6 de abril de 1830 cuando su fundador, Joseph (“Joe”) Smith Jr., no tiene más que 25 años. Joe, que era un chico de escasa instrucción, pregona  una doctrina influida por los metodistas, aunque no exenta de brochazos de comunismo, fetichismo,  hebraísmo, islam, maniqueísmo…
Joe afirma que a los 14 años tuvo una visión que le llevó (guiado por un ángel) a descubrir enterrado el “Libro Mormón”, que narra la historia desde 2200 años antes de Cristo, según la cual el patriarca judío Jared se estableció en los Estados Unidos. 
Ya en tiempos de Jeremías un judío de Jerusalén, Lehí, llegó a ese territorio con su familia, en una barca, fundando una gran tribu. Los dos hijos de Lehí tomaron el control cada uno de una parte de la tribu, enfrentándose durante siglos. Por malvados, los de Neftí fueron derrotados, pero como los de Laman no eran mejores, Dios les castigó convirtiéndoles en… ¡indios!
Para el 420 a. C., de todo aquel conflicto no quedaba más que un superviviente, un tal Mormón que fue quien dictó el libro de oro que Smith encontró enterrado.
Cristo visitó los EEUU después de su resurrección, antes de ascender al cielo. Allí predicó a la multitud, escogió doce apóstoles y fundó la iglesia de los Santos de los Últimos días. Como vimos, ya en 1830 la nueva religión emerge a la luz pública.
Bueno, pues con estos mimbres, y las influencia externas indicadas, Joe lanza su secta y empieza a tener seguidores. Pero su vida parece un poco alejada de lo que se supone que debe ser la de un líder religioso.
A principios de 1831 es expulsado de Kirtland (Ohío), embreado y emplumado, sufriendo la pena (y la rechifla) destinada a chorizos de poco nivel (descuideros, tahúres…). Algo después crea una Caja de Ahorros ilegal. Desde luego aquello fracasó y en 1838 la justicia quiere echarle mano. Joe escapa al estado de Missouri, pero de ahí también es expulsado por indeseable. Por entonces empieza a transmitir a sus seguidores sus “visiones” y sus profecías que, al no resultar cumplidas, producen grandes discusiones, incluso armadas, entre sus adeptos.
Pronto se reveló que el fin último de Joe era someter a los Estados Unidos a su voluntad. El propio T. B. Marsh, presidente de un consejo consultivo mormón llamado “Los 12 Apóstoles”, ratificó en marzo de 1838 que, en efecto, el plan de Smith era dominar su estado, luego todo el país y, por último, el mundo entero. Marsh también afirmó haber oído decir a Smith Jr. que “sus profecías eran superiores a cualquier ley de la tierra".
En 1839 funda la ciudad de Nauvoo, en Illinois. Parece que allí perdió la cabeza. Se autonombró teniente general, alcalde, miembro del consejo y de la corte municipal, sumo sacerdote, vidente, profeta, juez y traductor "divinamente inspirado". Joe, además, se postuló como candidato a la presidencia del país, comisionando a 2.000 agentes para su campaña.
En 1843 en Nauvoo tiene una revelación que le descubre las bondades de la poligamia que él ya practicaba, pues llegó a tener 46 mujeres (otros lo reducen a “sólo” 30), algunas solteras, otras casadas previamente e incluso una niña de 13 años.
En el periódico que edita en Nauvoo, publica artículos antiamericanos. El gobierno le avisa de que se lo va a cancelar y él lo destruye echando luego la culpa de los destrozos a sus enemigos. En su demencia declara la guerra a su propio país y el gobierno federal, claro, le encarcela, permaneciendo en prisión acusado de falsificación, desfalco, encubrimiento y fuga; le acompaña en chirona su hermano Hyrum.
Pero en Junio de 1844, doscientos indignados ciudadanos se presentan en la cárcel de Cartago (Il.) y, aunque Joe se defendió pistola en mano, ambos hermanos murieron linchados, harto el pueblo de tan indeseable personaje.

