viernes, 19 de julio de 2013

¿CUAL FUE EL PRIMER FERROCARRIL DE ESPAÑA?



A la pregunta de cuál fue el primer ferrocarril que funcionó en España, muchos contestarían que la línea Barcelona-Mataró. En efecto, este trayecto se inauguró en fecha tan temprana como el 28 de octubre de 1848

Pero los más avisados contestarían con más precisión: la primera línea fue la que unía La Habana con el municipio de Bejucal, en Cuba; ésta sería no sólo la primera de España sino de todo Iberoamérica y fue inaugurada el 19 de Noviembre (día de Santa Isabel, en homenaje a la reina) de 1837.



En efecto; esta respuesta no es una “boutade”. Aunque por simplificar  se denomina a la América hispana como “colonias” e, incluso, a la época virreinal se le llama también “colonial”, la realidad es que Cuba, como el resto de América y las “colonias” del Pacífico, formaban parte de España. Por si hay alguna duda, diré que los destinos de nuestra patria se dictaron en Cádiz en 1812 y en esas cortes, cuyas decisiones afectarían a orensanos, ceutíes, palentinos o sorianos, hubo 185 diputados de los que 54 venían de América y aún tres más de Filipinas.

Volvamos al tren cubano. Al año de ponerse en funcionamiento la línea, cuatro de sus ocho locomotoras estaban fuera de servicio; una de ellas al atropellar, sólo dos meses después de la inauguración de la línea, a una vaca, lo que provocó un descarrilamiento. Todo muy de García Márquez.

Así que la respuesta de la línea férrea cubana hubiese sido correcta si no fuese porque… aún en la Península, hay un precedente muy poco conocido.

La Real Compañía Asturiana de Minas explotaba una mina en Arnao (la primera de España en la que se registran mujeres mineras), concejo asturiano de Castrillón, cuyo producto era llevado a Avilés, a unos 5 kilómetros,  para ser allí embarcado y exportado.

Para el transporte del mineral hasta el puerto, la compañía puso en funcionamiento una línea férrea de vía estrecha y tracción animal que se inauguró en 1834. Su construcción, que dirigió el ingeniero astur Adolfo de Soignie, requirió practicar un túnel, llamado de  San Martín, de 615 m de largo, 2,50 de ancho y 3,30 de alto. La obra se ejecutó en 20 meses y costó 12.000 duros (y eso que los terrenos los había regalado Isabel II).

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