jueves, 11 de mayo de 2023

LA REVOLUCION CANTONAL : ANDUJAR, ALCOY, SEVILLA, MALAGA...

 

El sustrato del movimiento cantonal es difícil de estudiar porque tiene al menos tres componentes que se entrecruzan en endiablada urdimbre. En el ansia popular por constituir pequeñas unidades políticas (los cantones), que más tarde se uniesen para componer una España se pueden descubrir tres hebras.

Me parece falsa la existencia de un componente importante de  separatismo, pero es difícil desligar ese componente, si existiese, del ansia antimonárquica de un pueblo que esperaba “una” revolución desde, al menos, la Revolución de Septiembre de 1868. Ni que decir tiene que los revolucionarios de la Septembrina buscaban la república. Sólo la tenacidad de Prim, empeñado en traer un rey, puso en el trono a don Amadeo para  malestar de muchos revolucionarios y republicanos. No cabía en la cabeza de mucha gente el haber puesto de patitas en Francia a la reina Isabel II para traer en su lugar a otro rey, que además parecía un poco petimetre y que ni siquiera hablaba castellano (aunque esta última circunstancia ya la habíamos experimentado con Carlos I, con Felipe V y con José I).

Otra causa que dificulta el análisis y que subyace no sólo en los motines cantonales sino en la mayoría de las revoluciones que se daban en España, es la cuestión social. A la evidencia de las abismales diferencias culturales, sociales, económicas y pedagógicas de la sociedad de la época, suficientes causas para iniciar una revolución, había que añadir un nuevo factor: la aparición en escena de la I Internacional Socialista (1864), que ya había tendido sus redes por todo Europa y, desde luego, por España, donde las zonas industriales del Levante y las agrícolas de Andalucía constituían un caldo de cultivo adecuado para su arraigo y crecimiento.

Y por último, last but not least, estaba la necesidad de las corporaciones de carácter local o provincial de desuncirse del enojoso yugo administrativo central que pesaba sobre ellas. Las decisiones que afectaban a esos organismos se tomaban muy lejos del punto del conflicto y por entonces las  comunicaciones, aunque ya estaban en servicio 7.000 km de vías férreas, impedían desplazarse con el mínimo de agilidad necesaria como para eludir  el auténtico bloqueo que suponía la distancia a los centros de decisión que, ya de por sí, tampoco es que fuesen el paradigma de la agilidad.

Estos tres aspectos, y otros menores como el anticlericalismo o actitudes premeditadamente violentas, se pueden encontrar entreveradas en los motines y asonadas cantonalistas.

El 30 de junio estalla una insurrección en Sevilla y días después, el 7 de julio, ocurre lo mismo en Alcoy (como vimos en la entrega nº 3). Pero aunque algunos autores las enmarcan dentro del movimiento cantonal, estas asonadas estarán más motivadas por la acción obrera y de los internacionales de la Federación Regional Española de la Internacional Socialista (FRE-AIT) que por el cantonalismo. No es que los cantonalistas no participasen en las revueltas, que sí que lo hicieron, pero los movimientos en ambas ciudades tenían más un carácter obrerista que político. La dificultad de discernir el motivo de cada una de esas revueltas, y el hecho de que en Sevilla, a las 3 semanas de este motín obrero se proclamase el Cantón Andaluz, hace que algunos historiadores digan que el Cantón de Sevilla tuvo dos fases; la del 30 de junio y la del 18 de julio. Creo que es un error porque la primera de las dos revueltas no fue cantonal.

 


Ya el 12 de julio llegan a Madrid las primeras alarmantes noticias desde Cartagena, y casi al mismo tiempo se empieza a recibir informaciones de los principales movimientos cantonales en Andalucía y Levante. Salmerón, cuyo lema era “el imperio de la ley”, envía al general Pavía a Andalucía para reprimir las sublevaciones.

Sale Pavía de Madrid el 21 de julio y el 23 entra en Córdoba, que ya había regresado a la obediencia al gobierno central al haber sido sometidos los rebeldes por la guarnición de la plaza. Pavía envía algunos destacamentos a las poblaciones cercanas (Andújar[1], Bailén, Montilla) a reducirlas y requisar el armamento que manejaban los rebeldes.

El día 26 parte el grueso de la tropa hacia Sevilla, que se había declarado cantón independiente el 18 de julio (Cantón Andaluz). Tras duros combates en los que se contabilizaron 300 muertos (aunque se supone que entre los rebeldes hubo muchos más), el día 30 de julio hace su entrada Pavía en la ciudad y allí mismo fenece el cantón. A Utrera, que se había desmarcado del cantonalismo, habían acudido fuerzas sevillanas para convencer a la ciudad de que les diese su apoyo, pero la tensión entre ambas poblaciones andaluzas alcanzó tal grado que todo se resolvió en una trágica balacera que dejó 29 fiambres (22 sevillanos), 95 heridos (70 sevillanos) y 400 prisioneros sevillanos. Ni Dos Hermanas, ni Morón, ni Osuna, ni desde luego Utrera, se apuntaron al movimiento cantonal.

