viernes, 28 de diciembre de 2012

FERNANDO VII Y SOLÁN DE CABRAS




María Amalia Josefa Beatriz de Sajonia, la tercera mujer de Fernando VII, era, en el momento de su boda (1819), sólo una niña a quien faltaban dos meses para cumplir los 15 años. El connubio no tenía otro fin, claro, que conseguir un heredero para la corona española. Preferentemente varón.
Hacia 1826 llegaron noticias a Palacio de que las aguas del balneario de Solán de Cabras (Beteta, Cuenca) actuaban de forma casi milagrosa sobre la fertilidad femenina. La misma nuera del conde de Torremúzquiz, que era un destacado cortesano, podía dar testimonio de ello.
Como se pensaba que la falta de generación real se debía a la esterilidad de Dª. María Amalia, se decidió llevarla al mencionado manantial en donde, con gran probabilidad, la “toma” de sus aguas solucionaría los problemas ginecológicos de ella y los dinásticos de todos los españoles.
LOS REALES BAÑOS DE SOLAN DE CABRAS Y LA JORNADA DE FERNANDO VII Y DE AMALIA DE SAJONIA EN 1826 - VI (Libros de Lance - Geografía y Viajes)
El viaje entre Guadalajara y Beteta, 145 km, es aún hoy, con coches modernos y carreteras asfaltadas un auténtico tormento en el que no es fácil superar los 70 km/h de media, así que en 1826, en pleno mes de julio, por un camino de tierra poco utilizado, lleno de piedras y polvo, con un traqueteo incesante, bajo un sol inclemente y a temperaturas infernales, estaba siendo inhumano.
En cierto momento el rey, goteándole el sudor por el rostro, se asomó por la ventanilla del coche real y dirigiéndose al oficial de la Guardia que cabalgaba junto al vehículo le dijo:
-Me parece que de este viaje vamos a salir todos preñados. ¡Todos… menos la reina!
La pobre María Amalia murió 3 años después sin que las aguas de Solán de Cabras (ni el atroz traqueteo) hubiesen dado el resultado esperado.




HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXX
20.12.12

miércoles, 26 de diciembre de 2012

CUENTO DE NAVIDAD


Como otros años, te felicito las fiestas navideñas con un emotivísimo cuento de Navidad. Ahí va:


