Fernando I de León y
Castilla (1028-1037), al morir, dejó sus estados a sus cinco hijos
repartiéndolos de la siguiente forma: a la mayor, Urraca, la hizo señora de
Zamora (que cae en verso); a Sancho, el varón mayor, rey de Castilla; a Elvira,
su segunda hembra, señora de Toro; a Alfonso, futuro Alfonso VI, rey de León y,
por último, al pequeño, García, rey de Galicia.
Toda una concatenación
menos que casual de traiciones, batallas y asesinatos hicieron que Alfonso,
para 1072, fuese ya rey de Galicia, León y Castilla. No es por hacer un lío al AMIGUETE,
pero a quien conocemos como Alfonso VI era, en efecto, Alfonso VI de León, pero
sólo Alfonso I de Castilla (no había habido más reyes de Castilla que su padre,
Fernando). Los historiadores, para unir las dinastías de León y de Castilla,
utilizan una convención y así evitan enredarse.
Vamos un poquito para
atrás. En 1072 Sancho, hermano de Urraca y de Alfonso, tiene cercada a ésta en
Zamora, ciudad en la que se habían refugiado los partidarios de Alfonso que,
por entonces, se encontraba acogido a la égida del rey moro de Toledo. Como es
sabido, un traidor, el famoso Vellido (o Bellido) Dolfos, sale de la plaza
cercada, se llega hasta el real de los sitiadores y, de violenta lanzada, se
cepilla al rey sitiador.
Pero ¿Por qué estaban
los nobles proalfonsinos en la ciudad de Urraca?
Sancho y Alfonso habían
usurpado el trono gallego manu militari
a su hermano menor, García, convirtiéndose así Sancho en rey de Castilla y
Galicia, aunque parece que compartiendo el poder con su fraternal “socio”.
Pero la ambición de
Alfonso, que no era “nada más que rey de León” (bueno, o de Sancho, que no era
“nada más que rey de Castilla y Galicia”), es tal que ambos hermanos se enfrentan
(Golpejara, enero 1072) siendo Alfonso derrotado y apresado. Sancho le perdona
la vida por los ruegos de Urraca, pero le encierra en Burgos.
También a ruegos de
Urraca, poco después le da la libertad aunque confinándole bajo palabra,
tonsurado y como fraile, en un monasterio benedictino en Sahagún. Pero Alfonso rompe su palabra y en cuanto
puede escapa con ayuda de Urraca (y de unos cuantos frailes), refugiándose en
la corte del rey moro de Toledo.
Tras su victoria en
Golpejara Sancho se intitula rey de León también, pero la nobleza leonesa se
resiste a aceptarle. Así, tras algunas escaramuzas, los seguidores de Alfonso
se encuentran acogidos al amparo de los muros zamoranos de la inevitable
Urraca, mientras Sancho tiene la plaza cercada.
Es entonces cuando
Bellido Dolfos (que, por si es de interés, en romance quiere decir “el bello
Adolfo”) comete el más arriba citado regicidio.
Conocida esa muerte por
Alfonso, regresa de inmediato a territorio cristiano asumiendo, otra vez con
apoyo de Urraca, las coronas de Castilla, León y Galicia que le correspondían la
por muerte de Sancho. Y como aún era soltero ¿A quién hace reina?: exactamente;
a su hermana Urraca.
Parece que la instigación
al asesinato de Sancho, ya en su tiempo, era atribuida a Urraca, que había
prometido a quien lo ejecutase nada menos que su propio cuerpo. El romance del
“Cerco de Zamora” es sugerente:
Desque
le tuviera muerto metióse
por un postigo.
Por
las calles de Zamora va
dando voces y gritos.
-¡Tiempo
era, Doña Urraca, de cumplir lo
prometido!
Hay historiadores que
consideran que una Urraca solterona, bella y de unos espléndidos 38 años, pagó
a Dolfos con placer lo prometido.
Pero a lo que vamos,
que, claro, tanta complicidad, tanta complicidad, se hace sospechosa para el
historiador (y para cualquiera), así que ciertas fuentes moras y algunas
cristianas más tardías (finales del s.
XIII), opinan simplemente que la relación entre Urraca y Alfonso sobrepasaba lo
meramente fraternal para llegar al incesto.
Desde luego, el dato
historiográfico que proporciona más credibilidad a esa relación incestuosa, que
fue apuntada por el arabista galo Lévi Provençal, es su aceptación por
investigador tan riguroso como Menéndez Pidal, tras décadas rehusando dar
crédito a esa especie.
También se rumoreó algo
respecto a las relaciones de Alfonso con su otra hermana, Elvira, pero Don
Ramón considera esta posibilidad como más dudosa e indemostrada.
HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXVIII
06.12.12
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