Paseaba Don Eduardo Dato, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, por el Retiro madrileño en la primavera de 1920. Iba acompañado por Don Francisco Bergamín García, político malagueño, buen amigo de Dato, sagaz, chungón, de hablar algo ceceante y padre del más tarde famoso escritor José Bergamín.
Don Eduardo consultaba al andaluz sobre cómo solucionar cierta
crisis de gobierno. En la conversación surgieron varios nombres para ocupar la
cartera de Guerra, pero todos fueron desechados por alguno de los contertulios
porque con ninguno de ellos se conseguía encajar el habitual y complicado “puzzle” de partidos e intereses.
En cierto momento se cruzaron en su caminata con una jai, guapa,
joven, rumbosa, sandunguera…
-Oiga Don Eduardo –dijo Bergamín probablemente dando con el codo a
su contertulio- Zi yo fueze uzté le daría la cartera de Guerra a eza.
Continuaron paseando y charlando, despidiéndose más tarde y
marchando cada uno a su casa sin haber solucionado el problema.
Al día siguiente se volvieron a encontrar.
-Muchas gracias Don Francisco. Lo he estado pensando toda la noche
y me he dado cuenta de que tenía usted razón; he seguido su consejo y he
nombrado ministro al Vizconde de Eza.
El 23 de mayo juraba su cargo como Ministro de la Guerra Don Luis
Marichalar y Monreal, vizconde de Eza.
¿Será cierta tal conversación?
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