Muchos turistas han visto en la
Plaza del Kremlin de Moscú los restos de la considerada mayor campana del
Mundo.
Está campana se llama Tsar
Kolokol, que en ruso quiere decir no “la Campana del Zar”, como suele leerse en
las guías turísticas, sino “el Zar de las campanas”. Siendo la palabra rusa Kolokol
(campana) de origen evidentemente onomatopéyico, la traducción es algo parecido
a lo que en español sería “el rey del talán talán”.
De esta campana, que pesa 216
toneladas y mide 6,1 metros de altura mientras que la circunferencia de su base
es de 20,7 metros, conocemos su abolengo
hasta 3 generaciones por encima.
El bisabuelo fue una campana fundida en 1599, pesaba 35
toneladas (tengamos en cuenta que el famoso Big Ben londinense, de mediados del
s. XIX, no pesa “nada más que” 13 toneladas) y tras un incendio quedó
inservible. Le había dado tiempo a sonar, durante sus casi 50 años de servicio,
para Boris Godunov, Feodor II, Dimitri I, Basilio IV, Ladislao IV Vasa, Miguel
I y Alexis I.
En 1654, con los restos de la campana anterior y ya con el
nombre de Tsar Kolokol, se fundió una nueva, abuelo de la dinastía. Pesaba 128
Toneladas, con lo que a las 35 toneladas de la antigua hubo que agregarle otras
93 toneladas nuevas. Antes de subirla a ninguna torre, Alexis I ordenó que se
realizase una prueba. El tañido se oyó a 12 kms de distancia, pero a cambio la
campana se rompió.
El propio Alexis, inasequible al desaliento, ordenó
inmediatamente la fabricación de otra Tsar Kolokol. La nueva campana, que sería
el padre de la que ahora está en el Kremlin, pesó 160 toneladas, 128 de las
cuales se obtuvieron de la recientemente destruida.
No estuvo en condiciones de ser tañida hasta 1674 (aun
reinaba Alexis I), pero la potencia de su sonido era tal que, hasta su retirada
en 1701, se tocó en muy pocas ocasiones, ya que los efectos de las vibraciones
eran tan apabullantes que era necesario avisar a la población antes de poner en
marcha el artilugio sonoro.
La retirada de la campana padre no fue voluntaria. En
efecto, en el citado año de 1701, un incendio en el Kremlin moscovita derribó
la torre en que estaba instalada cayendo al suelo y quedando destrozada.
“¿No quieres caldo?”, se preguntó la zarina Anna Ionnovna en
1730. Y mandó construir la actual Tsar Kolokol que pesaba, como se ha dicho,
216 toneladas; 128 las aportaba el difunto padre y 88 fueron de nueva
adquisición. A los cinco años estaba terminada pero, mientras se preparaba la instalación en
su correspondiente torre, otro incendio se abatió de nuevo sobre la ciudadela
de Moscú afectando al almacén en que se guardaba la campana. Al parecer, el
efecto combinado del fuego y el agua que se utilizó para apagarlo, consiguió
que, aún sin inaugurarse, se rompiese.
Esta campana rota es la pieza que se puede ver hoy sobre una
peana en Moscú para admiración de íncolas y turistas. De todas maneras, el tipo
de rotura (no es una raja, sino un importante pedazo desprendido) me hace
pensar que el accidente que tuvo esta última y definitiva (por ahora) Tsar
Kolokol, debió tener lugar al arder el soporte sobre la que estaba colocada, lo
que motivaría su caída al suelo y su fractura en dos trozos.
La campana en funcionamiento más grande del mundo está en un
templo de Mingun, en Myanmar (antigua Birmania) y alcanza las 90 toneladas. La
mayor campana de volteo del mundo está en Villarreal (Castellón de la Plana),
en la basílica de San Pascual Bailón; pesa 2 toneladas y se llama Santísimo
Sacramento.
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