Como otros años, te felicito las fiestas navideñas
con un emotivísimo cuento de Navidad. Ahí va:
Andaban despacio, descorazonados, cabizbajos… Nevaba. El odiado paro se había
abatido sobre ambos con todo su abrumador peso.
-Yo no sé qué va a ser de nosotros Machín.
-Desde luego. Dos mil doce años trabajando para
ellos y mira ahora; de golpe, de patitas en la calle.
-Chico, yo no sé. No creo que haya sido culpa de San
José. Era un buen tipo, algo chapado a la antigua pero un buen tipo.
- Y luego va el Benedicto ese y dice que si tal y
que si cual. Pero vamos a ver ¿No era teólogo? Pues que se dedique en sus
teologías y a nosotros los animales que nos deje en paz. Y ellos, nada: a
obedecer al papa. Te digo, Cascabela, que eran unos santurrones. Había que
oírlos; ¡todo el día hablando de Dios!
-Bueno, Machín, compréndelo. Es que Dios era familia
del Niño Jesús. Es como si tú fueses familia de Rodríguez de la Fuente;
estarías todo el día hablando de él.
Ambos callaron mientras seguían su camino hacia
ningún sitio.
Machín era buey “colorao” bien gordo, bien cornudo y
con ricitos en la testuz. O sea, como debe ser todo buey que se precie. En
realidad su nombre de pila era Machote, pero tras su emasculación perdió gravedad
en la voz y los mugidos le salían como aflautaditos, así que la gente le
degradó de Machote a Machín.
Cascabela, por su parte, era una lustrosa mula
torda, corta de crin y con una culata bien redonda y sólida que era la envidia
de las otras acémilas de la cuadra. Tenía además unos ojos oscuros y almendrados, muy atractivos y de
largas pestañas. Y eso que no se las pintaba porque, como los solípedos no
tienen dedos, no podía coger el cepillito del rímel. Era terca de carácter, eso
sí, porque era de Borox, aunque también muy simpática (acaso por la misma
razón).
-Lo malo es que ahora con dos mil dieciocho años que
tengo no sé quién me va a coger para trabajar –rompió el silencio Cascabela-
¿De qué viviré en adelante?
-Y encima Herodes, con esto de la crisis, no hace
más que recortes y seguro que no cobraremos más de cuatro dracmas en el paro.
-Me veo sin porvenir. En fin, con suerte puedo terminar
dando vueltas con una noria.
-Feliz tú, porque a mí lo más fácil es que, en
cuanto me vean por ahí, me den matarile y me vendan en chuletas. No sé yo qué
es mejor.
- Ni yo.
Se volvió a hacer el silencio entre ellos. Andaban
abstraídos en sus pensamientos cuando, de pronto, una luz blanquísima y brillantísima
les deslumbró cegándoles.
Cuando al poco tiempo recuperaron la visión, ante
ellos se encontraba un varón bellísimo vestido con una túnica azul cielo y que
llevaba una varita en la mano.
-No temáis –dijo con voz algo engolada-. Soy San
Aligústrato taumaturgo y vengo de parte de Dios Padre a solucionar vuestros
problemas. A ver ¿qué os pasa?
Ellos le expusieron sus dificultades, quejándose del
trato injusto de sus patronos después de tantos años con ellos. Ahora no veían
una solución terrenal, pero pidieron a San Aligústrato que, ya que era
taumaturgo, hiciese un milagro y les proporcionase una forma de vivir digna y,
en lo posible, que no estuviesen muy separados el uno del otro, pues eran ya
muchos años estando juntos en el portal.
Caviló un poco San Aligústrato y de pronto el rostro
se le iluminó:
-¡Ya está! Os puedo convertir en el matrimonio Obama.
Se negaron rotundamente. Para mí que fue por el
color de la piel de los Obama (el colmo hubiese sido llamarse Machín y ser
negro), pero lo disimularon alegando que no podrían formar matrimonio porque
ella era mula y él buey y sería algo contra natura.
La verdad es que rechazaron todo lo que les propuso
San Aligústrato. No les gustó ser Karmele Marchante y Mariñas, ni Pepiño Blanco
y María Teresa Fernández de la Vega, ni Casillas y Sara Carbonero, ni la Merkel
y Durao Barroso… (el tío no les ofreció ser Brad Pitt y Angelina Jolie, que
seguro que hubiesen dicho que sí).
-Bueno, chicos. Yo no puedo brindaros más
oportunidades.
-Pues yo –respondió muy digna Cascabela- prefiero
vivir en la indigencia a aceptar lo que nos has propuesto hasta ahora.
-Eso –ratificó el buey que, como tal, era bastante
cachazas.
-Pues entonces yo ya he terminado con lo que venía a
hacer, así que me abro.