Andaban despacio, descorazonados,  cabizbajos… Nevaba. El odiado paro se había abatido sobre ambos con todo su abrumador peso.
-Yo no sé qué va a ser de nosotros Machín.
-Desde luego. Dos mil doce años trabajando para ellos y mira ahora; de golpe, de patitas en la calle.
-Chico, yo no sé. No creo que haya sido culpa de San José. Era un buen tipo, algo chapado a la antigua pero un buen tipo.
- Y luego va el Benedicto ese y dice que si tal y que si cual. Pero vamos a ver ¿No era teólogo? Pues que se dedique en sus teologías y a nosotros los animales que nos deje en paz. Y ellos, nada: a obedecer al papa. Te digo, Cascabela, que eran unos santurrones. Había que oírlos; ¡todo el día hablando de Dios!
-Bueno, Machín, compréndelo. Es que Dios era familia del Niño Jesús. Es como si tú fueses familia de Rodríguez de la Fuente; estarías todo el día hablando de él.
Ambos callaron mientras seguían su camino hacia ningún sitio.
Machín era buey “colorao” bien gordo, bien cornudo y con ricitos en la testuz. O sea, como debe ser todo buey que se precie. En realidad su nombre de pila era Machote, pero tras su emasculación perdió gravedad en la voz y los mugidos le salían como aflautaditos, así que la gente le degradó de Machote a Machín.
Cascabela, por su parte, era una lustrosa mula torda, corta de crin y con una culata bien redonda y sólida que era la envidia de las otras acémilas de la cuadra. Tenía además unos ojos  oscuros y almendrados, muy atractivos y de largas pestañas. Y eso que no se las pintaba porque, como los solípedos no tienen dedos, no podía coger el cepillito del rímel. Era terca de carácter, eso sí, porque era de Borox, aunque también muy simpática (acaso por la misma razón).
-Lo malo es que ahora con dos mil dieciocho años que tengo no sé quién me va a coger para trabajar –rompió el silencio Cascabela- ¿De qué viviré en adelante?
-Y encima Herodes, con esto de la crisis, no hace más que recortes y seguro que no cobraremos más de cuatro dracmas en el paro.
-Me veo sin porvenir. En fin, con suerte puedo terminar dando vueltas con una noria.
-Feliz tú, porque a mí lo más fácil es que, en cuanto me vean por ahí, me den matarile y me vendan en chuletas. No sé yo qué es mejor.
- Ni yo.
Se volvió a hacer el silencio entre ellos. Andaban abstraídos en sus pensamientos cuando, de pronto, una luz blanquísima y brillantísima les deslumbró cegándoles.
Cuando al poco tiempo recuperaron la visión, ante ellos se encontraba un varón bellísimo vestido con una túnica azul cielo y que llevaba una varita en la mano.
-No temáis –dijo con voz algo engolada-. Soy San Aligústrato taumaturgo y vengo de parte de Dios Padre a solucionar vuestros problemas. A ver ¿qué os pasa?
Ellos le expusieron sus dificultades, quejándose del trato injusto de sus patronos después de tantos años con ellos. Ahora no veían una solución terrenal, pero pidieron a San Aligústrato que, ya que era taumaturgo, hiciese un milagro y les proporcionase una forma de vivir digna y, en lo posible, que no estuviesen muy separados el uno del otro, pues eran ya muchos años estando juntos en el portal.
Caviló un poco San Aligústrato y de pronto el rostro se le iluminó:
-¡Ya está! Os puedo convertir en el matrimonio Obama.
Se negaron rotundamente. Para mí que fue por el color de la piel de los Obama (el colmo hubiese sido llamarse Machín y ser negro), pero lo disimularon alegando que no podrían formar matrimonio porque ella era mula y él buey y sería algo contra natura.
La verdad es que rechazaron todo lo que les propuso San Aligústrato. No les gustó ser Karmele Marchante y Mariñas, ni Pepiño Blanco y María Teresa Fernández de la Vega, ni Casillas y Sara Carbonero, ni la Merkel y Durao Barroso… (el tío no les ofreció ser Brad Pitt y Angelina Jolie, que seguro que hubiesen dicho que sí).
-Bueno, chicos. Yo no puedo brindaros más oportunidades.
-Pues yo –respondió muy digna Cascabela- prefiero vivir en la indigencia a aceptar lo que nos has propuesto hasta ahora.
-Eso –ratificó el buey que, como tal, era bastante cachazas.
-Pues entonces yo ya he terminado con lo que venía a hacer, así que me abro.
