domingo, 3 de febrero de 2013

¿DÓNDE REINÓ ISABEL LA CATÓLICA?


Cuando Isabel la  Católica llega al trono de Castilla (1474), el reino era un desastre. Me pregunto qué vio el aragonés Fernando en la castellana Isabel, pues la novia iba a heredar, si es que lo heredaba, un reino calamitoso.
Un año antes de comenzar ese reinado, Fernando del Pulgar, escritor e historiador, escribe una carta al obispo de Coria, en la que explica la situación en la Corte. La verdad es que su lectura estremece.
Empieza diciéndole que no le escribe con más frecuencia porque está cansado de contar “muertes, robos, quemas, injurias, asonadas, desafíos, fuerzas, juntamientos de gentes, roturas…”
Más adelante se refiere a las luchas internas entre cristianos en la frontera con los moros, diciendo que los “caballeros de una parte e de otra son todos robados, desterrados e homiciados (sic)” en tan gran número “que serían difíciles de contar”.
Con respecto los reinos de Murcia y de Navarra, se excusa de no poder darle noticias, porque hace más de 5 años que ni se envía ni se recibe correo de ambos territorios.
Extremadura se encontraban en armas por las guerras entre la Orden de Calatrava y la de Santiago. Peor aún: no se encontraban las órdenes en guerra, sino el clavero de una de ellas y el Gran Maestre de la otra.
La ciudad de Toledo vivía soliviantada por algunas reclamaciones del Conde de Fuensalida y los suyos. Parece que se les había expulsado, pero Pulgar lo tiene claro:  “si entran, nunca estarán (…) quietos dentro, si no entran nunca estarán quedos fuera”. Los del interior de la ciudad arrasaron la tierra de los revoltosos en Fuensalida y Guadamur, pues “la robaron e quemaron”, pero éstos se vengaron en Burguillos no sólo quemando las tierras, sino también incendiando las casas de sus habitantes.
Para solucionar el conflicto las partes acuden al rey que pone como juez, aceptado por ambos rivales, al conde de Saldaña. Y añade el autor de la carta: “creo que no podrá sentenciar el conde; e si sentenciare, no se obededescerá; e si se obedesciese no se cumplirá; e complido, no durará”.
Cuenta el historiador que Medina del Campo, Valladolid, Toro, Zamora y Salamanca pagaban “protección” al alcalde de Castronuño y su banda de gánsteres para no verse atacadas. Va contra él el duque de Alba, pero Pulgar duda de que vaya a tener éxito porque el alcalde-delincuente es un importante colaborador del ejército real y, si se lo pide el rey, “allega cada vez que quiere quinientas o seiscientas lanzas”.
Continúa la carta: “La guerras de Galicia [se refiere a la Guerra de los “jauntxos” en el País Vasco] de que nos solíamos espeluznar, ya las reputamos ceviles e tolerables”.
Y termina con una frase demoledora. “No hai más Castilla, si no más guerras habría”.
El rey era motejado de impotente; la nobleza era más poderosa que la corona; la inflación superaba el 1.100 % anual (si, si, el 1.100 %); no era raro que los jueces fueran parte en los mismos pleitos que juzgaban…
En fin, que la llegada de los Reyes Católicos fue una bendición para Castilla.


HISTORIA PARA AMIGUETES.- XXXIV
31.01.13



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