El monje Hildebrando, que
pasó a la Historia como Gregorio VII
(1073-1085), fue un gran papa que, sin embargo, sufrió algunas obsesiones una
de las cuales fue España. Para suavizar mi comentario diré que, según muchos
autores, el causante de esa obsesión fue un legado pontificio que anduvo por
aquí, Hugo Cándido, a quien el conspicuo historiador Vicente Lafuente y Condón
llama, sin ambages, bellaco (y no le falta razón).
Así que el papa, sin temblarle
la mano, se dirige a Alfonso VI en una carta llena de errores conceptuales,
avisos y amenazas, indicándole que
España era propiedad de San Pedro, según constaba en documentos que él conocía
pero que, tócate las narices, “se habían perdido”. Así que, siendo él el
sucesor natural de Pedro y siendo España tan pecadora como era, podía hacer con
ella lo que quisiera, de forma que se la había ocurrido donársela al conde
francés Ebuly de Rucoy.
Al pobrecito mío de
Ebuly no le debieron explicar bien las cosas, pues el muy memo se vino con su mesnada a España para
tomar posesión del país preparado para, caso de encontrar oposición,
conquistarla manu militari. Al simple
del conde y a sus gentes les pusieron en fuga con piedras y palos un puñado de
montañeses pirenaicos… y nunca más se supo.
Pero Gregorio VII
seguía con su obsesión. Poco después volvía a la carga con una nueva misiva al
rey español: “… creo no ignoraréis que desde lo antiguo era el reino de España
propio del patrimonio de San Pedro, y aun cuando lo tengan ocupado los paganos,
como no faltó el derecho, pertenece al mismo dueño”. Texto tan impertinente y
falaz estaba destinado a “convencer” al rey español de que implantase en sus
reinos el rito romano en detrimento del visigótico o mozárabe, también llamado
hispánico.
Las pretensiones
papales sobre España parece que cesaron. Bueno, cesaron porque Gregorio VII, el
mismo día en que Alfonso reconquistó Toledo (25 de mayo de 1085, pasado mañana
es su aniversario), dio a los cristianos españoles la alegría de morirse. Sin
embargo, con respecto a lo del rito romano, con el tiempo el rey Alfonso VI de
León y I de Castilla, tragó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario