domingo, 30 de marzo de 2014

LOS CELTIBEROS ESTABLECIERON EL PRIMER DIA DEL AÑO

La plaza de Mara reproduce la Batalla de la Vulcanalia. - Foto: E. P. 


PERIODICO DE ARAGON http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/escenarios/segeda-recuerda-dia-derroto-romanos_784960.html
En la administración pública romana los cargos eran electivos y la duración de cada mandato era anual.

Esto era así desde finales del siglo VI a.C. y desde cónsules hasta senadores pasando por tribunos, pretores, censores, ediles, cuestores… todos iniciaban un 15 de marzo la actividad para la que habían sido elegidos y todos la terminaban ese mismo día del año siguiente. Aunque es cierto que no era raro que se produjesen excepciones derivadas de circunstancias concretas, muy frecuentemente en los cargos militares, la realidad es que la norma general se mantuvo siempre respetada.

El hecho de que el año administrativo se iniciase el 15 de marzo, justifica que la primera estación del año fuese la primavera (prima=primera) y que los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, correspondiesen, respectivamente, a los meses número siete (septem), ocho (octo), nueve (novem) y diez (decem). Esta nomenclatura de contabilidad cronológica perdura, como es sabido, en todo occidente hasta nuestros días.

En 179 a.C. Sempronio Graco firmó un pacto con las tribus celtíberas por el que, entre otras cosas, quedaba prohibido a los indígenas la erección de nuevas ciudades en la zona. Pero un cuarto de siglo más tarde los belos, tribu que ocupaba la plaza de Segeda (junto a Calatayud), construyeron en la ciudad una ampliación de las murallas hasta conseguir un perímetro cercano a los 8 kms de longitud (Como referencia diré que la muralla romana de Lugo, muy posterior, no llega a los 2,3 kms).

Roma consideró aquello una interpretación dolosa del tratado y la disputa terminó con una declaración de guerra de los romanos contra los celtíberos. Daban así comienzo las conocidas como “Guerras Celtíberas”.

En Roma se pensó que si se nombraban los cargos el 15 de marzo, entre el viaje, la toma de contacto y la preparación, pasarían en blanco los primeros meses de la primavera, que eran los que los militares romanos preferían para operar. Así que se decidió adelantar los comicios al día 1º de enero.


Otra versión dice que el motivo de adelantar las elecciones fue, como antes, el aprovechar al máximo los meses de primavera, pero que la causa última no fue el caso de Segeda, sino las casi permanentes derrotas de Roma ante los lusitanos que, además, como las fichas de dominó, estaban animando a más celtíberos a rebelarse.


Y una tercera, que es la menos sólida pero la que más me gusta, dice que los cargos romanos, hartos del permanente acoso de las guerrillas hispanas, con diferentes excusas empezaron a volverse a la Urbe, abandonando sus puestos y dejando las dos provincias (Hispania Citerior e Hispania Ulterior) casi en poder de las tribus indígenas. Entonces el senado romano, para solucionar el vacío de mandos militares en Hispania, se vio obligado a adelantar las elecciones anuales en la República.

Sea cual fuere la causa, la curiosidad está en que fueron nuestros antepasados celtiberos los que, con su belicosidad, llevron a la cronología occidental a empezar a contar el año natural el día 1 de enero.

lunes, 24 de marzo de 2014

ISABEL II ( PUTA SI PERO MUY SANTA )


La Rosa de Oro es la principal condecoración de las que concede el Sumo Pontífice a personas pertenecientes a la Religión Católica. Se instituyó nada menos que en 1049, en tiempos de San León IX, aunque la primera vez en que se documenta su entrega como galardón a alguien se pospone hasta 1148, en que se le concede a Alfonso VII de Castilla “el Emperador”.
Muchos papas han cambiado el diseño del trofeo, pero en general se puede decir que no es exactamente sólo una rosa, sino más bien un tallo con la flor arriba, alguna rama, yemas y hojas. Todo ello suele ir colocado en un vaso sobre una peana en donde se puede ver el escudo del Vaticano.
La “Rosa de Oro”, que tiene un alto simbolismo religioso, es bendecida por el papa todos los años el cuarto domingo de cuaresma, con espectacular solemnidad.
En España han recibido esta condecoración 3 reyes de Castilla, otros 3 de Aragón, una reina propietaria de España, 7 reinas consortes, 2 españolas reinas consortes de Francia, el Gran Capitán y una de las duquesas de Alba. Además gozan de ella la Capilla de Nª Sra. de Europa (Algeciras) y la Basílica de Nª. Sra. de la Cabeza (Andújar). ¡Buena cosecha!

La reina propietaria a que me he referido más arriba era Isabel II, cuya ligereza sexual era tan conocida en Europa que el propio Pío IX se había negado, en 1857, a bautizar al futuro Alfonso XII ante la evidencia de que el neófito era fruto de una relación extramatrimonial. A pesar de todo, en enero de 1868, sólo 8 meses antes de que la revolución “septembrina” obligase a Isabel a instalarse al otro lado de los Pirineos, el Vaticano tuvo a bien conceder la “Rosa de Oro” a nuestra reina.
La condecoración se otorgaba, como todos los honores no militares, por razones políticas; buen ejemplo de ello es que el cismático y adúltero Enrique VIII de Inglaterra la recibió nada menos que en 3 ocasiones. Parece que en el caso de Isabel influyó poderosamente Antonio María Claret, futuro santo y por entonces arzobispo de Trajanópolis (Macedonia) y confesor de la reina, que habló muy favorablemente sobre ella al papa.
Lo cierto es que el asunto de la reina española era escandaloso, porque se suponía que tal premio sólo se concedía a personajes católicos (todos hembras desde el s. XVI) que mantuviesen una conducta irreprochable y fuesen modelo para otras personas. Isabel, aunque era una mujer casi de misa diaria, sin duda no encajaba en, como hoy se diría, ese perfil.
Un miembro de la Curia, entre atónito y perplejo, preguntó al papa la causa de la concesión de la “Rosa de Oro” a quien tenía fundada fama pública de poseer una moral sexual más que relajada:
-Ma Santità, la Regina spagnola vivere come una puttana.
Y Pío IX, que tenía ya setenta y seis años y se las sabía todas le respondió:
-Puttana, sì; ma molto pía.