A principios del siglo XX, algunos prelados de importantes sedes francesas condenaban desde sus púlpitos el baile del tango por obsceno. De todas formas, las presiones sociales en sentido contrario fueron tan grandes que el propio papa Pío X (1903-1914) quiso tener su propia opinión. Así que el cardenal español (aunque nacido en Londres) Rafael Merry del Val, secretario de estado Vaticano, preparó una exhibición a principios de 1914.
Aunque hay varias versiones, creo que la más fiable es la que dice que se
organizó una audiencia privada en el Vaticano en la que dos aristócratas
italianos, hermanos, él de frac y ella con mantilla, bailaron en presencia del
pontífice el tango “Ave María” (de apropiado nombre), algo descafeinado por un
maestro de danza, y al son de música de armónium.
El papa no condenó el tango, pero no le dio su visto bueno burlándose de lo
aburrido que era y recomendando a la juventud una danza del norte de Italia
llamada la furlana.
De todas maneras, aunque, como digo no existió prohibición, en Madrid se
inventó una letrilla que pronto se hizo famosa en las principales ciudades del
Cono Sur americano:
Dicen que el tango es
de una gran languidez
Y que por eso lo prohibió
Pío Diez.
Pero en
1924, el famoso bailarín Casimiro Aín, llamado “el Vasquito”, vestido también
de frac y llevando como partenaire a
una recatadísima funcionaria de la embajada argentina ante el Quirinal, hizo
otra demostración, ahora ante Pío XI, y al pontífice le pareció absolutamente
decente, con lo que el baile quedó bendecido.
Aín fue
muy criticado por el fraude que había perpetrado ante el papa pues,
arteramente, su danza se había despojado de toda “languidez”, resultando
excesivamente parecida a un auténtico minué.
En 1913
no hubiese hecho falta todo esto, porque el papa Francisco conoce sobradamente
qué es el tango y, según se dice, es un gran amante de su música.
No hay comentarios:
Publicar un comentario