Mientras Figueras seguía en Barcelona enervando los ánimos exaltados, el día 4 de marzo el gobierno, que recuerdo que era republicano federalista (aunque tascando el freno para adecuar el paso a una marcha sensata y legalista), presentó un proyecto de ley en el que se dictaban la normas y el calendario para las elecciones a diputados en las Cortes que habrían de debatir, y aprobar en su caso, la constitución republicana. Básicamente se establecía que las elecciones a las constituyentes serían los días 11,12 y 13 de abril y que deberían abrirse las Cortes el día 1 de mayo.
Al mismo tiempo se nombraba una comisión que asesorase en la formación de las nuevas Cámaras. Pero dicha comisión, de mayoría radical (o sea, no federalista), dictaminó para empezar que había que posponer las elecciones al 10 de mayo y la inauguración de las sesiones constituyentes al 1º de junio. Los federalistas, que eran quienes gobernaban, cedieron a fin de que la marcha no se detuviese.
El 9 de marzo el gobierno decide la creación de 80 batallones francos[1], formados por voluntarios, para terminar el conflicto carlista. La operación de reclutamiento, que duró un par de meses, fue un absoluto fracaso y no consiguió más que alistar a facinerosos, pordioseros o exconvictos, sin el más mínimo espíritu militar, indisciplinados y que ingresaban en los cuerpos solamente para cobrar el sueldo (1,50 pta/día). Muchos de ellos se alistaron en varios batallones a un tiempo para cobrar varios sueldos.
La idea era no utilizar a los soldados procedentes de las quintas para la guerra y usar estos cuerpos francos como fuerzas de infantería, pero la recluta fue tan desastrosa que los carlistas se percataron de ese error y pisaron el acelerador de sus ofensivas, lo que les permitió apoderarse de poblaciones importantes causándole al gobierno constantes e importantes derrotas. El Capitán General de Cataluña hubo de ser sustituido.
Por fin, tras el último debate que se había programado realizar antes de dar comienzo al período constituyente[2], la Asamblea Nacional quedó disuelta según el calendario previsto. Era el día 22 de marzo. Ahora el gobierno tenía las manos más libres para actuar. Se nombró una Comisión Permanente parlamentaria que en teoría no sería más que un órgano consultivo, que quedó formada por 5 republicanos federales, 3 radicales (republicanos unitarios, pero en este caso del sector más pactista) y otros 3 moderados (monárquicos).
foto sacada del articulo del ABC cuya lectura recomienda el editor, para ver posibles paralelismos : El caos histórico del federalismo que defiende Sánchez: bombas y amenazas contra la unidad de España
Pero al pueblo le podía la urgencia. El día 30 una gran manifestación en Madrid parte del paseo del Prado y sube por la Carrera de San Jerónimo hasta la Puerta del Sol[3] en demanda de la República Federal. Pi i Margall recibe a los organizadores reconviniéndolos porque, dice, habrían de ser las Cortes quienes decidieran si la República debería ser federal o unitaria, y manifestaciones como aquella solo servían para soliviantar los ánimos del enemigo. En realidad la manifestación, se quisiese o no, no era otra cosa que la puesta en marcha de la campaña electoral para las Constituyentes.
El proceso electoral dio pie a que se reajustasen las posiciones de muchas organizaciones y personas, pues la amplia dispersión del espectro provocaba que muchos partidos se solapasen con sus vecinos por sus extremos, lo que facilitaba el trasvase de un grupo a otro. Por su parte los radicales decidieron crear un partido republicano unitario, de base muy ancha, bajo la jefatura de Nicolás Salmerón.
Otra característica del período preelectoral fue la abundancia de rumores, todos ellos de mal agüero, que corrían entre la gente, referentes a golpes de estado, atentados contra la Constitución vigente aún y conspiraciones que tenían al pueblo soliviantado. En esas circunstancias la Comisión Permanente citó al gobierno para que el 23 de abril[4] explicase su actividad gubernativa. Pero no pudo ser.
Aquel día, en Madrid, varios batallones de Voluntarios de la Libertad[5], acérrimos republicanos unitarios, tomaron la plaza Mayor (“Batallón del Agua de Colonia”), la de las Vistillas (“Batallón del Aguardiente”) y la de Antón Martín (“Batallón del Aguarrás”), concentrándose el resto de las unidades de milicianos en la Plaza de Toros, que por entonces se encontraba en lo que hoy sería la confluencia de la calle Claudio Coello con Alcalá, junto a la puerta de ese nombre. Pretendían impedir el ya irrefrenable movimiento hacia la República Federal.
El gobierno destituyó de inmediato al alcalde de Madrid, promotor de la revuelta, y envió al ejército contra los Voluntarios reunidos en la Plaza de Toros: 10.000 hombres y 24 piezas de artillería aplacaron el ímpetu de la sublevación. A la primera carga los Voluntarios se rindieron; hubo algún muerto y se requisaron centenares de fusiles.
Pero durante esas horas, en el Congreso, los miembros de la Comisión Permanente no se atrevían a abandonar el edificio por miedo a las bandas de federales que, ya triunfantes, merodeaban desafiantes por los aledaños del edificio de las Cortes. Y esos grupos no solo enseñaban las uñas a los políticos radicales partidarios, como se ha dicho, de la República Unitaria, sino que también amenazaban a los políticos republicanos federalistas por no actuar con la celeridad que el pueblo deseaba.
Pi i Margall, que era el Jefe del Ejecutivo en funciones por baja del recién viudo Figueras, bien pudo en aquel momento, con el evidente apoyo popular, declarar unilateralmente la República Federal, pero prefirió dar prioridad a la ley y andar por el camino previsto por las Cortes. Sin embargo no desaprovechó la oportunidad y ese mismo día, por decreto, liquidó la Comisión Permanente quitándose un obstáculo de en medio.
Como consecuencia de estos hechos, los partidos de la oposición, alegando falta de garantías en el proceso constituyente, deciden no participar en él: es lo que se llama el “retraimiento”. Pero no solo bajaron los brazos los grupos más a la derecha, sino que también se apuntaron a ese retraimiento los obreros seguidores de la I Internacional; al menos los bakuninistas, porque los marxistas sí consideraban positiva la participación de los trabajadores en unas elecciones burguesas[6].
[1] Cada batallón, sobre el que mandaría un coronel, debía tener 600 hombres. El adjetivo franco se aplica a unidades militares irregulares, no adscritas al ejército, organizadas por personas o entidades no necesariamente militares (por ejemplo, los ayuntamientos) y mandadas con frecuencia por jefes no militares de profesión.
[2] Este último debate trataba sobre la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
[3] En la Casa de Postas, lo que hoy es la sede del Gobierno Autonómico de Madrid, estaba el Ministerio de la Gobernación.
[4] En realidad el gobierno fue convocado el día 20, pero la comparecencia se pospuso hasta el 23 porque el 19 había muerto la mujer del Presidente del gabinete, Figueras.
[5] Los Voluntarios de la Libertad eran unidades de civiles voluntarios que se crearon tras la Revolución de 1868 para defender la Constitución de 1869, que era la que estaba en vigor cuando ocurrieron los hechos que se narran
[6] Precisamente, la participación o retraimiento en los procesos electorales burgueses, fue una de las causas de la ruptura entre Marx y Bakunin en el V Congreso celebrado el año anterior en La Haya.
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