Es bien
sabido que se “ponen los cuernos” a una persona si se mantienen relaciones
sexuales con el compañero sentimental (¿) más o menos estable de esa persona o
si ese compañero las mantiene con un tercero.
La
expresión es bastante equívoca, pues “cornudo”, aquel a quien se le han puesto
los cuernos, es palabra que sirve tanto para la persona que es engañada como para
la que consiente que su pareja mantenga relaciones sexuales con terceros.
Siempre
son dos las personas necesarias para
poner a alguien los cuernos; para convertirle en un cornudo, pues pone los
cuernos tanto el que es infiel a su pareja como el colaborador necesario para
llevar a cabo esa infidelidad. No deja de tener todo ello una cierta carga
machista: la expresión “cornudo”, en masculino, es habitual, mientras que
“cornuda”, que no es incorrecto, es absolutamente infrecuente.
Son
legión quienes consideran que el origen de la expresión proviene de que, en lo
que hoy llamamos Países Nórdicos, ciertos jerarcas tenían la posibilidad de
acostarte con la mujer que ellos quisiesen. Cuando así lo hacían, para aviso de
quienes andaban por las cercanías e incluso del mismo marido, que podía llegar
de improviso, ponían a las puertas de la casa donde se celebraba el encuentro
sexual, una cornamenta de reno.
Bueno;
aunque en general se considera este el origen de la expresión, yo lo dudo. Lo
primero que es difícil de tragar es que una legislación cualquiera admitiese
que un oscuro régulo de los bosques escandinavos tuviese el derecho de yacer
con quien le diese la gana (hay mucho mito en lo del derecho de pernada). Lo
segundo es que no me imagino a un señor, por muy nórdico que sea, despidiéndose
de su esposa por la mañana, llevando bajo el brazo una cornamenta de reno por
si acaso se topaba con una señorita de buen ver por los alrededores.
Todo
parece indicar que el origen es mitológico. Veamos algunos ejemplos: Pasifae,
mujer del rey Minos, le engaña con el famoso Toro del Laberinto (le pone los
cuernos); el lujurioso dios Pan, que llevaba cuernos, era fruto de una unión
ilegal entre Penélope (la mujer de Ulises) y el dios Mercurio; los sátiros,
diosecillos salaces, llevaban cuernos. .. Los cuernos son representación de
virilidad y de ahí se extrae la utilización de las astas para designar a quien
ha sido afectado por el coito de terceros.
Pero
hay otra forma de poner los cuernos, que es mostrar a una persona el puño
cerrado con los dedos meñique e índice estirados hacia arriba, lo que supone la
representación gráfica de unos cuernos. Este gesto, al igual que el de la figa,
representaba un amuleto contra el mal de ojo pero también un signo de mofa para
quien lo recibía. El recipiendario estaba siendo llamado cornudo por quien le
hacía el gesto.
Modernamente,
en las fotografías que retratan a grupos, no es inusual ver cómo los que están
más alejados del objetivo hacen este gesto de los cuernos a aquellos que están
en las filas más delanteras, poniéndoselos a la altura de su nuca a fin de que
salgan reflejados en la foto.
Ese
“poner los cuernos” con los dedos y en la nuca de un tercero, es lo que
modernamente se ha llamado por razones obvias “poner la peineta”, no “hacer la
peineta”, como dijo erróneamente el entrenador Luis Aragonés.
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