Canel propone recreos a sus lectores en fiestas de guardar.
Los recreos consisten en estas piezas cuentistas, que llevan
la habitual carga de ironía, algo de lírica, mucha prosa
y sobre todo imaginación creativa.
Como voy un poco retrasado respecto a los envios oficiales,
me he permitido pulicar algunas entradas en Semana Santa ,
cuando debe ser época de recogimiento, aun así no quería privaros
de esta joyita recreativa con que nos obsequia como descanso.
Patrick Narbona (editor de Canel para amiguetes)
Bueno; pues en vista de que Nuestra Santa Madre Iglesia
nos lleva en estos días a la meditación sobre la vida de los santos que el
canon nos propone como ejemplo, yo, en mi modestia (que es escasa), no voy a
ser menos y os ofrezco para vuestra cavilación la vida de Don Hemisferio Martínez
Boreal, que si no está hoy en día en los altares es sólo por la inicua índole
de su alma pecadora, que si no, es seguro que el calendario ya se hubiese
enriquecido con una nueva flor: San Hemisferio de Santurce (llamado así no
porque fuese natural del bello puerto vizcaíno, que lo era de Aldeanueva del
Frontispicio, sino por su inmoderada afición a las sardinas).
Don Hemisferio, era completamente imbécil (igual que
todos los miembros de la familia Boreal, por otra parte) como lo demostraba palmariamente el hecho de
que, a la hora de servir al rey, se presentó en el banderín de enganche del Tercio,
solicitando pagar su débito a la patria como voluntario en el Cuartel de Educación
y Descanso de Benidorm y, a ser posible, en la sección “Descanso”.
Salió del banderín sin haber conseguido el deseado
destino pero, a cambio, con un moflete colorado consecuencia del bofetón que le
bajó el cabo primero Segundo (que estaba loquito por ascender a sargento aunque
no fuese más que para evitar la rechifla de la tropa) que aquel día se había
levantado con el pinrel siniestro.
Hemisferio albergaba en sí dos circunstancias que le
convertían en un ser diferente a los demás. La primera consistía en el hecho pintoresco
de que a su segunda suegra (no es que él se hubiese casado dos veces, sino que
su señora tenía dos madres diferentes para nivelar un poco la circunstancia de
que tenía varios varones se atribuyesen su paternidad), cuando se llevaba
hablando con ella unos diez minutos, ya no se distinguía bien si el deje de su
dicción era más propio de Conecticut o de Delaware. La cosa no tenía mayor
importancia, porque la buena señora había visto la luz en Sant Just Desvern
(Barcelona), pero digo yo que si esa era una de las circunstancias
diferenciales del amigo Martínez Boreal, pues tendré que decirlo ¿No?
La otra residía en que Hemisferio no tenía una
estructura anatómica como la de las demás personas. No sólo no tenía páncreas y
en su lugar había desarrollado algo así como una ocarina (que acaso fuese la
razón por la que tenía la voz algo aflautada), sino que además, ya de
nacimiento, carecía de ojo izquierdo aunque, en su órbita vacía, ostentaba para
sorpresa del personal, y también desde su nacimiento, un caramelo de café y
leche de la viuda de Solano, lo que confería a su mirada una indudable dulzura.
Tuvo, Hemisferito, una infancia muy desgraciada porque
su madre, absolutamente posesiva, le recriminaba por cualquier cosa que hacía.
-¡Hemisferiuco! ¡No violes a esa señorita tan mona sin
causa justificada!
Bueno, eso los días en que su mamá (de quien el
agudo lector ya se habrá pispado de que era cántabra) estaba de humor, porque
otras veces la arpía de su progenitora no se andaba con chiquitas.
-¡Hemisferiuco! ¡O dejas ahora mismo de asesinar a
ese cartero o te aflojo un soplamocos que se te va a quedar la cara más plana
que el cuadro de Las Meninas de Cervantes, que me diga de Quevedo!
Este ambiente de terrores, obsesiones y traumas fue
el que echó los cimientos a una personalidad que crecería insana, huidiza,
taciturna y mentecata, que fue la que cuajó en nuestro héroe hasta devenir en
un perfecto imbécil (el pobre).
Y ya, inmediatamente, tras el doloroso episodio del banderín
de enganche, Hemisferio, a quien debemos ya suprimir los diminutivos, solicitó
la prejubilación, esta vez sí que sí, sin causa justificada.