Y levitando un poquito movió la mano en señal de despedida y se diluyó en el éter ahora ya sin deslumbramientos ni ninguna otra de esas alharacas que tanto gustan a los seres celestiales.
Antes de volver al cielo San Aligústrato se pasó por el Portal de Belén y comunicó al Niño Jesús el resultado de su gestión: fracaso total.
Inmediatamente el Niño Jesús, saltándose a Dios Padre, llamó a San Pedro, que era el Consejero Delegado del Cielo, y le preguntó.
-A ver ¿Qué pasa con Cascabela y con Machín?
-Pues nada, que están muy quejosos porque San José, siguiendo las consignas del chico este, Benedicto, les ha echado del portal de un día para otro.
-Bueno, pues eso me lo tienes que solucionar, no sólo porque es de justicia sino porque no me quedaba más que ver cómo los pobres se nos vuelven rojos.
-No fastidies Maestro.
-Tú verás. Bueno, soluciona este asunto con urgencia.
San Pedro llamó al Arcángel San Gabriel, que era el subsecretario del Cielo y le contó lo que ocurría. Pero Gabriel se quitó un poco de en medio.
-Yo creo que quien puede tener la solución –dijo el arcángel patrón de los diplomáticos- es San Vicente Ferrer, que es el jefe del negociado de milagros.
- Pues ¡hala!; habla con él.
Fue a buscarle y le encontró preparando una paella de pollastre.
-¡Vicentet!
-Dime Gabriel, hijo.
El arcángel San Gabriel, con cara de preocupación, le puso al tanto de cómo estaban las cosas en la Tierra con  Cascabela y Machín.
-Y lo peor es que Jesús se teme que se puedan volver rojos.
-¡Non fot…! ¡Huy, casi se me escapa! Perdona, que en el cielo no se puede decir tacos. Bueno, no te preocupes, creo que tengo la persona adecuada. Además ahora está en racha y hace unos prodigios inefables. Le voy a dar las instrucciones correspondientes.
La mula y el buey, cada uno por su cuenta y sin decírselo al otro, rezaban al Niño Jesús para que les echase una manita en aquel trance cuando, de pronto…
 -¿Qué es eso que viene volando? –preguntó sorprendida Cascabela.
-Parece un ángel pero… pero… No puede ser. Tiene las alas rojas y blancas.
-¡Santo Cristo de Lezo! -profirió la mula- Pero si es… ¡El arcángel San Falcao!
-El ser más milagroso del Paraíso –apoyó Machín.
El arcángel San Falcao, mientras los semovientes intentaban recuperarse de su sorpresa, había aterrizado con suavidad junto a la pareja.
-Paz a los bichos de buena voluntad –proclamó con cierto acento sudamericano.
Y prosiguió.
-Vengo a ofreceros algo a lo que no renunciaréis. Os voy a convertir en los caballos de mar que tiran de la carroza en el monumento que hay en Madrid dedicado a Neptuno.
-Bueno ¿Y ahí qué se hace?
-Nada. Se espera uno a que el Atleti de Madrid gane un Campeonato y ya está.
-No parece muy cansado ese trabajo –dijo Machín.
-Desde luego –corroboró apenado San Falcao-. Más descansado de lo que te imaginas.
Se cuchichearon en las orejas ambos cuadrúpedos y tomó la palabra Cascabela.
-Aceptamos. Pero con la condición de que tú ayudes con tus milagros a que el Atleti de Madrid gane muchos títulos.
-La verdad es que ya lo vengo haciendo, pero prometo no cejar en el empeño.
Y tocándoles con un borceguí de oro que a estos efectos llevaba en la bocamanga de su túnica, les convirtió en hipocampos de piedra y los trasladó en un pispás a Madrid.
Ahora el espíritu de Cascabela y Machín está dentro del alma de los caballos de piedra de la estatua de Neptuno. Si se acerca uno lo suficiente a ellos podrá escuchar como la mayoría del tiempo están rezando dando gracias al Niño Jesús por haberles dado esa ocupación.
San Vicente fue a dar el parte al arcángel San Gabriel.
-Asunto solucionado, jefe. Ni Cascabela ni Machín serán ya rojos.
Y San Gabriel, que es un madridista acérrimo, le contestó.
-Ya, pero les has hecho rojiblancos. No sé yo que es peor.
En fin. Te digo que con gente como San Gabriel se le quitan a uno las ganas de ir al Cielo.
¿O no?
Pues eso es lo que hay.
Eso y que te deseo a ti y a los tuyos toda la felicidad del mundo en esta Navidad del Señor. Y aún más felicidad (o sea, toda la del mundo y pico) para el año 2013.
Un fuerte abrazo.
Canel.

