Dejamos al edificio de la Carrera de San Jerónimo en una reunión conjunta de Congreso y Senado en la que Pi i Margall acusaba recibo de la abdicación y de los poderes que Amadeo devolvía.
En efecto, poco después, se presenta y aprueba una moción de Pi i Margall. Salmerón, Figueras y otros en la que se declara que la Asamblea Nacional (o sea, el conjunto de Parlamento y Senado) «reasume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la nación la República».
Pi i Margall defendió la moción dejando claro que los poderes regresaban a la Asamblea Nacional, pero que esta no estaba capacitada para gobernar sino solo para legislar, por lo que solicitaba que se crease allí mismo un gobierno. Él y los suyos, aunque republicanos federales, estaban dispuestos generosamente a no forzar el federalismo en tanto se convocaban unas cortes constituyentes que redactasen una nueva Carta Magna.
La moción presentada salió adelante con 258 votos a favor y 32 en contra. Consumatum est. Era el 11 de febrero de 1873. En adelante, admitida la República prácticamente por todos, la lucha política se centrará entre los conceptos de República Federal (descentralizada hasta el nivel de cantones) y República Unitaria (Nación unida).
La República nacía con cuatro lastres (ojalá hubiesen sido solo cuatro) excesivamente pesados: 1) Una dramática situación financiera del Estado. 2) La 3ª Guerra Carlista que asolaba el Norte y Nordeste de España desde el año anterior. 3) La Guerra de los 10 años en Cuba, iniciada en 1868. Y 4) Las revueltas sociales en Andalucía y Cataluña trufadas, además, de bandolerismo. Es importante no perder esto de vista porque el temor a que estas y otras asechanzas se cargasen la inminente puesta en marcha del sistema republicano, hizo que la interpretación de la Constitución no siempre fue todo lo rigurosa que debería haber sido.
Bueno, pues volviendo a la sesión conjunta de la Asamblea nacional, el Presidente de las Cortes solicita al Primer Ministro saliente, Ruiz Zorrilla, que continúe en funciones, pero este se niega Así que se decide elegir un Gobierno por votación de los diputados, saliendo elegido presidente don Estanislao Figueras y siendo, curiosamente, Castelar Ministro de Estado, Salmerón de Gracia y Justicia y Pi i Margall de Gobernación; las 4 principales carteras habían recaído en los que más adelante serían presidentes del poder Ejecutivo de la 1ª República[1]. Los miembros del gobierno son en su mayoría republicanos federales, y en menor medida por ministros radicales que, lo recuerdo, eran republicanos unitarios. Ambas partes, pero sobre todo los federalistas, han cedido en sus pretensiones teóricas en aras del bien del país. .
Para mayor claridad de este y siguientes capítulos, haré un elemental (y asumidamente poco riguroso) esquema del abanico político de la época.
Los grupos de peso en el Congreso eran cinco, que usando la terminología periodística actual, de derecha a izquierda serían:
1.- Absolutistas. Eran los integristas católicos y carlistas furibundos.
2.- Moderados. Eran monárquicos o, dicho de otra forma, no republicanos.
3.- Conservadores. Era una amalgama de demócratas de diversa laya, pero con ánimo de converger con los demás. Típico partido de centro donde “convivían” monárquicos avanzados y republicanos pacatos.
4.- Radical. Decididamente republicano pero unitario, rechazando el federalismo o, lo que es lo mismo, la descentralización.
5.- Republicano. Partidario de la república federal. O sea, de una república pero con autonomía para regiones provincias y cantones.
Naturalmente que, como vimos que contaba Edmundo d’Amicis, dentro del país de este abanico, entre cada una de sus varillas existía un puñado de nuevos abanicos clasificables según el grado de exaltación o enervamiento con que defendían sus ideas. Pero basten por ahora esta taxonomía y su explicación, reconozco que ambas de brocha gorda, para entendernos.
La nueva república no fue muy bien recibida en las monarquías europeas, mientras que Estados Unidos fue el primer país en reconocerla. Pero en el interior no hubo dudas: el pueblo estaba mayoritariamente con el nuevo régimen y los escasos monárquicos tampoco se atrevían a alzar demasiado la voz a la vista de su poco bizarro comportamiento con don Amadeo.
El día 13 Pi i Margall oficiaba a los gobernadores civiles transmitiéndoles el lema de la República: “Orden, Libertad y Justicia”[2]. Les reclama todo el rigor necesario y les recuerda que la insurrección deja de ser un derecho desde el momento en que el nuevo sistema de libertades permite a cada cual expresarse sin apelar “al bárbaro recurso de las armas”.
