El término “onanismo” es sinónimo de “masturbación”.
Esto no sólo es del dominio público sino que, además, así lo recoge el Diccionario de la RAE. Además,
onanisme en francés, onanism en inglés y onanie en alemán, también se traducen por “onanismo”
y, por tanto, como “masturbación”.
Onán fue un personaje bíblico de cuya actitud sexual
con su cuñada viene la palabra referida aunque, como veremos, dicha actitud poco
tiene que ver con la acepción académica de que hemos hablado antes.
Judá, uno de los doce hijos de Jacob, tuvo de la
cananea Sué tres hijos: Er, Onán y Sela. El primogénito, casó con Tamar, pero
“fue malo a los ojos de Yavé, que le hizo morir” (Gn 38, 7), así que esta Tamar
quedó viuda.
Estaba en vigor entre el Pueblo de Dios la llamada
Ley del Levirato (del latín levir =
cuñado) que prescribía que, en el caso de hermanos que vivían en el hogar
paterno, cuando el primogénito moría sin descendencia, el superviviente mayor
se obligaba a tomar como mujer a la viuda y darla hijos. Los así nacidos llevarían
el patronímico del difunto.
Contaré algo más de esta ley porque es muy
pintoresco. Si el hermano vivo se negaba a convivir con la viuda, ésta se
quejaría ante los ancianos de la ciudad. Y si el tío persistía en su negativa,
ella, al renuente, “le quitará la sandalia de su pie, le escupirá y pronunciará
estas palabras: Así se hace con el hombre que no edifica la casa de su hermano.
Y se le llamará en adelante en Israel casa del descalzado” (Dt 25, 9-10).
Bueno, pues Onán, acatando órdenes de su padre y
cumpliendo con dolo la ley del Levirato, se acostaba con la viuda. Pero,
sabiendo que la prole que generase no sería suya, practicaba el denominado coitus interruptus. No se sabe
mucho más de Onán pues a él, por malo, también le mató Yavé.
Si onanismo es lo que hacía Onán, se admitirá que la
expresión adecuada sería lo que hoy se llama, utilizando un sintagma más bien
poco glamouroso, “bajarse en marcha”. Nada que ver con la masturbación.
Para no dejar flecos diré que la historia de Tamar
es sensacional. Se quejó ante Judá por el comportamiento del segundogénito y el
patriarca le pide perdón y le ruega que se quede con ellos mientras crece su
tercer hijo, Sela. Pero pasó el tiempo y Judá olvidó organizar la tercera unión
de Tamar.
Entonces, para conseguir descendencia de su difunto
marido dentro de la casa de Judá, Tamar se disfraza de ramera y consigue que su
suegro, ignorando quién es, yazca con ella trocando así la ley del levirato por
una inventada “ley de la suegrez”. De este único encuentro sexual nacieron dos
hijos gemelos de los que, el que salió del claustro materno en primer lugar,
Fares, forma parte de la genealogía de Jesús y es antepasado suyo.
Bueno. Tal vez la identificación entre la actitud de
Onan y la masturbación venga de que la Iglesia asimiló esas dos actitudes, ya
por el infructuoso desperdicio del semen, ya por la práctica del sexo sin
buscar la procreación.
Por su parte, la ley del levirato se basaba en dar a
la mujer no sólo el amparo suficiente en su viudedad por parte del cuñado, sino
también en proporcionarle hijos que, sin duda, constituían un bien social para
aquellas tribus endogámicas y con fuertes sentimientos de clan.
Todo parece indicar que Onán fue demasiado
calculador. La muerte sin descendencia de su hermano mayor, Er, le confería a
él, que no era más que el segundo, la primogenitura. Pero siguiendo la línea
agnaticia, si Er “tuviese un hijo” después de muerto, al ser el recién nacido
el primogénito del primogénito, se convertiría en el heredero de Judá, quedando
relegados Onán y su prole, de nuevo, al puesto de segundones. Ello explicaría
la negativa de Onán a “colaborar” en que Tamar tuviese unos hijos que, con el
tiempo, serían sus rivales ante la herencia del abuelo Judá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario