jueves, 17 de enero de 2013

LA FIGA Y LA PESETA (¿O LA PEINETA?)



La figa es ese gesto en que el que lo realiza mete su dedo pulgar entre medias de los dos siguientes, el índice y el corazón. O sea, la falange distal del pulgar entre las falanges proximales de los dedos índice y corazón, llegando a asomar la primera por en medio de las otras dos. Desde tiempos de los romanos se conoce como un signo de burla o de desprecio, como atestiguan Juvenal y Marcial entre otros, y, sin ningún género de dudas, esquematiza una penetración; un acto sexual.
La palabra “figa”, en castellano antiguo fica, etimológicamente, viene del italiano ficcare, que quiere decir simplemente meter. Probablemente  esa palabra italiana sea también el origen etimológico del to fuck británico o del ficken alemán que, en ambos caso, se refieren a la práctica del coito.
La relación de la palabra “figa” con “higo” (o “figo”, del latín ficus), vulgarismo para referirse al órgano sexual femenino, está menos clara.
Pero la figa ha tenido también un papel importante como amuleto protector de las adversidades, los enemigos y, más concretamente, del mal de ojo. De he hecho, no son pocas las imágenes góticas en que se ve al Niño Jesús con una figa colgando de su cuello.
Santa Teresa de Ávila llevaba dos años sufriendo las asechanzas del Maligno y ella le rogaba a Dios que le evitase aquellas tentaciones. Llegó a contar que el Señor mismo se le apareció en diversas ocasiones para tranquilizarla.
Al saberse aquello, los sacerdotes, atemorizados y creyendo que estaba endemoniada, eludían oírla en confesión. Incluso la  jerarquía pensó seriamente en exorcizarla. Pero el jesuita Baltasar Álvarez, que sí la confesó, decidió que las visiones divinas que tenía la futura santa eran de origen satánico y que, en consecuencia, cuando las tuviese, para anularlas Teresa debería hacer la señal de la Cruz y presentar una figa.
Esto es muy curioso. Santa Teresa sabía lo que de obsceno (además de pagano) se encontraba en un figa, por lo que ella misma reconoce que era un tremendo sufrimiento la presentación de ese signo. Le pedía perdón a Dios por hacer aquello aunque se escudaba en que no hacía otra cosa que seguir las instrucciones de su confesor. Ella misma escribió que el Señor le había dicho que no se preocupara por ello.
Parece natural pensar que cuanto mayor sea la porción de pulgar que asome por entre las falanges de los dedos índice y corazón más cantidad de insulto recibirá el destinatario del gesto, así que, poco a poco, el digital insulto fue trasladando su protagonismo al dedo central, el más largo de los cinco, que ahora aparece enhiesto con sus tres falanges, entre medias de los dedos índice y anular más o menos (depende de la habilidad del insultador) doblados. El dedo corazón queda así como un símbolo fálico.
El gran polígrafo y paremiólogo José María Iribarren, afirma que esto de manejar burlonamente el dedo ya se puede leer en el libro de Isaías (58,9): “Si arrojares lejos de ti la cadena y cesares de extender maliciosamente el dedo y de charlar neciamente …” Pero esto es dudoso, porque muchas de las traducciones bíblicas (sobre todos las protestantes) se refieren a “amenazadoramente el dedo” o a “acusadoramente el dedo”; lo contrario de un “maliciosamente” que nos conduciría a una actitud picaresca por parte del propietario del dátil.
La práctica de ese gesto, en España, se llama “hacer la peseta” y tal locución no es sinónima, como erróneamente cree la Real Academia Española, a la de “dar o hacer un corte de mangas”; son cosas distintas.
Según cuenta también Iribarren,  Rodríguez Marín (1855-1943) contesta a una pregunta al respecto indicando que la expresión “hacer la peseta” proviene de la configuración de la llamada peseta columnaria, en cuyo dorso se podía ver una columna y cinco reales (pues era un peseta “colonial” con un real de más, igual que una guinea británica era una libra “colonial” de 21 chelines en lugar de los 20 habituales). El dedo enhiesto sustituía a la columna y los 5 nudillos de los dedos a los 5 reales.
“Hacer la peineta” es un sintagma nuevo en la lexicografía hispana inventado por el entrenador de fútbol Luis Aragonés que, evidentemente, quiso decir “hacer la peseta” pero se equivocó diciendo lo que no correspondía. Existe una acepción de hacer la peineta, pero la explicación a la misma se verá en el artículo PONER LOS CUERNOS.

HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXXII
17.01.11

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