miércoles, 9 de septiembre de 2015

LOS PICORES DE NARVÁEZ


Don Ramón María Narváez, primer duque de Valencia, conocido como “el espadón de Loja”, no tenía este mote porque sí. Era en verdad una persona inteligente pero, al tiempo, un militarote que con frecuencia actuaba como un animal.
Siendo presidente del Consejo de Ministros (que lo fue en ocho ocasiones entre 1844 y 1868) uno de sus ministros se mostraba renuente a firmar cierto decreto, mientras Narváez le intentaba convencer con buenas palabras para que rubricase el precepto.
Pero el díscolo, en cierto momento le interrumpió:
-No merece la pena que insista usted, mi general. Antes me cerceno una mano que firmar ese decreto.
Don Ramón perdió los papeles. Echando fuego por los ojos y fulminando con el gesto a su imprudente ministro le respondió con toda violencia.
-Usted no va a cortarse ninguna mano. Con la derecha va a firmar ese decreto y la izquierda me la reservo yo para que usted me rasque con ella los c… (Bueno, pongamos cataplines).
El episodio parece real porque la reacción de Narváez encajaría bien en su personalidad, pero lo cierto es que no he podido encontrar el nombre del ministro que tan peregrina utilidad dio (o casi casi dio) a su zurda.

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