martes, 14 de octubre de 2014

NO ES ONANISMO


El término “onanismo” es sinónimo de “masturbación”. Esto no sólo es del dominio público sino que, además,  así lo recoge el Diccionario de la RAE. Además, onanisme en francés, onanism en inglés y  onanie  en alemán, también se traducen por “onanismo” y, por tanto, como “masturbación”.
Onán fue un personaje bíblico de cuya actitud sexual con su cuñada viene la palabra referida aunque, como veremos, dicha actitud poco tiene que ver con la acepción académica de que hemos hablado antes.
Judá, uno de los doce hijos de Jacob, tuvo de la cananea Sué tres hijos: Er, Onán y Sela. El primogénito, casó con Tamar, pero “fue malo a los ojos de Yavé, que le hizo morir” (Gn 38, 7), así que esta Tamar quedó viuda.
Estaba en vigor entre el Pueblo de Dios la llamada Ley del Levirato (del latín levir = cuñado) que prescribía que, en el caso de hermanos que vivían en el hogar paterno, cuando el primogénito moría sin descendencia, el superviviente mayor se obligaba a tomar como mujer a la viuda y darla hijos. Los así nacidos llevarían el patronímico del difunto.
Contaré algo más de esta ley porque es muy pintoresco. Si el hermano vivo se negaba a convivir con la viuda, ésta se quejaría ante los ancianos de la ciudad. Y si el tío persistía en su negativa, ella, al renuente, “le quitará la sandalia de su pie, le escupirá y pronunciará estas palabras: Así se hace con el hombre que no edifica la casa de su hermano. Y se le llamará en adelante en Israel casa del descalzado” (Dt 25, 9-10).
Bueno, pues Onán, acatando órdenes de su padre y cumpliendo con dolo la ley del Levirato, se acostaba con la viuda. Pero, sabiendo que la prole que generase no sería suya, practicaba el denominado coitus interruptus.  No se sabe mucho más de Onán pues a él, por malo, también le mató Yavé.
Si onanismo es lo que hacía Onán, se admitirá que la expresión adecuada sería lo que hoy se llama, utilizando un sintagma más bien poco glamouroso, “bajarse en marcha”. Nada que ver con la masturbación.
Para no dejar flecos diré que la historia de Tamar es sensacional. Se quejó ante Judá por el comportamiento del segundogénito y el patriarca le pide perdón y le ruega que se quede con ellos mientras crece su tercer hijo, Sela. Pero pasó el tiempo y Judá olvidó organizar la tercera unión de Tamar.
Entonces, para conseguir descendencia de su difunto marido dentro de la casa de Judá, Tamar se disfraza de ramera y consigue que su suegro, ignorando quién es, yazca con ella trocando así la ley del levirato por una inventada “ley de la suegrez”. De este único encuentro sexual nacieron dos hijos gemelos de los que, el que salió del claustro materno en primer lugar, Fares, forma parte de la genealogía de Jesús y es antepasado suyo.
Bueno. Tal vez la identificación entre la actitud de Onan y la masturbación venga de que la Iglesia asimiló esas dos actitudes, ya por el infructuoso desperdicio del semen, ya por la práctica del sexo sin buscar la procreación.
Por su parte, la ley del levirato se basaba en dar a la mujer no sólo el amparo suficiente en su viudedad por parte del cuñado, sino también en proporcionarle hijos que, sin duda, constituían un bien social para aquellas tribus endogámicas y con fuertes sentimientos de clan.
Todo parece indicar que Onán fue demasiado calculador. La muerte sin descendencia de su hermano mayor, Er, le confería a él, que no era más que el segundo, la primogenitura. Pero siguiendo la línea agnaticia, si Er “tuviese un hijo” después de muerto, al ser el recién nacido el primogénito del primogénito, se convertiría en el heredero de Judá, quedando relegados Onán y su prole, de nuevo, al puesto de segundones. Ello explicaría la negativa de Onán a “colaborar” en que Tamar tuviese unos hijos que, con el tiempo, serían sus rivales ante la herencia del abuelo Judá.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA DRAMÁTICA LLEGADA A ESPAÑA DE AMADEO DE SABOYA

