La forma en que Felipe V llegó
a ser rey de España (1700-1746) parece indicar que se debió, más que a otra
causa, al interés que en ello puso su abuelo, Luis XIV de Francia, el rey Sol.
En efecto. Felipe de Borbón,
futuro V de los de su nombre en España, era nieto de Luis XIV y María Teresa de
Austria.
No quiero haceros un lío, pero
el hecho de que esta María Teresa fuese hija de Felipe IV de España era lo que,
muerto Carlos II el Hechizado sin descendencia, otorgaba al francés Felipe
derechos sobre la corona española.
Luis XIV tuvo un hijo llamado
Luis que, al ser el heredero a la corona, era el Gran Delfín de Francia
(1661-1711). Este Luis tuvo un primogénito, llamado también Luis, que era el heredero
del heredero al trono francés.
Curiosidad: lo de Gran Delfín
no es un título como podría serlo Gran Elector de Baviera o Gran Maestre de la
Orden de Malta, no; lo de Delfín sí era un título, pero lo de Gran era por lo
gordo que estaba.
Luis XIV no quiso que sus dos
delfines sucesivos se calasen la corona española, pues sabía que aquellas
naciones europeas (pocas) que aún no estaban bajo su férula nunca permitirían
que, de hecho, los cetros de Francia y España estuviesen empuñados por una única
mano.
Así que, para poder reinar él en
España por persona interpuesta, se las ingenió para que Carlos II, en su
testamento, nombrase al segundo hijo del Gran Delfín, Felipe, como heredero a
la corona española, saltándose en la línea de sucesión a Luis (Gran Delfín) y a
su hijo Luisín (Delfinito).
El interés del Rey Sol por
gobernar el impero español a través de su nieto, si no fuese ya patente sólo
por los movimientos políticos que realizó antes de su coronación, lo sería
porque para poder reinar su nieto en España, Luis XIV hubo de sostener una
costosísima guerra en nuestro país contra el candidato Habsburgo (la Guerra de
Sucesión), que duró nada menos que 12 años y que corrió a cargo del Tesoro
Público galo.
Coronado Felipe V, todo
aparentaba que ya España estaba también bajo las ávidas garras del Rey Sol.
Pero existe una carta preciosa en la que nuestro Felipe V contesta a una
reconvención que le hace su abuelo y que dice: “es necesario cuando menos, que
cuando toméis una decisión lo hagáis de acuerdo conmigo”. La reprimenda ya
parece indicar que Felipe V había actuado, como rey de España, al margen de la
opinión de su abuelo (y no como otros monarcas europeos que reinaban genuflexos
ante el poder de Luis XIV). Pero leamos la respuesta de nuestro rey, que demuestra
que no era una marioneta en manos del todopoderoso Rey Sol:
“Ha sido Dios quien me ha
coronado rey de España y yo defenderé el trono mientras me quede una gota de
sangre en las venas, pues soy deudor de mi conciencia, mi honor y el honor de
mis súbditos. Estoy convencido de que ellos jamás me abandonarán”.
Sin duda ningún otro monarca de
Europa hubiese tenido el coraje de dirigirse en ese tono a quien todo lo podía
por entonces.
Otra curiosidad. Ni el Gran
Delfín ni el delfinito llegaron a reinar en el país vecino y menos aún en
España. Luis XV de Francia, el sucesor de Luis XIV, fue hijo del delfinito y
biznieto, por tanto, del Rey Sol. Más vale pájaro en mano…
HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXXI
10.01.11
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