viernes, 14 de diciembre de 2012

SIMEÓN EL ESTILITA



San Simeón, llamado el Estilita por haber pasado gran parte de su vida sobre una columna (de stylos= columna, en griego), debió nacer hacia 390 en la ciudad de Sisán, Cilicia, y fue, hasta los 15 años, pastor de ovejas.
Habiendo oído en una conción sobre el Sermón de la Montaña que Jesucristo proclamó  “Benditos los que lloran”, pidió aclaraciones al respecto. Así se enteró de que Jesús se refería a la felicidad que producen la penitencia y el perdón de los pecados y, consecuente con ello, se retiró al desierto donde pasó cuarenta jornadas sin comer ni beber. Las primeras dos semanas las pasó íntegras rezando en pie; la tercera y la cuarta rezando sentado y, por fin, los doce últimos días también en oración, pero ya, por la debilidad, echado en el suelo.
Tras esa primera prueba ingresó en un eremitorio donde soportaba ayunos absolutos de una semana. Llegó a atarse una soga al cuerpo con tal fuerza que se le clavó en la carne, así que, al descubrírsele esta barbaridad, se hizo casi imposible arrancársela y las llagas tardaron 2 meses en curar.  Ante tales demasías sus compañeros le expulsaron, pero poco después recapacitaron y le hicieron regresar, de manera que se mantuvo en el monasterio durante 3 años. Pasado ese tiempo partió de allí porque, dijo, le envanecía el trato deferente que le deparaban los otros eremitas





Habiendo permanecido otros 3 años en el desierto, pasó a la cima de una montaña viviendo sin techo y sin abrigo. Para hacer más estrecho su hábitat se encadenó a una roca con una cadena de 10 metros. Sólo abandonó esta nueva penitencia cuando alguien le hizo ver que lo que debía retenerle en aquel lugar era el amor a Dios y no un vínculo físico.
Pronto se hizo famoso en todo el cristianismo e iba gente a verle desde puntos muy lejanos. Su deseo de aislarse para orar con devoción le hizo instalarse sobre una columna a tres metros de altura. Como aquello no solucionaba su problema se construyó otra, ahora a seis metros del suelo, donde residió unos doce años. En su huida del bullicio mundano hubo de elevarse aún más, instalándose finalmente a dieciocho metros de altura.
En el extremo superior de la columna había una plataforma con una superficie de 1,3 m2 rodeada de una especie de baranda, pero sin nada que le proporcionase cobijo. La comida no era mucha porque se dice que no comía más que una vez a la semana; y eso que predicaba 2 veces diarias.
Pero aún hay más, porque al percatarse de que estuvo muy cerca de ceder a una tentación, se impuso como penitencia no apoyarse más que en un pie. Esto le causó una llaga en una pierna en la que anidaron los gusanos; el santo, si alguno caía al suelo, lo tomaba y lo volvía a reponer en la herida.
Al advertir que llegaba al final de su vida, se puso a orar con la frente en el suelo. Sólo tras tres días de inmovilidad se descubrió que estaba muerto, pues esa postura durante tanto tiempo no era inhabitual en el santo. Corría el 462 y debía andar por los 69 años de edad, habiendo pasado los 37 últimos sobre la columna.
Dejó algunos seguidores, entre los que destacan San Daniel (+ 493), que pasó 33 años sobre una columna,; San Teódulo de Edesa (s. V) que aguantó 48 años; otro San Simeón, ahora El Joven (521-597), que a los 18 años estaba ya sobre su columna y que fue ordenado sacerdote por el obispo imponiéndole las manos desde abajo; San Juan estilita, que fue su maestro, San Alipio (s. VI), que paso en su columna… ¡67 años!; San Lucas el Nuevo Estilita (846-946) que pasó 45 años en alto (que además, levitaba cuando estaba en oración); San Lázaro (868-954), que en 30 años cambió 4 veces de columna; San Lucas (879-979) que pasó 45 años en su columna…
En los siglos XI y XII estuvo bastante de moda en oriente lo de ser estilita; probablemente el más famoso sea San Nicetas de Pereslav (siglo XII). Algunos ascetas se sucedían unos a otros en una misma columna, otros estaban rodeados de una barandilla (como la cofa de un barco), otros tenían una caseta… El último caso registrado se localizó en Rusia en el año 1461.

En el siglo XX se puso de moda lo de subirse a un poste y aguantar en él lo más posible. De todas las experiencias habidas la más duradera fue la de un norteamericano que, en enero de 1984, se bajó de un poste en el que llevaba 439 días, 11 horas y 6 minutos.
En la actualidad existe una competición de resistencia sobre columna que se conoce con el nombre de “Pole Sitting”. El record, conseguido sobre una superficie de la cuarta parte de un metro cuadrado, lo ostenta un polaco que soportó en 2002 nada menos que 196 día a 2,5 metros de altura; eso sí, con un descanso de 10 minutos cada dos horas. Un juego de niños para los anacoretas estilitas.



HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXIX
13 DICIEMBRE DE 2012
 

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