martes, 5 de agosto de 2014

MAÑARA Y LA MUERTE


Don Miguel de Mañara y Vicentelo de Leca (1627-1679) era un caballero perteneciente a una familia de comerciantes sevillanos, pudientes y con ascendencia familiar en la Signoria genovesa.
Este hombre, propietario de una reconocida fama de santidad, tuvo una turbulenta juventud según él mismo reconoce en su testamento: "...los más de mis malogrados días ofendí a Dios (...) Serví a Babilonia y al demonio su príncipe con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios, cuyos pecados y maldades no tienen número..."
Pero en cierto momento D. Miguel decidió cambiar radicalmente de vida, dedicándose desde entonces en cuerpo, bolsa y alma al engrandecimiento del Hospital de la Caridad de Sevilla.
Lo curioso de esta bienvenida conversión es la forma en que, según la leyenda sevillana, se produjo. Se manejan cuatro variantes que coinciden entre sí en su núcleo; Mañara, ante la visión de su propia muerte, abandona la vida de disipación. Veamos esas cuatro versiones.
1.- En cierta ocasión encontró a una mujer bellísima por la calle. Fue siguiéndola incluso hasta el interior de la catedral. Allí se acercó a ella para destaparla el embozo y, al hacerlo, pudo comprobar que aquel que creía bello rostro era en realidad su propia cara momificada.
2.- Una noche, el disoluto va por la calle del Ataúd (hoy inexistente) en busca de una prostituta con la que solazarse. En un burdel se acuesta con una joven apodada “Gitanilla”. Estando en la cama aparece el marido de la chica con otros 2 hombres que, conchabados con ella, le roban y apalean abandonándole en la calle dándole por muerto. Milagrosamente salva la vida, pero mientras estuvo sin sentido vio con nitidez su propio entierro.
3.- Mañara, paseando por la calle, ve una mujer en un balcón a la que requiebra por su belleza. La mujer le echa una escala y él trepa por ella hasta llegar a la estancia de la hermosa. Allí observa que la mujer ha desparecido, pero ve un cadáver dentro de un ataúd. Se acerca a él y descubre que es su propio cuerpo yerto e inánime.
4.- Traían para Don Miguel unos jamones de fuera de Sevilla, pero el cobrador de la alcabala impedía su paso a la ciudad mientras no se abonasen las tasas legales. Enterado Mañara de esto y considerándolo una ofensa personal, va en busca del osado alcabalero para matarle. Pero vio pasar un entierro y al interesarse por el finado supo que aquello era su propia comitiva fúnebre. Algunos suprimen lo de los jamones y refieren que Don Miguel se limitaba a ruar por las calles sevillanas.
La realidad es un poco más prosaica. Parece que al enviudar Mañara  (1662) tuvo una crisis existencial que le llevó a dedicarse a la oración y a las buenas obras. En fin, la viudedad también es una forma sutil de ver desde muy cerca la propia muerte.
El Hospital de la Caridad es, en opinión de muchos, el mejor edificio del barroco español. Hoy no sólo subsiste su fábrica sino su función de asilo para menesterosos. También subsiste en Sevilla el palacio civil propiedad de Don Miguel de Mañara, que está en la calle Levíes, número 27.
Algo más. El primer biógrafo de Don Miguel de Mañara fue un jesuita homónimo de quien esto escribe: Juan de Cárdenas

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