lunes, 15 de julio de 2013

GREGORIO VII se emperro con que ESPAÑA era suya...




El monje Hildebrando, que pasó a la Historia como  Gregorio VII (1073-1085), fue un gran papa que, sin embargo, sufrió algunas obsesiones una de las cuales fue España. Para suavizar mi comentario diré que, según muchos autores, el causante de esa obsesión fue un legado pontificio que anduvo por aquí, Hugo Cándido, a quien el conspicuo historiador Vicente Lafuente y Condón llama, sin ambages, bellaco (y no le falta razón).
Así que el papa, sin temblarle la mano, se dirige a Alfonso VI en una carta llena de errores conceptuales, avisos y amenazas,  indicándole que España era propiedad de San Pedro, según constaba en documentos que él conocía pero que, tócate las narices, “se habían perdido”. Así que, siendo él el sucesor natural de Pedro y siendo España tan pecadora como era, podía hacer con ella lo que quisiera, de forma que se la había ocurrido donársela al conde francés Ebuly de Rucoy.
Al pobrecito mío de Ebuly no le debieron explicar bien las cosas, pues el  muy memo se vino con su mesnada a España para tomar posesión del país preparado para, caso de encontrar oposición, conquistarla manu militari. Al simple del conde y a sus gentes les pusieron en fuga con piedras y palos un puñado de montañeses pirenaicos… y nunca más se supo.

Pero Gregorio VII seguía con su obsesión. Poco después volvía a la carga con una nueva misiva al rey español: “… creo no ignoraréis que desde lo antiguo era el reino de España propio del patrimonio de San Pedro, y aun cuando lo tengan ocupado los paganos, como no faltó el derecho, pertenece al mismo dueño”. Texto tan impertinente y falaz estaba destinado a “convencer” al rey español de que implantase en sus reinos el rito romano en detrimento del visigótico o mozárabe, también llamado hispánico.
Las pretensiones papales sobre España parece que cesaron. Bueno, cesaron porque Gregorio VII, el mismo día en que Alfonso reconquistó Toledo (25 de mayo de 1085, pasado mañana es su aniversario), dio a los cristianos españoles la alegría de morirse. Sin embargo, con respecto a lo del rito romano, con el tiempo el rey Alfonso VI de León y I de Castilla, tragó.

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