martes, 4 de diciembre de 2012

EL “LERMAZO” DEL DUQUE DE LERMA (de Historia para Amiguetes XXVII)



Francisco de Sandoval y Rojas (1553-1625) había sido nombrado en 1599 Duque de Lerma por el rey Nuestro Señor, Don Felipe, tercero de su nombre en la monarquía española.
Pero lo más importante de este buen señor no era su título, sino su poder. Tenía, simplemente, la autoridad de un rey porque, aunque no era “nada más” que un valido, se había impuesto a una debilidad de espíritu y de voluntad tal del monarca que producían, y aún hoy producen, vértigo. Y siendo Don Francisco hombre de grandes capacidades, en la que más destacaba era en la de latrocinio. Contaré un caso paradigmático.
En 1600, el Duque de Lerma anunció que el rey y su Corte abandonarían Madrid al siguiente año y se instalarían en Valladolid. La ciudad castellana pasaba así a convertirse en la capital de España.
Lógicamente, los grandes cortesanos se lanzaron a Pucela para conseguir su residencia en la nueva capital. Pero, para sorpresa de los compradores, los precios de los palacios en Valladolid estaban altísimos.
Bueno, esa era la primera sorpresa, porque la segunda consistió en que el dueño de los palacios vallisoletanos siempre era el duque de Lerma (o gente de su banda), que los había comprado a bajo precio cuando Valladolid sólo era una ciudad periférica a 5 días de camino de Madrid.
El alto precio del suelo en Valladolid hizo que muchos nobles tuviesen que vender sus propiedades en Madrid para poder pagar sus compras en la ciudad castellana. Y, claro, como Madrid, ya sin ser la sede real, volvía a convertirse en un simple “poblachón manchego” y sobraban casas, los compradores de los palacios madrileños pagaron precios irrisorios y los vendedores no tuvieron más remedio que malvender.
Llegó Su Majestad a Valladolid en 1601 y allí se estableció.
Pero en 1605 el Duque de Lerma anunció que la corte se volvía a Madrid. E, igual que hicieran un lustro antes, los nobles se vinieron a la recuperada capital a buscar sus residencias. Y, exactamente igual que en 1600, descubrieron con sorpresa que los precios en Madrid eran altísimos y que, vaya con Dios, casualmente otra vez el propietario de los palacios madrileños era el duque de Lerma (o gente de su gang). No es difícil deducir que al quedar Madrid medio despoblado por la marcha de la Corte, el duque compró todo el suelo a la venta a muy bajo precio.
En resumen; compró en Valladolid a bajo precio; subió su precio artificialmente y lo revendió. Luego compró en Madrid a bajo precio; subió su precio artificialmente y de nuevo, a los cinco años, lo revendió. Todo muy sencillo y muy limpio: ¡Admirable!
Del duque se ha dicho mil veces que, para evitar ser juzgado, logró que el papa le nombrase cardenal protegiéndose así bajo un fuero que le convertía casi en inviolable. El pueblo recitaba la siguiente coplilla: 

Para no morir ahorcado
El mayor ladrón de España
Se vistió de colorado.

Pero si ese era su plan, no le salió bien del todo porque, reinando ya Felipe IV, fue juzgado y condenado a pagar 72.000 ducados anuales, más los atrasos fiscales de los 20 años que duró su valimiento con Felipe III.

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