Y levitando un poquito movió la mano en señal de
despedida y se diluyó en el éter ahora ya sin deslumbramientos ni ninguna otra
de esas alharacas que tanto gustan a los seres celestiales.
Antes de volver al cielo San Aligústrato se pasó por
el Portal de Belén y comunicó al Niño Jesús el resultado de su gestión: fracaso
total.
Inmediatamente el Niño Jesús, saltándose a Dios
Padre, llamó a San Pedro, que era el Consejero Delegado del Cielo, y le
preguntó.
-A ver ¿Qué pasa con Cascabela y con Machín?
-Pues nada, que están muy quejosos porque San José,
siguiendo las consignas del chico este, Benedicto, les ha echado del portal de
un día para otro.
-Bueno, pues eso me lo tienes que solucionar, no
sólo porque es de justicia sino porque no me quedaba más que ver cómo los
pobres se nos vuelven rojos.
-No fastidies Maestro.
-Tú verás. Bueno, soluciona este asunto con
urgencia.
San Pedro llamó al Arcángel San Gabriel, que era el
subsecretario del Cielo y le contó lo que ocurría. Pero Gabriel se quitó un
poco de en medio.
-Yo creo que quien puede tener la solución –dijo el
arcángel patrón de los diplomáticos- es San Vicente Ferrer, que es el jefe del
negociado de milagros.
- Pues ¡hala!; habla con él.
Fue a buscarle y le encontró preparando una paella
de pollastre.
-¡Vicentet!
-Dime Gabriel, hijo.
El arcángel San Gabriel, con cara de preocupación,
le puso al tanto de cómo estaban las cosas en la Tierra con Cascabela y Machín.
-Y lo peor es que Jesús se teme que se puedan volver
rojos.
-¡Non fot…! ¡Huy, casi se me escapa! Perdona, que en
el cielo no se puede decir tacos. Bueno, no te preocupes, creo que tengo la
persona adecuada. Además ahora está en racha y hace unos prodigios inefables.
Le voy a dar las instrucciones correspondientes.
La mula y el buey, cada uno por su cuenta y sin decírselo
al otro, rezaban al Niño Jesús para que les echase una manita en aquel trance
cuando, de pronto…
-¿Qué es eso
que viene volando? –preguntó sorprendida Cascabela.
-Parece un ángel pero… pero… No puede ser. Tiene las
alas rojas y blancas.
-¡Santo Cristo de Lezo! -profirió la mula- Pero si
es… ¡El arcángel San Falcao!
-El ser más milagroso del Paraíso –apoyó Machín.
El arcángel San Falcao, mientras los semovientes
intentaban recuperarse de su sorpresa, había aterrizado con suavidad junto a la
pareja.
-Paz a los bichos de buena voluntad –proclamó con
cierto acento sudamericano.
Y prosiguió.
-Vengo a ofreceros algo a lo que no renunciaréis. Os
voy a convertir en los caballos de mar que tiran de la carroza en el monumento
que hay en Madrid dedicado a Neptuno.
-Bueno ¿Y ahí qué se hace?
-Nada. Se espera uno a que el Atleti de Madrid gane
un Campeonato y ya está.
-No parece muy cansado ese trabajo –dijo Machín.
-Desde luego –corroboró apenado San Falcao-. Más
descansado de lo que te imaginas.
Se cuchichearon en las orejas ambos cuadrúpedos y
tomó la palabra Cascabela.
-Aceptamos. Pero con la condición de que tú ayudes
con tus milagros a que el Atleti de Madrid gane muchos títulos.
-La verdad es que ya lo vengo haciendo, pero prometo
no cejar en el empeño.
Y tocándoles con un borceguí de oro que a estos
efectos llevaba en la bocamanga de su túnica, les convirtió en hipocampos de
piedra y los trasladó en un pispás a Madrid.
Ahora el espíritu de Cascabela y Machín está dentro del
alma de los caballos de piedra de la estatua de Neptuno. Si se acerca uno lo
suficiente a ellos podrá escuchar como la mayoría del tiempo están rezando
dando gracias al Niño Jesús por haberles dado esa ocupación.
San Vicente fue a dar el parte al arcángel San
Gabriel.
-Asunto solucionado, jefe. Ni Cascabela ni Machín
serán ya rojos.
Y San Gabriel, que es un madridista acérrimo, le
contestó.
-Ya, pero les has hecho rojiblancos. No sé yo que es
peor.
En fin. Te digo que con gente como San Gabriel se le
quitan a uno las ganas de ir al Cielo.
¿O no?
Pues eso es lo que hay.
Eso y que te deseo a ti y a los tuyos toda la
felicidad del mundo en esta Navidad del Señor. Y aún más felicidad (o sea, toda
la del mundo y pico) para el año 2013.
Un fuerte abrazo.
Canel.
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