Don Miguel de Mañara y Vicentelo de Leca (1627-1679) era un caballero perteneciente a una familia de comerciantes sevillanos, pudientes y con ascendencia familiar en la Signoria genovesa.
Este hombre,
propietario de una reconocida fama de santidad, tuvo una turbulenta juventud
según él mismo reconoce en su testamento: "...los más de mis malogrados
días ofendí a Dios (...) Serví a Babilonia y al demonio su príncipe con mil
abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios,
cuyos pecados y maldades no tienen número..."
Pero en
cierto momento D. Miguel decidió cambiar radicalmente de vida, dedicándose
desde entonces en cuerpo, bolsa y alma al engrandecimiento del Hospital de la
Caridad de Sevilla.
Lo curioso de esta bienvenida conversión es la forma en que, según la
leyenda sevillana, se produjo. Se manejan cuatro variantes que coinciden entre sí
en su núcleo; Mañara, ante la visión de su propia muerte, abandona la vida de
disipación. Veamos esas cuatro versiones.
1.- En cierta ocasión encontró a una mujer bellísima por la calle. Fue
siguiéndola incluso hasta el interior de la catedral. Allí se acercó a ella
para destaparla el embozo y, al hacerlo, pudo comprobar que aquel que creía
bello rostro era en realidad su propia cara momificada.
2.- Una noche, el disoluto va por la calle del Ataúd (hoy inexistente) en
busca de una prostituta con la que solazarse. En un burdel se acuesta con una
joven apodada “Gitanilla”. Estando en la cama aparece el marido de la chica con
otros 2 hombres que, conchabados con ella, le roban y apalean abandonándole en
la calle dándole por muerto. Milagrosamente salva la vida, pero mientras estuvo
sin sentido vio con nitidez su propio entierro.
3.- Mañara, paseando por la calle, ve una mujer en un balcón a la que
requiebra por su belleza. La mujer le echa una escala y él trepa por ella hasta
llegar a la estancia de la hermosa. Allí observa que la mujer ha desparecido,
pero ve un cadáver dentro de un ataúd. Se acerca a él y descubre que es su
propio cuerpo yerto e inánime.
4.- Traían para Don Miguel unos jamones de fuera de Sevilla, pero el
cobrador de la alcabala impedía su paso a la ciudad mientras no se abonasen las
tasas legales. Enterado Mañara de esto y considerándolo una ofensa personal, va
en busca del osado alcabalero para matarle. Pero vio pasar un entierro y al
interesarse por el finado supo que aquello era su propia comitiva fúnebre.
Algunos suprimen lo de los jamones y refieren que Don Miguel se limitaba a ruar
por las calles sevillanas.
La realidad es un poco más prosaica. Parece que al enviudar Mañara (1662) tuvo una crisis existencial que le
llevó a dedicarse a la oración y a las buenas obras. En fin, la viudedad
también es una forma sutil de ver desde muy cerca la propia muerte.
El Hospital de la Caridad es, en opinión de muchos, el mejor edificio del
barroco español. Hoy no sólo subsiste su fábrica sino su función de asilo para
menesterosos. También subsiste en Sevilla el palacio civil propiedad de Don
Miguel de Mañara, que está en la calle Levíes, número 27.
Algo más. El primer biógrafo de Don Miguel de Mañara fue un jesuita
homónimo de quien esto escribe: Juan de Cárdenas
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