lunes, 15 de abril de 2013

EL HIJO ESPURIO DE MARX



Carlos Marx (1818-1883) tuvo una vida familiar complicada, entre otras razones porque las cosas no le fueron muy bien económicamente y eso le llevó a cambiar demasiadas veces de domicilio, con lo que le carecía del necesario arraigo en los lugares en que vivió.
Una vez que murió el viudo padre (que era barón) de una señorita llamada Joanna von Westphalen, Karl se casó con ella. Los novios cumplían así una promesa que ambos se hicieron de críos, pero que no se pudo llevar a cabo antes por la taxativa oposición del difunto papá de Jenny a tal casorio. La pareja tuvo 6 hijos de los que se les murieron 3 de diversas enfermedades.
En 1849, como último capítulo de su vida nómada, los Marx recalaron en Londres. Para ayudar a Joanna (Jenny) en las faenas del hogar, pues al llegar a la capital británica la pareja tuvo su cuarto hijo, Karl llevó consigo como sirvienta doméstica a una mujer llamada Lenchen Demuth, alemana del Sarre que estaba con ellos desde 1841. Los señores Marx no eran de lo mejor que se podía encontrar por ahí;  Herr Karl había decidido que a Lenchen no se le pagase en dinero, sino que recibiese sólo comida y techo (así también yo soy comunista, claro).

Pero un buen día Lenchen empieza a engordar y a engordar hasta que el 23 de junio de 1851, a los 9 meses de iniciarse ese proceso de engordamiento imprevisto, adelgaza de golpe coincidiendo con el nacimiento de un rorro al que llamará Frederich. Tres meses antes Marx y Engels se habían reunido y aquel, sin ambages, planteó a su protector que había dejado preñada a la chacha, pidiéndole que asumiese la paternidad del crío para evitar que cayese sobre él y sus teorías el más ominoso de los descréditos.
El mecenas, que debía ser algo lila, se hace cargo del niño afirmando a quien quiere oírle que él es el verdadero padre del guaje. Engels era soltero, pero tenía dos amantes que eran hermanas y que no sé yo lo que pensarían de esto. Karl por su parte, con todo cinismo, continúa negando su paternidad, despreciando al chico e incluso dejándole caer en la miseria.
Pero estando a las puertas de la muerte Friedrich Engels (1895), le confiesa la verdad a Samuel Moore (el traductor al inglés del “Manifiesto Comunista”) que se lo comunica a Eleonora, la hija menor de Marx. Ella no le cree, pero se da la circunstancia de que cuando Moore, también él, está a punto de morir, se lo vuelve a decir a Eleonora que, esta vez, no sólo le cree, sino que sale de la habitación con una crisis nerviosa.
Si Marx fue cicatero con Frederich, igual lo fue Engels (bueno, éste por lo menos no era su padre). En vida de Marx nunca pudo visitar a quien apechugó con su paternidad, pero a su muerte se le permitieron las visitas aunque entrando en la casa por la puerta de servicio.
Cuando Lenchen murió dejó a su hijo por toda herencia 95 libras. Era todo su ahorro tras trabajar medio siglo para el apóstol de los obreros.

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