Carlos
Marx (1818-1883) tuvo una vida familiar complicada, entre otras razones porque
las cosas no le fueron muy bien económicamente y eso le llevó a cambiar demasiadas
veces de domicilio, con lo que le carecía del necesario arraigo en los lugares
en que vivió.
Una vez
que murió el viudo padre (que era barón) de una señorita llamada Joanna von
Westphalen, Karl se casó con ella. Los novios cumplían así una promesa que
ambos se hicieron de críos, pero que no se pudo llevar a cabo antes por la
taxativa oposición del difunto papá de Jenny a tal casorio. La pareja tuvo 6
hijos de los que se les murieron 3 de diversas enfermedades.
En
1849, como último capítulo de su vida nómada, los Marx recalaron en Londres.
Para ayudar a Joanna (Jenny) en las faenas del hogar, pues al llegar a la
capital británica la pareja tuvo su cuarto hijo, Karl llevó consigo como
sirvienta doméstica a una mujer llamada Lenchen Demuth, alemana del Sarre que
estaba con ellos desde 1841. Los señores Marx no eran de lo mejor que se podía
encontrar por ahí; Herr Karl había
decidido que a Lenchen no se le pagase en dinero, sino que recibiese sólo
comida y techo (así también yo soy comunista, claro).
Pero un
buen día Lenchen empieza a engordar y a engordar hasta que el 23 de junio de
1851, a los 9 meses de iniciarse ese proceso de engordamiento imprevisto, adelgaza
de golpe coincidiendo con el nacimiento de un rorro al que llamará Frederich.
Tres meses antes Marx y Engels se habían reunido y aquel, sin ambages, planteó
a su protector que había dejado preñada a la chacha, pidiéndole que asumiese la
paternidad del crío para evitar que cayese sobre él y sus teorías el más ominoso
de los descréditos.
El
mecenas, que debía ser algo lila, se hace cargo del niño afirmando a quien quiere
oírle que él es el verdadero padre del guaje. Engels era soltero, pero tenía
dos amantes que eran hermanas y que no sé yo lo que pensarían de esto. Karl por
su parte, con todo cinismo, continúa negando su paternidad, despreciando al
chico e incluso dejándole caer en la miseria.
Pero
estando a las puertas de la muerte Friedrich Engels (1895), le confiesa la
verdad a Samuel Moore (el traductor al inglés del “Manifiesto Comunista”) que
se lo comunica a Eleonora, la hija menor de Marx. Ella no le cree, pero se da
la circunstancia de que cuando Moore, también él, está a punto de morir, se lo
vuelve a decir a Eleonora que, esta vez, no sólo le cree, sino que sale de la
habitación con una crisis nerviosa.
Si Marx
fue cicatero con Frederich, igual lo fue Engels (bueno, éste por lo menos no
era su padre). En vida de Marx nunca pudo visitar a quien apechugó con su
paternidad, pero a su muerte se le permitieron las visitas aunque entrando en
la casa por la puerta de servicio.
Cuando
Lenchen murió dejó a su hijo por toda herencia 95 libras. Era todo su ahorro
tras trabajar medio siglo para el apóstol de los obreros.
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