jueves, 10 de agosto de 2023

EXISTOS PERO SOBRE TODO FRACASOS DE LA PRIMERA REPUBLICA ESPAÑOLA

 


Cuando el pueblo español consiguió echar de España a Isabel II en septiembre de 1868, se abrieron puertas de esperanza para muchos. Pero la realidad puso las cosas en su sitio: España no se dirigía hacia la república como muchos anhelaban, sino hacia otra monarquía.

El proceso fue sorprendente: el pueblo expulsa a la reina, las élites políticas traen a otro rey, la alta burguesía y la nobleza expulsan a ese rey, ahora las élites políticas traen la República y el nuevo régimen se pega un batacazo zancadilleado tanto por las mismas élites políticas que lo trajeron como por el pueblo. Los que habían visto cómo se abrían puertas de esperanza, descubrieron con decepción que, de nuevo, se cerraban.

Así que el proceso histórico de aquellos años no es sino la sucesión de una esperanza (Revolución de 1868), una decepción (Amadeo de Saboya, 1871), una ilusión (1ª República, 1873) y, en fin, un fracaso (Golpe de Pavía, 1874).

El sistema republicano ni fue capaz de solucionar ninguno de los tres grandes problemas que heredó de Amadeo de Saboya (Economía, Carlismo y Guerra de Cuba), ni tan siquiera pudo procurarles algún alivio.

La 1ª República[1] no puede presentar ni un solo éxito, con el agravante de que solo un lustro después de derrumbarse las cosas estaban un poquito más apañaditas, pues habían terminado victoriosamente las guerras Carlista y de Cuba, la economía había mejorado (también es verdad que se partía de un punto muy bajo) y los niveles de inseguridad se habían hecho más tolerables. Eso me lleva a pensar que en 1873 existía alguna forma de meterle mano a todo aquello pero que los republicanos no supieron encontrar ni activar.

Pero claro, si resulta que el enemigo común de los 4 Presidentes del Poder Ejecutivo de la República fueron los propios republicanos, me parecería demasiado exigirles que, además de atender a los problemas habituales de un gobierno, soportasen estoicos la lucha en el “flanco interior” que les planteaban unos antiguos correligionarios que ahora los odiaban. Y la causa de esa desafección (o acaso traición) de los republicanos hacia sus líderes nace de que, como suele ocurrir en España, buena parte de los políticos y del pueblo creyeron que República era sinónimo de Revolución.

 


Esas prisas, esas quemas de iglesias y de ayuntamientos, esas ocupaciones de tierras, esas insubordinaciones en el ejército, esas actitudes obstruccionistas de los diputados intransigentes, esos saltarse la ley deponiendo ayuntamientos democráticos… todo ello y más, no se compaginaba con las virtudes éticas personales de Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar, ni con las áticas que se esperan de próceres que miran por el bien de la Patria.

Lo que es aún más doloroso para la historia de la 1ª República es que los pocos éxitos que puede exhibir, se produjeron bajo el mandato de Castelar que, como se ha dicho, gobernó con plenos poderes y con el control parlamentario suspendido; algo, en fin, bastante poco republicano.

La 1º República no dejó nada a la historia de España, salvo el Himno de Riego (que es de 1820, pero bueno); ni un fleco, ni una hilacha. Si no fuese por los republicanos militantes que la presentan como aperitivo de la 2ª República, no ocuparía ni media página en los textos. Y el cantonalismo, con una duración de un par de semanas (¡15 días en medio de la secular historia de España!) no aparecería más que en alguna nota de pie de página de algún libro escrito por algún erudito un tanto meticuloso.

 



[1] Siempre me ha admirado la perspicacia de Pérez Galdós. En 1911 publicó su antepenúltima novela de los Episodios Nacionales. La tituló LA 1ª REPÚBLICA. ¡Pero bueno! ¿Cómo sabría él que habría una segunda República años después?

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