Pues héteme aquí que el rey
Fernando II de León contrajo matrimonio con una señorita lusa que se llamaba
Urraca de Portugal.
Ella, nacida en Coimbra en 1151
e hija del primer rey que tuvo el Portugal independiente, casó con el monarca
leonés en la primavera de 1165. El día de la Asunción de la Virgen de 1171,
trajo al mundo un maravilloso retoño a quien llamó Alfonso y que, al cumplir 18
años, entraría en la Historia como Alfonso IX rey de León.
Pero cuando el principito tenía
sólo 2 años, Fernando repudió a la portuguesa ¿Por qué? Pues porque resulta que
los dos eran primos segundos y no había dispensa papal. El P. Flórez dice
textualmente: “por descubrirse entre los dos el parentesco” ¡Ah! ¿Es que no lo
sabían antes ni ellos, ni sus padres, ni sus consejeros?
En efecto, ella era hija de
Alfonso I de Portugal, que era hijo de Teresa, que era hija del gran Alfonso
VI. Por su parte él era hijo de Alfonso VII de León, que era hijo de la reina
Urraca, que era hija del gran Alfonso VI. ¿Cómo no pidieron antes las
correspondientes dispensas al papa? o… ¿Cómo no las pidieron después?
El matrimonio se declaró nulo y Urraca abandonó la corte de
Fernando (dejando allí a su hijo) y se retiró a vivir en los pueblos zamoranos
que había recibido como dote. Más tarde ingresó como freira en el convento de Santa María en el pueblo de Wamba
(Valladolid) y que pertenecía a la Orden de Malta. Allí murió y allí estuvo
enterrada.
Bueno, pues es raro pero qué le vamos a hacer.
Pero resulta que accede al trono de León el hijo de estos, Alfonso
IX, al que ya conocemos pues es a quien he llamado maravilloso retoño de la
repudiada Urraca.
Yo no sé si esa familia estaba tonta, pero resulta que
Alfonso va y se casa con otra portuguesa, Teresa, en 1190 (c.), la pone tres
hijos y, después de todo ello, descubren que son primos. Pero no primos segundos
como en el caso de Fernando II, sino que en este caso lo eran carnales por ser
nietos los dos de Alfonso I de Portugal. Me puedo tragar con esfuerzo que los
chicos no estuviesen al tanto, pero que sus progenitores no supiesen que eran
hermanos es duro de deglutir. ¿O es que los padres no se vieron durante la ceremonia
nupcial?
El papa se negó a darles la dispensa, pero Celestino III,
recién llegado al solio pontificio, al perseverar la pareja en hacer vida
marital, excomulgó a los incestuosos y puso en entredicho a sus súbditos
leoneses. Teresa, al fin, tras 5 años de matrimonio, se apartó de su marido en
1196. Tenían dos hijas, además de un varón que no llegó a rey por premorir a su
padre.
Fracasada aquella boda intentó Teresa otra con Aquel que
nunca defrauda. Volvió a Portugal e ingresó en el monasterio de Lorvao
(Coimbra), donde se mantuvo en vida piadosísima (acompañada de su hija Dulce) hasta
su subida al cielo en 1250. Hoy se la conoce como “Santa” Teresa de Portugal,
pues fue beatificada en 1705 por el papa Clemente XI.
En 1197 el rey vuelve a casar. Ahora lo hace en Valladolid,
con Berenguela, primogénita de Alfonso VIII. Pero… pero… ¡¿Cómo es posible?!
¿Es que los contrayentes no sabían que él era tío segundo de ella?
Sí. En este caso no sólo sí lo sabían sino que, además,
habían obtenido la necesaria dispensa pontificia concedida por Celestino III.
Pero su sucesor Inocencio III la revocó en 1204. No valieron las vehementes solicitudes
de los cónyuges para que el papa se volviese atrás de su decisión y
rehabilitase la dispensa que anuló; Inocencio se mostró inflexible y Berenguela
hubo de abandonar la corte y volver a Castilla con su familia.
Antes de la anulación había dado 5 hijos a Alfonso IX, el
tercero de los cuales, y primer varón, fue el futuro rey Fernando III el Santo.
¡Ah! Y que no se me olvide; a la pobre Berenguela también le habían anulado un matrimonio anterior. Cierto que no consumado, pero hubo que anularlo.
HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXVIII
06.12.12
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