miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA DRAMÁTICA LLEGADA A ESPAÑA DE AMADEO DE SABOYA

Tras la Revolución de 1868, llamada la “Septembrina” o la “Gloriosa” (no se sabe bien por qué), Isabel II sale de España y el poder queda en manos de un gobierno provisional presidido por el general Serrano.
Se convocan unas Cortes Constituyentes que deciden que España será una monarquía constitucional. Muy bien, pero… ¿Y el rey? ¿De dónde sacarlo?
El general Prim sufre dos dos fobias; una a los borbones en general (en una ocasión dijo “¿Borbones? ¡Jamás, jamás, jamás!”); la otra a un chico de 11 años que con el tiempo será Alfonso XII, así que la búsqueda se hace casi imposible. Sin embargo, después de diversos tanteos, el 13 de octubre de 1870, recibe la aceptación para el cargo de D. Amadeo, de la dinastía de Saboya, hijo del rey de Italia Víctor Manuel II,
El 16 eligen las Cortes a Amadeo como nuevo monarca, en una votación parlamentaria en la que obtuvo 191 votos, mientras 63 fueron a diversas modalidades de república y 39 a otros posibles reyes. 29 diputados no asistieron por diferentes razones, 4 estaban enfermos y 19 votaron en blanco. Desde tiempos de los godos, no sucedía el que un rey ocupase el trono de San Fernando por la fuerza de los votos y no por la de la dinastía.
El 25 de diciembre Amadeo embarca hacia España en la fragata “Numancia” (el primer buque acorazado que dio la vuelta al mundo), que le esperaba en  La Spezia. El 30 avistan Cartagena, pero algo debe suceder en tierra porque, a pesar de que el barco español enarbolaba el estandarte real, desde puerto no se lanzan las salvas de ordenanza.
El práctico que sube a bordo cuenta a Amadeo y a los 8 diputados que le acompañaban que Don Juan Prim, el casi único valedor eficaz del nuevo rey, en la noche del 27 sufrió un atentado y ahora está malherido. Cuando el “Numancia” atraca sube a bordo el almirante Topete que ratifica las noticias. Amadeo, contrastando con su buena planta, está pálido.
No conocía más que a una docena de españoles entre los que no se encontraba Prim. Venía a nuestro país a sabiendas de que la mayoría de los españoles y una parte importante de los diputados y de las fuerzas vivas, no le querían aquí. Pero contaba con la garantía que Prim le daba de que él se haría cargo de todo y en poco tiempo sería bien aceptado generalmente.
Permaneció Amadeo en Cartagena un poco a la expectativa, pero cuando a las 5 de la madrugada del 31 se entera de la muerte del general, toma a las 7 de la mañana el tren hacia Madrid a donde llega, por causa de la nieve, casi 39 horas después.
Ya en la capital, el desdichado Amadeo, que no hablaba español,  realizó su primer acto de gobierno: visitar en la basílica de Atocha el cuerpo exánime de la única persona en España que tenía fe en él. No me quiero ni imaginar el terror que, internamente, debía sufrir por su porvenir.
Por lo demás, harto de la belicosa actitud de las diversas facciones políticas españolas, también de los desprecios y feos que se le hacían, abdicó en febrero de 1873. Después de más de 2 años de reinado, no consiguió más allá de un par de amigos hispanos.

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