Casó con aquella señora de las dos madres de la que
hablé más arriba y tuvo un hijo hermosísimo aunque, eso sí, con la vecina del
piso de al lado. Cuando su santa esposa le recriminó tan abyecto traición él juró
no haber mantenido relaciones con tercera persona alguna, obviando la reserva
mental de que, como vivían en un segundo piso, la vecina sería segunda persona,
no tercera.
Pero no la convenció. Ella exigió con violencia la
separación matrimonial, mientras él sollozaba lastimero:
-¡Eloïse! ¡Eloïse! -¡¿Qué está ocurriendo?! ¡No te
reconozco!
-¡Nos ha jodío! Como que no me llamo Eloïse, sino
Agapita.
-Pues más a mi favor ¿No?
Agapita, tras anular su matrimonio, volvió a casarse,
ahora con un señor de Reus que era un auténtico virtuoso de la tenora (y el
vermú). Hemisferio, por su parte, solo en el mundo, se refugió en el cenobio
que los reverendos padres infrascritos poseen en el camino que va, por monte,
de Jaén a Lugo.
Pasados unos años en oración, ya sin violar
prácticamente a casi nadie, una tarde, viendo que al fin se cumplían sus días
en este mundo, convocó a los sacerdotes del monasterio y les pidió confesión.
-Padres míos, quiero confesarme con todos vosotros.
-¿De uno en uno?
-No, no –respondió el moribundo- Con todos a la vez.
Causó, nuestro Hemisferio, un grave problema sin
saberlo, porque resultó que había 37 sacerdotes y sólo 14 estolas, con lo que
muchos curas tuvieron que usar bufandas y foulards
e, incluso uno, un echarpe de cuadros escoceses que le había regalado una tía
abuela suya cuando profesó en la orden infrascrita.
Una vez se hubo logrado poner orden en el guirigay
clerical que la falta de ornamentos sagrados había causado, el pobre Hemisferio
inició su confesión..
-Padres. Me confieso de que una noche tibia de
plenilunio, violé a una consuegra de Brigitte Bardot,
Los frailes le tranquilizaron. Le dijeron que violar
no era malo per se, sino según las intenciones; o que violar era malo sólo si
se hacía sin ganas; o en Miércoles de Ceniza. En fin, cosas así destinadas a
serenar a aquella alma contrita próxima a presentarse ante el tribunal que San
pedro preside.
-Pero no para ahí la cosa, padres míos. Lo malo es
que mientras violaba a aquella noble matrona, tenía una fantasía sexual imaginando
que con quien yacía en torpe contubernio era con una compañera de “preu” del
afamado violoncelista Amadeo de Saboya (padre).
Los clérigos, horrorizados, se daban codazos cuchicheando
escandalizados. Pero entonces, de entre ellos, surgió uno que debía ser de los
indignados esos de la plataforma del 15-M que exclamó con el rostro enrojecido
por la ira y un poco por el ½ litro de priorato
que se había apretado poco antes:
-Anatema sit
–que, aunque ya sé que no es exactamente lo mismo, es como decir en latín
“cagüen toítos tós tus muertos”.
Y sacando de la bocamanga de su sayal una daga damascena,
se la hincó nueve veces al pobre Hemisferio con tan mala fortuna (Es que hay días
que… En fin. Cuándo las cosas se ponen mal, se ponen mal) que la segunda puñalada
se le infectó.
Así que el pobre doliente palmó al cabo de nueve
días, víctima de una septicemia generalizada que le provocó tales padecimientos
en los sus intestinos humanos que el dolor le duró hasta cuatro días después de
muerto (o al menos eso parecía por la forma en que el pobre difunto se echaba
las manos a la tripa como para aliviar sus retortijones).
Uno de los monjes, caritativo, fue, tras el
tránsito, a cerrar los ojos del finado. ¿A cerrarle los ojos? ¡Sí, sí! Lo que
hizo el tío fue robarle el caramelo de café y leche de la viuda de Solano,
aunque, en favor del fray chorizo hay que decir que no se lo comió él, sino que
se lo regaló a un rapaz que andaba por allí, dizque sobrino suyo.
Y eso es lo que sé de este personaje tan
nauseabundo. Yo, si queréis que os diga la verdad, no le soportaba, pero algo
os tenía que contar por estas señaladas fechas ¿No?
Una abrazo.
Canel.
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