lunes, 22 de mayo de 2023

MAS CANTOLISMO, LA PRIMERA COMUNIÓN DEL SOCIALISMO ESPAÑOL

 

El otro gran foco del movimiento cantonalista en España, casi tan fuerte (o sin casi) como el andaluz, se produjo en la zona de Levante. Además del Cantón de Cartagena, que merecerá capítulo aparte, me referiré a las provincias de lo que genéricamente se llama el Levante y a Murcia.

El 19 de julio, al día siguiente de conocerse la sustitución del presidente del gobierno Nicolás Salmerón por Pi i Margal, y un poco a la sombra del Cantón Murciano que se había proclamado el día 12, se formó en la Universidad de Valencia una Junta Revolucionaria que aunaba bastantes grupos sociales y políticos (hoy se diría transversal). Se trataba de un golpe “de orden” pues la idea de sus impulsores atendía más bien, en un principio, a anticiparse a la pera madura de la inminente Constitución Federal que a llevar adelante una auténtica revolución. Una vez proclamado el Cantón, a él se adhirieron 179 de los 255 municipios de la provincia. El día 22 quedó oficializado al desfilar por la plaza de la catedral valenciana, a los sones de La Marsellesa, 28 batallones de voluntarios desarmados.

El gobierno rápidamente destituyó al Capitán General de Valencia nombrando en su lugar al general don Arsenio Martínez Campos que, ya el día 24, tuvo el primer choque con los rebeldes, quedando varios muertos y heridos sobre el terreno[1]. En estas circunstancias dimitieron asustados los elementos más moderados de la Junta Revolucionaria que fueron sustituidos por intransigentes e internacionales (dos bakuninistas y un marxista). La Junta viraba a babor.

El temor ante el despliegue de la artillería de Martínez Campos llevó a los rebeldes a buscar una negociación con los gubernamentales, pero don Arsenio se mostró inflexible y el día 2 de agosto empezó el cañoneo. Tras diversos intentos de negociación y cierta mediación consular, ante la inflexible actitud del nuevo Capitán General que no aceptaba más acuerdo que la rendición incondicional, el día 7 la Junta decide resignar la plaza.

El día 8 de septiembre entran las tropas gubernamentales en Valencia y… ahí se acabó lo que se daba. Generosamente, Martínez Campos, a pesar de su aparente rigor, fue indulgente con los vencidos, aunque hay que decir que un millar de hombres, los más significados, ya habían abandonado la ciudad en el vapor Matilde, rumbo a Cartagena. En los 15 días que había permanecido vivo el Cantón de Valencia, en el bando gubernamental habían muerto 7 hombres y otros 30 quedaron heridos, mientras que en el bando cantonal se contabilizaron unas 200 bajas entre muertos y heridos.

En Alicante ocurrió algo singular. La provincia había desdeñado el movimiento cantonal, pero el 20 de julio, una expedición naval salida del Cantón Murciano (luego Cantón de Cartagena) para arrastrar a otras plazas a “su” revolución, desembarcó en Alicante y forzó la creación de una Junta Revolucionaria. Conseguido su objetivo, los expedicionarios se volvieron a Cartagena el día 23, pero en cuanto sus barcos se perdieron en el horizonte los alicantinos retornaron a la obediencia gubernamental. En tres días  la revolución quedó enervada.

El día 21 de julio había llegado a Castellón, remitida por los cantonalistas valencianos, una fuerza de unos 600 hombres dispuesta a reforzar a la Junta Revolucionaria que se había alzado con el poder. Pero los pueblos de la provincia castellonense no se adhirieron al Cantón y la simple amenaza de las tropas del gobierno, que andaban cerca de la ciudad por la proximidad de la ciudad a los escenarios de las operaciones de la Guerra Carlista, sofocó rápidamente la insurrección que, al igual que la valenciana, era “de orden”. La aventura había durado 5 días.

Aunque he dejado para más adelante lo referente al Cantón de Cartagena, no tendré más remedio que referirme a él para hablar del de Murcia.


 

Tras la llegada a la capital de activistas federalistas cartageneros, se proclamó el día 13 el Cantón de Murcia supeditado provisionalmente[2] al de Cartagena, que se había activado, como dije más arriba, el día 12. Para el día 14 se constituyó el Cantón de Murcia con capitalidad en la Ciudad Departamental. Pero Murcia, y otras localidades de la provincia, ante la presencia de tropas centralistas, abandonaron su actitud el 11 de agosto. En realidad Murcia había constituido el cantón, como muchas otras plazas, no considerándose en rebeldía, sino que creyendo simplemente anticiparse a la que se pensaba ineludible e inminente decisión parlamentaria de activar la República Federal.