domingo, 23 de diciembre de 2012

SOBRE AGUA EDIFICADA



A los buenos conocedores de Madrid, los dos octosílabos “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”, les sonarán porque han debido verlos escritos con grandes caracteres en una pared medianera, que ya no media con nada, en la plaza de Puerta Cerrada. Sobre fondo lila y debajo el texto, hay pintada una piedra de pedernal y un rectángulo negro que digo yo que querrá significar una barra metálica chocando con el pedernal.
Parece que la frase completa es “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blasón”. Confieso que la articulación literaria de las dos primeras frases  la desconocía hasta que la vi en la pared esa a la que me refiero y que la “composición” entera, con el horrendo eneasílabo final, la ignoraba hasta hace cuatro o cinco años. Creo que todo es un invento moderno, pero eso no es necesariamente malo ¿No?

Enrique III de Castilla (1390-1406) tuvo la idea peregrina de hacerse amigo del imperio mongol (no debió encontrar nada más cercano). Para ello envió a Samarcanda a un embajador, Ruy González de Clavijo, que es uno de los primeros madrileños importantes de la Historia.
 Llegado que hubo el enviado de Enrique III a la capital imperial (1403), quedó impresionado por el lujo de la ciudad y del país. Pero por otra parte estaba preocupado porque tenía que “vender” la calidad de Castilla cuando, en realidad, su tierra era un desastre en comparación con aquella.
Para más inri, circulaba la especie de que el emperador tenía un anillo hecho con una piedra transparente que se oscurecía cuando alguien intentaba engañarle. Ni que decir tiene que al que era sorprendido mintiendo se le cortaba la cabeza.
Cuando González de Clavijo fue recibido por Tamerlán, para impresionarle le dijo que venía de una ciudad, Madrid, que tenía sus muros de fuego, estaba construida sobre agua y se entraba por una puerta que no se podía abrir. La nobleza mongola observaba expectante alternativamente el anillo de Tamerlán y el gaznate del embajador, pero nada sucedió.
La explicación es muy sencilla: la ciudad estaba edificada sobre agua porque debajo de Madrid hay un acuífero; los muros eran de fuego porque la muralla de Madrid era de pedernal, de manera que, cuando era atacada, las puntas metálicas de las flechas y las lanzas hacían saltar chispas al chocar con ella. Y, por último, la puerta que no se abría era Puerta Cerrada, exactamente la plaza de ese nombre donde se encuentra la pared medianera pintada a que me refería al principio.
La embajada tuvo cierto éxito, pero no se alcanzó ningún acuerdo porque el emperador mongol cometió el error de morirse en 1405. Don Ruy, que se mantuvo en Samarcanda hasta 1406, escribió un libro llamado “Embajada a Tamorlán”. Aún hoy existe un barrio en Samarcanda que se llama Madrid y el nombre de su principal avenida es Ruy González de Clavijo




HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXX
20.12.12

lunes, 17 de diciembre de 2012

LA MATANZA DEL ARRABAL (DE CÓRDOBA A CRETA).




El arrabal de Saqunda era una barriada muy populosa de Córdoba, en los tiempos en que la ciudad era capital del emirato.
Para quien conoce Córdoba, Saqunda se ubicaba en la lengua de tierra que ocupa el meandro del Guadalquivir en donde, por la torre de la Calahorra, desemboca el extremo sur del puente romano. Sus límites actuales serían, el mismo río y, aproximadamente, la Ronda de Poniente y la A-4.
En los tiempos del emir Alhaken I (796-822) en ese arrabal vivían solamente  dhimmníes; es decir, infieles, ya fuesen estos judíos o cristianos, que no eran gente digamos que económicamente poderosa.
Es el caso que, en un ambiente de alta tensión fiscal, religiosa y política, un buen día de 818 saltó una chispa. Una discusión entre un guardia de palacio y un armero del arrabal se liquidó con la muerte de éste. Se levantó Saqunda y algún otro barrio extramuros de  la ciudad, pero Alhaken, tras crudelísima matanza, consiguió controlar la situación no sin antes incendiar todas las viviendas de los dhimmníes.  El saqueo,  la represión y el degüello habían durado tres días, pasados los cuales el emir ordenó alto el fuego.
Y ahí se acabó Saqunda. Los 300 principales cabecillas del arrabal fueron crucificados bocabajo en las orillas del Guadalquivir. La población fue expulsada de allí, sus casa derribadas, levantados sus cimientos y el terreno roturado y sembrado de sal; en el área se estableció un cementerio. Aún en el siglo XIX nadie había vuelto a edificar en esa zona.
Así que en la primera quincena de abril de 818, cerca de 20.000 familias del arrabal salieron de sus casas en calidad de deportadas. El emir las obligó a ir en grupos pequeños, con lo que durante el viaje eran atacados por cuadrillas de bandidos que les robaban lo poco que llevaban consigo.
Un grupo pequeño se dirigió a Toledo; uno mayor, unas 5.000 familias, marchó a Fez, donde Idris II les alojó en un barrio de la recién fundada ciudad de Fez que, aún hoy en día, se llama “de los andaluces”.
Las demás, unos 15.000 cordobeses, embarcaron en Pechina (Almería) desde donde, por razones no bien conocidas, partieron hacia Alejandría, en Egipto. Al llegar se apostaron en los alrededores de la ciudad y, claro, los alejandrinos pretendieron expulsarles. Pero no sólo no les fue posible, sino que los exiliados se revolvieron, les derrotaron y, a la española, les pasaron a cuchillo quedando desde entonces dueños de la ciudad. 
 