La caída de Sevilla desmoraliza a las ciudades cercanas. Cádiz, gobernada por un alcalde anarquista, se declaró independiente el 19 de julio, y a ella se unen Puerto Real, La Línea y Vejer. Sanlúcar[2] instituyó su propio cantón, independiente. San Fernando también se levanta (la población, no la base naval), pero no se adhieren ni Jerez, ni el Puerto de Santa María, ni Algeciras[3]. Hay tiroteos intensos entre la marinería de San Fernando y el regimiento de artillería de guarnición en la capital, que se había sumado al cantón, pero no hay demasiadas bajas a pesar de que la ciudad es bombardeada. El día 3 de agosto llegan a Cádiz las tropas de Pavía que toman la ciudad y encierran en el Castillo de Santa Catalina a los jefes militares rebeldes; luego conmina a las poblaciones aún insurrectas a que entreguen las armas.

Regresa Pavía a Córdoba como para tomar carrerilla antes de iniciar sus operaciones contra Málaga y Granada. Ésta, que había declarado la guerra al cantón de Jaén por una cuestión de límites (bueno, claro, ya de fronteras), y estuvo a punto de hacerlo con el de Cartagena pues un barco cartagenero se había propasado a bombardear Motril y saquear la población, fue pan comido para las aguerridas tropas de Pavía, que se plantaron en la ciudad el 12 de agosto.

Aunque Málaga había declarado la independencia el 22 de julio, su gobernador civil y jefe del Cantón, previendo la pronta llegada de Pavía y temiéndose una escabechina, negoció con el gobierno a través de su buen amigo el Ministro de Ultramar (probablemente la cartera menos prestigiosa del gabinete) que él se encargaría de aplacar a los revoltosos con la condición de que no entrase Pavía en la ciudad. Lo admitió Salmerón, pero Pavía presentó la dimisión, que fue rechazada. Al mismo tiempo el Presidente destituía al gobernador civil (lo que era inútil porque la ciudad no estaba ya bajo la jurisdicción del poder central) y se autorizaba a un delegado del gobierno para que se presentase a negociar en la ciudad[4].

La presencia del delegado gubernamental sulfuró al ya de por sí sulfuroso Pavía que, de nuevo, presentó la dimisión; lo que aún hizo dos veces más (ya tras la dimisión de Salmerón y gobernando Castelar), pues a cada cesión que intentaba hacer el gobierno a los malagueños para liquidar el cantón sin violencia, el general Pavía presentaba su dimisión,

El cesado gobernador propuso al gobierno entregar el cantón con la condición de que se permitiese, tanto a él como a los restantes revoltosos, salir libremente de la plaza. Aceptó el gobierno y el 19 de septiembre salieron confiados los sediciosos. Pero a 5 km de la ciudad cayó sobre ellos Pavía, deteniéndolos y desarmándolos. El de Málaga fue, con exclusión del de Cartagena, el cantón más duradero de todos los que se activaron pues vino a durar 59 días.

En Jaén los focos cantonales fueron Bailén y Linares (22 de julio), y Arjona y Andújar  (23 de julio). Para el día 3 de agosto, con el abandono del cantonalismo de esta última localidad, terminó la aventura en la provincia.  Ni la capital ni Úbeda si habían sumado al movimiento federal.

Las autoridades almerienses no tomaron parte en el movimiento a pesar de ser republicamos federales; si parecía que nunca estarían dispuestos a levantar un cantón por la violencia, menos aún lo harían cuando resultaba que el Presidente del Poder Ejecutivo, Nicolás Salmerón, era natural de un pueblo de la provincia llamado Alhama la Seca.

Huelva, por su parte, no se separó del poder central, pero hizo protesta de su federalismo y sus autoridades recabaron un cantón propio para el caso de que se activase definitivamente la República Federal.

 

 

 

 



[1] Los revoltosos de Andújar, que habían proclamado el cantón el día 20, habían cortado la línea férrea en Despeñaperros, por lo que los dos trenes de expedicionarios que mandaba Pavía tuvieron que realizar el viaje Madrid – Alcázar de San Juan – Ciudad Real – Badajoz – Córdoba.

[2] En esta población se detecta la influencia de los internacionalistas de FRE-AIT.

[3] Algeciras se mantuvo independiente del Cantón de Cádiz, creando el suyo propio

[4] Mientras el cantón malagueño, aguantaba sin rendirse y  Pavía esperaba que se le permitiese entrar en la ciudad, para no aburrirse aprovechó para acabar con el movimiento cantonal en Écija.

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