Bien sabía él por qué enviaba esa misiva a los gobernadores. Ya el día anterior en Montilla (Córdoba) se había producido un motín con algunos incendios y muertes. Probablemente subyace en estos sucesos el celtibérico error de confundir república con revolución. También hubo revueltas en los siguientes días en Aguilar y en Málaga. El día 21 se concentra en la plaza de Sant Jaume de Barcelona buena parte de las tropas que operaban en Cataluña contra los carlistas. Los soldados se insubordinan con vivas a la República. La mayoría de sus mandos desertan o se esconden. La tropa confraterniza sin control con la población trocando en muchos casos su ros reglamentarios por una barretina, pero a la caída de la tarde vuelven los soldados a sus cuarteles. El gobierno tiene que nombrar un nuevo Capitán General de Cataluña. que para improvisar nuevos mandos de las unidades hubo de sacarlos hasta de los empleos inferiores (incluso suboficiales).
La revuelta de los soldados de Barcelona, como muchas otras que se produjeron y se producirán en España, estaba motivada por el deseo de que los políticos acelerasen el paso hacia el federalismo. La gran clave para interpretar los conflictos políticos de la República radica en la dicotomía República Unitaria vs, República Federal y, dentro de esta, República Federal auspiciada por el pueblo (desde abajo) vs. República Federal auspiciada por los políticos (desde arriba).
En fin; que habida cuenta del vacío de poder “de facto” y la evanescencia de los cargos y responsabilidades de aquel momento, el presidente del Congreso, Cristino Martos, que era republicano unitario (o sea, no federal), nombró Capitán General de Castilla la Nueva al general Moriones: se pasó, como se diría ahora, porque eso no entraba en sus atribuciones. Enterado Pi i Margall (federalista) tuvo tal bronca con Martos que allí cayó el gobierno, saliendo de él todos los ministros radicales y completándose el gabinete con más republicanos federales[3]. Primera crisis de gobierno… ¡A las 3 semanas de proclamarse la República!
Lo cierto es que la situación en España no se sosegaba y cada vez había más algaradas que terminaban de modo cruento, e incluso eran frecuentes los atentados personales (el propio Martos sufrió uno). El pueblo estaba receloso de que las clases burguesas diesen en cualquier momento un golpe que se cargase lo hasta entonces obtenido, mientras que la burguesía temía que se produjesen explosiones populares contra ellos o sus propiedades. Si a esta inquietud se le sumaba la realidad de la inseguridad ciudadana y el que la prensa exageraba, como suele, los sucesos (¡Nihil novum sub sole!), se comprenderá que muchos alcaldes se pusiesen de acuerdo para armar patrullas ciudadanas de autodefensa en sus barrios.
Pero la revuelta de Barcelona no cesaba. El 24 de febrero se envía desde Madrid a un nuevo gobernador Civil y, al día siguiente, a un nuevo Capitán General La llegada de las nuevas autoridades consigue aplacar la inquietud en la zona, pero las 4 diputaciones catalanas y la de Baleares deciden crear su propio estado autónomo, dentro de la Federación Española, para el día 9 de marzo. Se contaba, además, con el regimiento Navarra, de guarnición en la Ciudad Condal, que tras tomar los puntos neurálgicos barceloneses se puso a disposición de las diputaciones.
Pi i Margall recibió el primer “soplo” de la intentona sediciosa a las 5 de la madrugada del 9 de marzo (no había pasado ni un mes desde la adopción de la República como forma de gobierno) e inmediatamente se lo comunicó al presidente Figueras. El tío, a pesar de su fama de hombre de carácter débil[4], se plantó en Barcelona a las 30 horas de recibir la noticia, consiguiendo convencer a los catalanes de que su actitud multiplicaba el riesgo de posible golpe de los partidos más moderados. Aunque a cambio de la paz social hubo de prometer la disolución del Ejército.
[1] Es frecuente considerar a estos 4 personajes como presidentes de la República, pero ello no es correcto porque la 1ª República nunca llegó a tener una Constitución y, por tanto, nunca llegó a existir un presidente. Su cargo en realidad fue el de presidentes del Poder Ejecutivo.
[2] Las mayúsculas son de Pi i Margall; no mías.
[3] Los recién incorporados fueron Juan Tutau, José Cristóbal Chorní y Eduardo Chao. Los periodistas lo llamaban el “Gobierno de los pájaros”: tu-tau tu-tau, sor-ní sor-ní , chao-chao y pi-pi.
[4] “Cobardía cívica”, según su biógrafo, el Conde de Romanones,
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