Los cordobeses se habían aliado con miembros de alguna tribu enemiga de Alejandría, pero al fin se deshicieron de ellos derrotándoles también.
En 827, sin embargo, tras varios intentos, el gobernador de Egipto recuperó la ciudad. No expulsó militarmente a los cordobeses, sino que pactó con su jefe la salida de los expatriados hacia la isla de Creta, donde quedarían establecidos. El citado jefe se llamaba Abú Hafs Umar al-Ballutí (el Bellotero), natural de Fash al-Ballut, el Llano de las Bellotas, en Los Pedroches.
El Bellotero con sus hombres llegó a Creta y allí fundó un emirato independiente, de carácter hereditario, que perduró nada menos que casi  siglo y medio. La presencia de los saqundíes en Creta no gustó demasiado en Bizancio, que nunca supo muy bien si los conquistadores estaban allí a título personal o en nombre de al-Andalus.
Los cordobeses se dedicaron a la piratería, así que los bizantinos estaban como locos por reconquistar la isla y desalojar de allí a los proscritos. No lo consiguieron hasta que Nicéforo Focas, futuro emperador bizantino, al mando de la mayor flota jamás armada por el imperio, tras un año de asedio a la capital, la consigue ocupar en medio de un baño de sangre (961).
Los supervivientes fueron tomados como esclavos.  Abd al-Aziz al-Qurtubí (el Cordobés), último emir de esta saga, fue exhibido junto a su hijo Numan como trofeo en la capital imperial durante la celebración del triunfo. Un segundo hijo, Anemas, se hizo cristiano y sirvió al emperador bizantino, muriendo 2 años después en una batalla contra los rusos.



HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXIX
13 DICIEMBRE DE 2012

viernes, 14 de diciembre de 2012

SIMEÓN EL ESTILITA



San Simeón, llamado el Estilita por haber pasado gran parte de su vida sobre una columna (de stylos= columna, en griego), debió nacer hacia 390 en la ciudad de Sisán, Cilicia, y fue, hasta los 15 años, pastor de ovejas.
Habiendo oído en una conción sobre el Sermón de la Montaña que Jesucristo proclamó  “Benditos los que lloran”, pidió aclaraciones al respecto. Así se enteró de que Jesús se refería a la felicidad que producen la penitencia y el perdón de los pecados y, consecuente con ello, se retiró al desierto donde pasó cuarenta jornadas sin comer ni beber. Las primeras dos semanas las pasó íntegras rezando en pie; la tercera y la cuarta rezando sentado y, por fin, los doce últimos días también en oración, pero ya, por la debilidad, echado en el suelo.
Tras esa primera prueba ingresó en un eremitorio donde soportaba ayunos absolutos de una semana. Llegó a atarse una soga al cuerpo con tal fuerza que se le clavó en la carne, así que, al descubrírsele esta barbaridad, se hizo casi imposible arrancársela y las llagas tardaron 2 meses en curar.  Ante tales demasías sus compañeros le expulsaron, pero poco después recapacitaron y le hicieron regresar, de manera que se mantuvo en el monasterio durante 3 años. Pasado ese tiempo partió de allí porque, dijo, le envanecía el trato deferente que le deparaban los otros eremitas





