¿CUAL FUE EL PRIMER FERROCARRIL DE ESPAÑA?
A la pregunta de cuál fue el
primer ferrocarril que funcionó en España, muchos contestarían que la línea
Barcelona-Mataró. En efecto, este trayecto se inauguró en fecha tan temprana
como el 28 de octubre de 1848
Pero los más avisados
contestarían con más precisión: la primera línea fue la que unía La Habana con
el municipio de Bejucal, en Cuba; ésta sería no sólo la primera de España sino
de todo Iberoamérica y fue inaugurada el 19 de Noviembre (día de Santa Isabel,
en homenaje a la reina) de 1837.
En efecto; esta respuesta no
es una “boutade”. Aunque por simplificar
se denomina a la América hispana como “colonias” e, incluso, a la época
virreinal se le llama también “colonial”, la realidad es que Cuba, como el
resto de América y las “colonias” del Pacífico, formaban parte de España. Por
si hay alguna duda, diré que los destinos de nuestra patria se dictaron en
Cádiz en 1812 y en esas cortes, cuyas decisiones afectarían a orensanos,
ceutíes, palentinos o sorianos, hubo 185 diputados de los que 54 venían de
América y aún tres más de Filipinas.
Volvamos al tren cubano. Al
año de ponerse en funcionamiento la línea, cuatro de sus ocho locomotoras
estaban fuera de servicio; una de ellas al atropellar, sólo dos meses después
de la inauguración de la línea, a una vaca, lo que provocó un descarrilamiento.
Todo muy de García Márquez.
Así que la respuesta de la
línea férrea cubana hubiese sido correcta si no fuese porque… aún en la
Península, hay un precedente muy poco conocido.
La Real Compañía Asturiana
de Minas explotaba una mina en Arnao (la primera de España en la que se
registran mujeres mineras), concejo asturiano de Castrillón, cuyo producto era
llevado a Avilés, a unos 5 kilómetros, para ser allí embarcado y exportado.
Para el transporte del
mineral hasta el puerto, la compañía puso en funcionamiento una línea férrea de
vía estrecha y tracción animal que se inauguró en 1834. Su construcción, que
dirigió el ingeniero astur Adolfo de Soignie, requirió practicar un túnel,
llamado de San Martín, de 615 m de
largo, 2,50 de ancho y 3,30 de alto. La obra se ejecutó en 20 meses y costó
12.000 duros (y eso que los terrenos los había regalado Isabel II).
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