Torrevieja y Orihuela y Guardamar, “abandonando” la provincia de Alicante, se proclamaron cantones secundarios del de Murcia. Pero para el día 25 de julio, la simple presencia de las fuerzas gubernamentales aplacó las ansias federalistas de los revolucionarios de estos lugares. El cantón de Torrevieja presenta la característica, única en el movimiento cantonal, de que fue capitaneado por una mujer: Concha Boracino[3].

Además de lo que ocurrió en Andalucía y en Levante, de lo que he ido dando cuenta, hubo otros pronunciamientos locales de menor importancia en otros lugares de España.

En Almansa (Albacete), se proclamó el cantón el 19 de julio. En realidad no fue el pueblo quien se sublevó, sino el Batallón de Cazadores de Mendigorría que estaba de guarnición en esa localidad. Los militares arrastraron a las autoridades civiles a la insurrección, pero cuando la  tropa salió hacia otras poblaciones para sublevarlas, los políticos locales bajaron el listón y el azucarillo se deshizo. El día 22, de camino hacia Valencia, Martínez Campos entró en la ciudad sin disparar ni un solo tiro.

En Salamanca se proclamó el cantón en la madrugada del 22 de julio y la Junta Provisional formada, como primera medida expulsó los 170 guardias civiles que componían la guarnición de seguridad de la ciudad. Y a continuación… Y a continuación no pasó nada más porque no se conoce la adhesión de ninguna otra población de la provincia a este cantón, excepto Béjar, ni tampoco actividad alguna de la Junta. El 4 de agosto, una compañía de carabineros entró en la ciudad y, sin disparar un solo tiro devolvió las cosas a su lugar.

En Camuñas, población toledana a 75 km al sureste de la capital, se dio el caso curioso de que una población pequeña, de menos de 2.000 habitantes, se proclamase cantón. Fue, junto con Almansa, la única población manchega que lo hizo, aunque no se conocen muchos datos de su nacimiento su auge o su caída. Una curiosidad más de este pueblo, es que había sido evangelizado con cierto éxito por un pastor protestante.

Lo cierto es que el movimiento cantonal fue un sencillo fracaso que, si no fuese porque en dos o tres lugares hubo profusión de muertos, estaría más cerca de la comedia festiva que de la tragedia. Nada nos ha dejado: ni un fleco, ni una hilacha. Se activó el 12 de julio de 1873 y para un mes después, de los 29 movimientos cantonales que los estudiosos suelen considerar, todos menos el de Málaga, que lo haría una semana más tarde y, desde luego el de Cartagena, habían quedado laminados. Unos por el empleo de la fuerza, otros por la eficacia de la amenaza, algunos más por simple hastío y, en fin, otros por falta de interés de sus habitantes; de muchos ni se sabe por qué desaparecieron (ahora vendría al pelo la metáfora del azucarillo que se deshace si no fuese porque ya la he usado).

En contra de la creencia de muchos, el cantonalismo no fue un movimiento separatista. La República Federal lo que pretendía (de arriba abajo) era formar unidades políticas autónomas (cantones) y con esas piezas, aunadas, formar un Federación Española; era otro concepto de España. Eso, en opinión de los federalistas benevolentes, exigía alzar un andamiaje previo, uno de cuyos elementos, acaso el principal, era una Constitución. Pero, como ya dije en la Entrega 3, los intransigentes no pensaban así: para empezar creían que antes había que formar la federación y luego se haría el andamiaje; y en segundo lugar su impaciencia les llevó a crear “su” Cantón en su terruño como un aviso a Madrid:

-¡Oiga, que yo ya “soy Cantón”! Ya me puede usted federar con otros.

O, como poco:

-¡Oiga, que yo ya “soy Cantón”! Cuando vaya usted a hacer la federación, que sepa que yo soy una de las piezas, pues ya existo como tal desde ahora.

Lo único realmente interesante del movimiento cantonal en España, curiosidades y anécdotas aparte, es que, por detrás de las diversas revoluciones locales, empieza a asomar la Federación Regional Española de la AIT. Esto, si no el vagido, si al menos supone la “primera comunión” del socialismo en España.

 



[1] 3 muertos y 5 heridos por el lado gubernamental y 1 muerto y 3 heridos por el cantonal.

[2] Se acordó que la a capital estaría en Murcia, pero mientras durase la «guerra» lo sería Cartagena.

[3] Esta mujer debería ser considerada como una de esas heroínas que no escasean en España. Y por ser revolucionaria, debería ocupar un lugar señalado en la izquierda. Pero no es así y tengo la sospecha de que se debe a que doña Concha “colocó” a su hijo, de 18 años, a dirigir la explotación de las salinas de Torrevieja, lo que tiene toda la pinta de ser una alcaldada. Terminada la aventura cantonal, Concha Boracino pasó a Cartagena, desde donde se diluyó en la Historia.

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