El político conservador malagueño don Antonio Cánovas del Castillo
(1828-1897) fue quien, posiblemente, más influyó para reinstaurar la monarquía
en España en la persona de Alfonso XII.
Fue presidente del gobierno en nada menos que siete ocasiones, si
bien hay que decir que en España se utilizaba el sistema de “turno de partidos”
(inventado precisamente por él) en el que, a base de un pucherazo
institucionalizado, a un gobierno conservador seguía uno liberal y viceversa.
Consiguió así una estabilidad política patente, aunque un pelín espuria.
Bueno. Pero esto no quita para que fuese un gran político y un
hombre de elevada autoridad moral entre quienes le conocían. Sobre esto se
suele contar la siguiente anécdota.
Pilar Osorio y Gutiérrez de los Ríos, titular del ducado de Fernán
Núñez, y su marido Manuel Falcó d’Adda,
ofrecieron en 1884 un baile de disfraces en su palacio de la calle Santa Isabel
de Madrid al que estaba invitada la familia real y, desde luego, toda la
nobleza cortesana. De quien no hubiese recibido la invitación, se podía decir
que no era nadie.
La mañana de la fiesta fue Cánovas a despachar con D. Alfonso a
Palacio y, al terminar, con esa familiaridad que tan bien manejan los borbones,
preguntó el rey al político si le vería aquella noche en casa de los Fernán
Núñez. A lo que Don Antonio contestó que, en efecto, estaban invitados tanto él
como todos los miembros del gobierno.
El monarca se había mandado confeccionar un atuendo para ir
disfrazado de Rey Sol y, aunque era algo que se pretendía mantener bastante
reservado, los servicios de información de Cánovas habían sido eficaces y
habían hecho llegar al político la noticia de esta insensatez real.
-Espero sorprender a todos
-dijo el rey.- Pero, aunque es un secreto, a ti te lo voy a comunicar para que
me digas qué te parece.
-No es necesario, Majestad, -contestó D. Antonio frunciendo el
ceño- Yo sé cómo iréis vestido.
-No es posible que lo sepas. He ordenado la máxima discreción a
todo el equipo de la sastrería real, que es quien lo ha confeccionado.
-Majestad. Yo soy el Presidente del Gobierno y mi obligación es
saberlo todo. Por eso puedo decir que me consta que vuestra majestad llevará
esta noche –su rostro era cada vez más grave- el uniforme de gala de capitán
general con todas sus condecoraciones y con el Toisón de Oro. ¿No es así?
D. Alfonso tragó saliva, pero reaccionó rápido.
-Muy cierto, Cánovas. Veo que estás bien informado.
Aquella noche se comprobó que, en efecto, el Presidente del
Consejo había “acertado”. Bien por la inteligencia y autoridad moral de Cánovas
del Castillo y bien por la capacidad de rectificación y la agilidad del rey.
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