Habiendo permanecido otros 3 años en el desierto, pasó a la cima de una montaña viviendo sin techo y sin abrigo. Para hacer más estrecho su hábitat se encadenó a una roca con una cadena de 10 metros. Sólo abandonó esta nueva penitencia cuando alguien le hizo ver que lo que debía retenerle en aquel lugar era el amor a Dios y no un vínculo físico.
Pronto se hizo famoso en todo el cristianismo e iba gente a verle desde puntos muy lejanos. Su deseo de aislarse para orar con devoción le hizo instalarse sobre una columna a tres metros de altura. Como aquello no solucionaba su problema se construyó otra, ahora a seis metros del suelo, donde residió unos doce años. En su huida del bullicio mundano hubo de elevarse aún más, instalándose finalmente a dieciocho metros de altura.
En el extremo superior de la columna había una plataforma con una superficie de 1,3 m2 rodeada de una especie de baranda, pero sin nada que le proporcionase cobijo. La comida no era mucha porque se dice que no comía más que una vez a la semana; y eso que predicaba 2 veces diarias.
Pero aún hay más, porque al percatarse de que estuvo muy cerca de ceder a una tentación, se impuso como penitencia no apoyarse más que en un pie. Esto le causó una llaga en una pierna en la que anidaron los gusanos; el santo, si alguno caía al suelo, lo tomaba y lo volvía a reponer en la herida.
Al advertir que llegaba al final de su vida, se puso a orar con la frente en el suelo. Sólo tras tres días de inmovilidad se descubrió que estaba muerto, pues esa postura durante tanto tiempo no era inhabitual en el santo. Corría el 462 y debía andar por los 69 años de edad, habiendo pasado los 37 últimos sobre la columna.
Dejó algunos seguidores, entre los que destacan San Daniel (+ 493), que pasó 33 años sobre una columna,; San Teódulo de Edesa (s. V) que aguantó 48 años; otro San Simeón, ahora El Joven (521-597), que a los 18 años estaba ya sobre su columna y que fue ordenado sacerdote por el obispo imponiéndole las manos desde abajo; San Juan estilita, que fue su maestro, San Alipio (s. VI), que paso en su columna… ¡67 años!; San Lucas el Nuevo Estilita (846-946) que pasó 45 años en alto (que además, levitaba cuando estaba en oración); San Lázaro (868-954), que en 30 años cambió 4 veces de columna; San Lucas (879-979) que pasó 45 años en su columna…
En los siglos XI y XII estuvo bastante de moda en oriente lo de ser estilita; probablemente el más famoso sea San Nicetas de Pereslav (siglo XII). Algunos ascetas se sucedían unos a otros en una misma columna, otros estaban rodeados de una barandilla (como la cofa de un barco), otros tenían una caseta… El último caso registrado se localizó en Rusia en el año 1461.

En el siglo XX se puso de moda lo de subirse a un poste y aguantar en él lo más posible. De todas las experiencias habidas la más duradera fue la de un norteamericano que, en enero de 1984, se bajó de un poste en el que llevaba 439 días, 11 horas y 6 minutos.
En la actualidad existe una competición de resistencia sobre columna que se conoce con el nombre de “Pole Sitting”. El record, conseguido sobre una superficie de la cuarta parte de un metro cuadrado, lo ostenta un polaco que soportó en 2002 nada menos que 196 día a 2,5 metros de altura; eso sí, con un descanso de 10 minutos cada dos horas. Un juego de niños para los anacoretas estilitas.



HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXIX
13 DICIEMBRE DE 2012