Tragabuches (n. 1780), que fue un bandolero famoso
de raza calé, miembro de la banda de los ”Siete Niños de Écija”, se llamaba de
verdad José Mateo Balcázar Navarro aunque, amparándose en un decreto por
el que Carlos III autorizó a los gitanos a tomar el apellido que deseasen, cambió su nombre por el de José Ulloa
Navarro. El apodo de Tragabuches lo heredó de su padre que parece que lo
ganó por exactamente eso: por haberse comido un buche (un borrico recién
nacido) de una sentada.
Fue cantaor y torero,
yendo en una cuadrilla de diestros de fama de su época hasta que tomó
la alternativa en Salamanca, un 12 de septiembre 1802. Se la dio un familiar a
quien, aquella misma tarde, mató un toro.
Años después, al
cortarse la coleta, se fue a vivir a Ronda dedicándose al contrabando
con Gibraltar. Era su compañera una preciosidad de bailaora que se llamaba
María “La Nena”, que no sólo le acompañaba en el lecho, sino también en el
negocio: él pasaba el género y ella lo comercializaba.
En 1814 le ofrecieron a “Tragabuches” participar en 3
festejos taurinos en Málaga y, aun estando retirado, aceptó. Pero el día en que
viajaba hacia la ciudad, su jaca tropezó y él cayó de la caballería
lesionándose en un brazo.
Al ver que no podría torear decidió volverse, pero al
acercarse a su hogar se dio cuenta de que allí pasaba algo raro. Cuando entró
en la casa vio a su mujer con el pelo revuelto y el rostro arrebolado.
Parsimoniosamente, sin hacer caso de la bella, sin hablarla, fue pasando de
estancia en estancia lentamente, mirando armarios, buscando bajo camas y canapés.
Nada.
-Nena. Tengo la boca seca. Voy a la cocina a beber agua de la
tinaja.
-¡No, no! Ya te la traigo yo, José. ¡No vayas!
-Deja, Nena –la miró torvo- Ya voy yo.
Cuando Tragabuches entró en la cocina no fue hacia el clavo
de donde colgaba el cazo para beber; no. Se fue, con la faca abierta en la mano
derecha, directamente hacia la tinaja; dio un manotazo a la tapadera y allí
apareció el lívido rostro del sacristán, Pepe “el Listillo”, que parecía
implorar piedad con el agua hasta la barbilla y los ojos fuera de las órbitas.
Tragabuches le cogió del pelo con la izquierda (la mano de la
verdad de los toreros), tiro de la cabeza hacia arriba y cuando lo tuvo a su
altura le atravesó el gaznate con la navaja.
La “Nena” huyó corriendo despavorida hacia al piso de arriba,
pero él la siguió, la acorraló y, tomándola por el talle, la tiró por la
ventana chocando su cabeza contra el pavimento de la calle y muriendo la pájara
“ipso facto”.
El uxoricida, sin alterarse demasiado bajó a la calle,
arregló los vestidos de la interfecta para que la gente no le viese las piernas
a su chica, montó de nuevo en su jaca y tomó el tole por aquellos breñales…
Tragabuches se hizo bandolero y luego, como se ha dicho,
formó parte de “Los 7 niños de Écija”. De todos los que alguna vez fueron
miembros de la banda (se conocen 14 bandoleros que en algún momento pasaron por
la cuadrilla), es el único de quien se ignora el final que tuvo.
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