Es sabido que Indalecio Prieto (1883-1962), líder socialista y ministro en diversos gobiernos de la II República (1931-1939) no era excesivamente moderado en el control del grosor de sus expresiones.
El 15 de julio de 1931, Manuel
Azaña, por entonces Ministro de la Guerra del Gobierno Provisional, escribe en
su diario: “Prieto ha hecho todo el gasto diciendo gansadas y tirándole
zarpazos a Fernando de los Ríos,
contándole anécdotas obscenas, etcétera. Fernando toma el partido de reírse a
carcajadas. Cuando la conversación estaba en este tono, Prieto, en un silencio,
dice: Pues, con todo, somos el gobierno de España”.
En realidad de los Ríos,
ministro de Justicia en ese gabinete, se reía con risa nerviosa porque era
evidente que siendo, como lo era, un
humanista excesivamente atildado física e intelectualmente, no sabía ni
qué responder a los disparates y enormidades de su compañero de gabinete.
Un día, harto ya de las atrocidades
e impudicias que salían de los labios de Prieto, se trazó un plan que hizo
saber a sus compañeros del gobierno.
-
Don Indalecio no se da cuenta de lo desagradable
que se pone cuando habla de esa forma.
Claro, como no se oye… Pero yo le voy a poner en su sitio. La próxima
vez que diga una barbaridad yo le voy a contestar con otra aún mayor para que
se dé cuenta lo desagradable que es oír a otro hablando de manera tan
descomedida.
En efecto, a la siguiente
reunión del Consejo, Prieto, como siempre, soltó por su boca y sin avergonzarse
todo lo que se le venía a la cabeza.
Entonces Fernando de los Ríos
puso en ejecución la estrategia que había planeado, espetando sonrojado a su
colega bilbaíno:
-
¡Cáspita, Don Indalecio!
Lo que, lógicamente, causó la
hilaridad de todo el Consejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario