Aunque los hermanos José y Napoleón Bonaparte habían sido novios
de, respectivamente, las adineradas hermanas Desirée y María Julia Clary, el
futuro emperador fue enredando las cosas de tal manera que, al final, José se
casó con Julia y Desirée se casó con otro (Bernadotte).
Ni que decir tiene que cuando Napoleón hizo a su hermano José rey
de España (1808), su esposa Julia se convirtió automáticamente en nuestra
reina. Pero es una reina desconocida para todos los españoles por tres razones:
a) porque nunca se ha escrito una biografía sobre ella; b) porque no se
interesó por las vanaglorias áulicas y c) porque jamás pisó la Piel de Toro.
Julia, aunque fue princesa heredera (consorte, porque su marido lo
fue) del trono imperial, reina de Nápoles y por último de España, no era una
cortesana al uso. No le atraía ser reina y era propietaria de un espíritu
sensible, alejado de lo que por entonces se estilaba en las reuniones
palaciegas en las que se podía escuchar, entremezclado, el bélico tintín de
espuelas y tizonas con el más sugestivo de los frufrús de rasos y sedas de
guardainfantes y canesús y de los trajes escotados diseñados con el novedoso
“talle imperio”.
Como se ha dicho, Julia no se dejó caer por España y residía en
París en el Palacio de Luxemburgo, como reina que era, desde donde escribía a
su marido animándole a perseverar en el trono pese a las dificultades. José,
rodeado de amantes, contestaba a sus misivas, el muy ladino, disuadiéndola de
cualquier proyecto de venir a la Península.
Al producirse la derrota francesa en España (1813), Napoleón, sin
mayor protocolo, repone en el trono a Fernando VII y le dice a su hermano José
que, con la mayor discreción, desparezca del suelo ibérico.
José se retira a la finca de los Clary en Mortefontaine (Oise),
donde le espera Julia. Desde allí escribe a Napoleón comunicándole que, para
salvaguardar los intereses de los españoles afrancesados que le acompañan, va a
redactar una abdicación formal ante él.
Pero Napoleón (no se puede ser más borde) le contesta: “No
necesito que renuncies; tú ya no eres rey de España”. A pesar de todo, José
Bonaparte escribe su renuncia que decide firmar en un acto oficial en presencia
de su mujer y de sus ministros.
Así que el primer acto de soberanía en que participó la reina
consorte de España Dª Julia fue la abdicación de su marido… ¡que conllevaba la
suya!
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