Tras la Revolución de 1868, llamada la “Septembrina” o la “Gloriosa” (no se sabe bien por qué), Isabel II sale de España y el poder queda en manos de un gobierno provisional presidido por el general Serrano.
Se convocan unas Cortes Constituyentes que deciden que España será una monarquía constitucional. Muy bien, pero… ¿Y el rey? ¿De dónde sacarlo?
El general Prim sufre dos dos fobias; una a los borbones en general (en una ocasión dijo “¿Borbones? ¡Jamás, jamás, jamás!”); la otra a un chico de 11 años que con el tiempo será Alfonso XII, así que la búsqueda se hace casi imposible. Sin embargo, después de diversos tanteos, el 13 de octubre de 1870, recibe la aceptación para el cargo de D. Amadeo, de la dinastía de Saboya, hijo del rey de Italia Víctor Manuel II,
El 16 eligen las Cortes a Amadeo como nuevo monarca, en una votación parlamentaria en la que obtuvo 191 votos, mientras 63 fueron a diversas modalidades de república y 39 a otros posibles reyes. 29 diputados no asistieron por diferentes razones, 4 estaban enfermos y 19 votaron en blanco. Desde tiempos de los godos, no sucedía el que un rey ocupase el trono de San Fernando por la fuerza de los votos y no por la de la dinastía.
El 25 de diciembre Amadeo embarca hacia España en la fragata “Numancia” (el primer buque acorazado que dio la vuelta al mundo), que le esperaba en  La Spezia. El 30 avistan Cartagena, pero algo debe suceder en tierra porque, a pesar de que el barco español enarbolaba el estandarte real, desde puerto no se lanzan las salvas de ordenanza.
El práctico que sube a bordo cuenta a Amadeo y a los 8 diputados que le acompañaban que Don Juan Prim, el casi único valedor eficaz del nuevo rey, en la noche del 27 sufrió un atentado y ahora está malherido. Cuando el “Numancia” atraca sube a bordo el almirante Topete que ratifica las noticias. Amadeo, contrastando con su buena planta, está pálido.
No conocía más que a una docena de españoles entre los que no se encontraba Prim. Venía a nuestro país a sabiendas de que la mayoría de los españoles y una parte importante de los diputados y de las fuerzas vivas, no le querían aquí. Pero contaba con la garantía que Prim le daba de que él se haría cargo de todo y en poco tiempo sería bien aceptado generalmente.
Permaneció Amadeo en Cartagena un poco a la expectativa, pero cuando a las 5 de la madrugada del 31 se entera de la muerte del general, toma a las 7 de la mañana el tren hacia Madrid a donde llega, por causa de la nieve, casi 39 horas después.
Ya en la capital, el desdichado Amadeo, que no hablaba español,  realizó su primer acto de gobierno: visitar en la basílica de Atocha el cuerpo exánime de la única persona en España que tenía fe en él. No me quiero ni imaginar el terror que, internamente, debía sufrir por su porvenir.
Por lo demás, harto de la belicosa actitud de las diversas facciones políticas españolas, también de los desprecios y feos que se le hacían, abdicó en febrero de 1873. Después de más de 2 años de reinado, no consiguió más allá de un par de amigos hispanos.

lunes, 22 de septiembre de 2014

LA NOCHE OSCURA


Las cotas de lirismo, espiritualidad y belleza que alcanza la poesía de San Juan de la Cruz, simplemente dan vértigo. Al menos a mí me lo dan.
“La noche oscura”, que es un prodigio que se debería enseñar en las escuelas, utiliza la imagen, no inhabitual en aquella época, de un encuentro amoroso entre la amada (el alma) y el amado (Cristo). Todo es muy sencillo: ella, que lo narra en primera persona, sale subrepticiamente de su casa, localiza a su amante y se une a Él. San Juan de la Cruz ha contado todo esto en sólo ocho liras: en cuarenta versos.
La estrofa en la que se narra el momento culminante de la unión, no puede ser más bella y es toda una exaltación de la “reinvención” del platonismo propia de la época, que se refleja en aquellas palabras de Calixto en “La Celestina”: “Melibeo soy…”. En “La noche oscura” se lee:
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

Pelicula de la gran interpretacion de Juan Diego de la Pelicula de Saura de 1989
Desde luego yo creo que toda una sensacional experiencia literaria (y acaso mística) es leer la poesía entera, primero con una perspectiva espiritual y, después, con otra terrenal. Es subyugante comprobar cómo San Juan de la Cruz describe a un tiempo y con las mismas palabras, la fuga de una mujer para entregarse al amor carnal con su enamorado y el ejercicio místico, y como digo neoplatónico, de la  fusión de alma por amor con Cristo mismo.
Pero claro, en aquellos tiempos (San Juan de la Cruz murió en 1591) había cosas que los eclesiásticos no debían contar. De hecho esta poesía, bajo el título, contienen la siguiente nota: “Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual”.
Tan largo subtítulo para tan corto poema parece dirigido a prevenir a quien se acerque a la obra, de que no ha de interpretarse desde el punto de vista terreno. Intenta decirle al lector incauto: “¡Ojo! No te equivoques, esto va del alma, no del cuerpo”.
Pero el inquisidor, el censor o quien fuese (quizás sólo fue un error), hizo algo más cambiando una sola letra.
En las estrofas finales, las que reflejan la gozosa lasitud de los amantes posterior al momento cumbre de la efusión, y fusión, amorosa, que yo, particularmente, considero las más sugerentes, San Juan de la Cruz escribe:
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía…
Los versos no exigen mucha explicación. La amada, que como he dicho  escribe en primera persona, acabado el lance, nos dice que, cuando corría una brisa en lo alto, ella jugaba con el cabello de su amante (con toda evidencia ¿verdad?) metiendo, sin duda, sus dedos en la maraña de pelo de su hombre y, tal vez, raspando levemente con sus uñas su cuero cabelludo.
¿Y qué hizo el pudoroso copista para enervar el erotismo de ese momento? Sólo sustituir una “o” por una “a”. Así que en algunos textos se lee:
El aire de la almena,
cuando ya sus cabellos esparcía…
Ahora ya no era la amada quien, en sugestiva imagen, acariciaba la cabeza de su amante despeinándole; ahora, por una sola vocal, quien hacía eso, intranscendentemente, era el aire de la almena.
Una pena ¿No?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA MUERTE DE “PACO”

“Paco”, a pesar de lo que su nombre pudiera indicar, fue un perro callejero madrileño que, hacia finales del siglo XIX, fue prohijado por la más alta sociedad de la Capital.
Era frecuente verle en tertulias, restaurantes de moda (se dice que dormía en el Café Fornos), teatros, bailes, soirées y saraos. Por ser un importante protagonista de las crónicas de sociedad de la época, su fama traspasó la clase social en la que se movía y todo el mundo le conocía en la Villa y Corte. Aparecía en letras de cuplés y de coplillas; se le permitía la entrada a todos los locales “in” de Madrid y la gente, cuando le veía paseando galbanero por las calles, se agachaba a hacerle alguna carantoña.
Pero lo que le gustaba de verdad a Paco eran los toros. Se sentaba en una localidad del tendido 9 en el coso que por entonces estaba en el solar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes y, terminada cada faena, “Paco” solía saltar a la arena, daba unos brincos acá y acullá y, en cuanto sonaban clarines y timbales anunciando la salida del siguiente toro, muy urbano, el perrito se retiraba a su localidad.
Pero el viernes 21 de junio de 1882 las cosas pasaron de otra manera. “Pepe el de los Galápagos” estaba en el ruedo intentando matar un novillo. Pepe tenía taberna abierta en la “Red de San Luis”, que era el punto de cruce de las dos calles que hoy conforman la Gran Vía con las de  Fuencarral, Hortaleza y Montera. Su singular nombre artístico provenía de que, frente a su taberna, estaba la Fuente de los Galápagos, que luego pasó a la plaza de Santa Ana y aún hoy se puede ver en el parque del Retiro.
Pepe, como digo, andaba intentando pasaportar al novillo pero parece que no era su día de suerte. Aburrido “Paco”, saltó a la arena y comenzó a dar vueltas alrededor de toro y torero ladrando a ambos mostrando su disgusto con la penosa interpretación que “el de los Galápagos” hacía de la suerte suprema. Pepe lo apartaba ora con el pie, ora con la muleta ora con el estoque, pero “Paco” seguía terne en su actitud de espectador defraudado.
No pudiendo alejar al perro, y quizás furioso por su fracaso, el diestro asestó una estocada al can en todo lo alto que ojalá, se dijo el público, se la hubiese propinado con el mismo tino al cornúpeta que tenía enfrente.
¡Bueno, bueno! Al respetable se le olvidó que lo era y quiso linchar al lidiador, pero gente moderada impuso la paz y Felipe Ducazcal, un agitador político profesional, fundador de la “Partida de la Porra”  y contertulio de “Paco” en Fornos, se llevó al perro a un veterinario que nada pudo hacer por la vida del chucho que, al poco tiempo, entregó el espíritu (¿).
Fue disecado y, tras pasar algunos años en una taberna madrileña, fue dado a la tierra en algún lugar del Retiro, aún pendiente de localizar.
Requiescat in pace, “Paco”, hijo de mi corazón.

martes, 16 de septiembre de 2014

¡BUENA LA QUE SE VA A ARMAR! La inutilidad autista del general Juan Carlos Aréizaga


El general Juan Carlos Aréizaga había tomado el mando del Ejército de la Mancha el 23 de octubre de 1809 sustituyendo al general Eguía, depuesto por la Junta Central de Cádiz. Con unos efectivos de 51.968 infantes combatientes, 5.776 jinetes, algunas unidades menores de zapadores y 35 cañones, este Ejército era la más importante masa de maniobra que el ejército de España podía presentar contra las tropas napoleónicas.
El 19 de noviembre, tras tomar los hombres de Aréizaga posiciones en Ocaña (Toledo), quiso el general ver con sus propios ojos la maniobra del Ejército napoleónico que, bajo el mando del mariscal Soult se desplegaba al norte, en las cotas más bajas de la ribera del Tajo en Aranjuez.
Subió el general a un campanario y, catalejo al ojo, dio un vistazo al enemigo que había puesto sobre el terreno a 40.000 infantes, 6.000 caballos y una buena fuerza artillera. Además, para mandar la operación, el propio rey José I Bonaparte se desplazó desde Madrid al teatro de operaciones.
Cuando bajó de la torre, el jefe del Ejército de la Mancha venía sin color.
-Mi general –preguntó algún ayudante pelota- ¿Hay alguna noticia buena?
-¿Buena? –Contestó Aréizaga demudado- ¡Buena la que se va a armar!
Y de ahí no se le pudo sacar. Se inició la batalla y él, como un autista, repetía obsesivo la frase olvidándose de impartir órdenes. La broma costó a su ejército 4.000 hombres entre muertos y heridos, unos 15.000 prisioneros, gran cantidad de piezas de artillería y casi todo el tren logístico. Los franceses, por su parte, no tuvieron más allá de 2.000 bajas. Ni que decir tiene (no olvidemos que esto sucedía en España) que el general Aréizaga fue felicitado por la Junta gaditana.
Pérez Galdós, en “Gerona”, uno de sus Episodios Nacionales, le menciona y le califica como un “hombre nulo en el arte de la guerra, en cuya cabeza no cabían tres docenas de hombres”.