San
Gregorio de Tours, que aunque francés era listísimo, en su Historia Francorum (591) ideó, irónicamente, el sintagma latino morbus gotorum que se ha traducido (defectuosamente) como “morbo gótico”,
para denominar una enfermedad que, indefectiblemente, terminaba en defunción y
que sólo la “pillaban” los reyes godos. El síndrome consistía en que los “contagiados”
pasaban a la otra vida violentamente y por mano ajena.
En España,
hasta ese año de 591, tuvimos 15 reyes godos, de los que 9 fueron asesinados (60
%), 2 murieron batallando y 4 lo hicieron en la cama.
. «La educación del hijo de Clodoveo», de Lawrence Alma Tadema |
El
siguiente rey fue Turismundo, asesinado por su hermano y sucesor Teodorico II,
que, a su vez, fue estrangulado por orden de su heredero, Alarico II. Éste entregó el espíritu combatiendo en la batalla
de Vouillé.
Le sucede,
ya con la corte en la Península, Gesaleico, que tras una batalla con los
borgoñones, intentó huir pero fue capturado y asesinado. Le sigue Amalarico
(mató a su mujer de una paliza) que fue asesinado por sus tropas en Barcelona.
También allí, un soldado que se fingió loco (en realidad formaba parte de un
complot), quitó la vida al siguiente rey, Teudis.
Teudiselo,
que heredó el trono, fue apuñalado en un banquete en Sevilla, por… ¡todos los
asistentes al ágape! Le sucede Agila, al que matan en Mérida probablemente por
instigación de los invasores bizantinos.
Los tres
últimos reyes de este periodo, Atanagildo, Liuva I y Leovigildo, murieron en la
cama, pero sin olvidar que el último mandó matar a su hijo San Hermenegildo.
Bueno, este
es el panorama que conoció San Gregorio de Tours, pero es que en adelante,
aunque las cosas mejoraron, todavía corrió mucha sangre.
De los
restantes 17 monarcas godos que reinaron hasta la invasión de los moros (711)
“sólo” fueron asesinados 4 (Liuva II, Viterico, Sisebuto y Recaredo II); uno
fue excomulgado y depuesto (Suintila); otro sufrió una “sospechosa” enfermedad
(Tulga); uno más narcotizado, tonsurado,
depuesto y enclaustrado (Wamba); de otro no se sabe cómo murió (Egica); y de
otro más tampoco, aunque los historiadores creen que no fue pacíficamente
(Witiza); por fin, el último murió combatiendo (Rodrigo). Los siete restantes
parece que murieron en la cama (Recaredo I, Gundemaro, Sisenando, Chintila,
Chindasvinto, Recesvinto, y Ervigio)
O sea,
que en total, de los treinta y dos reyes godos que estudiaban los bachilleres hasta
los años 50, trece murieron asesinados (40,6 %), tres en diversas batallas, dos
fueron depuestos y de los catorce restantes, de un par de ellos se sospecha que
su muerte no fue del todo natural.
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