HECATOMBE. El significado etimológico de esta palabra es el de “sacrificio de
100 bueyes”, aunque el semántico hace referencia a un desastre, probablemente
con un no pequeño número de víctimas humanas. Viene de las palabras griegas “hékaton”, que significa ciento, y “bous”, que vale, en
lenguaje algo poético, por buey; una hecatombe era, por lo tanto, el sacrificio
de cien bueyes en honor de los dioses.
Muchos pueblos
mediterráneos ofrecían hecatombes a sus dioses. En concreto los atenienses,
durante el mes de hekatombeón, que coincidía
aproximadamente con la última quincena de julio y la primera de agosto,
ofrecían este tipo de sacrificios a Apolo. Este mes, desde el 450 a. C. fue el primer
mes olímpico.
El término se
fue “desencorsetando” en Grecia con el tiempo y terminó significando un
sacrificio de varias reses, sin que este “varias” quisiese significar nada
excesivamente numeroso.
HIDALGO. Todos
creemos saber la etimología de esta palabra. No ayuda mucho la Academia a
aclarar las dudas que pudieran surgir, pues cuando entra uno en el lema “hidalgo”,
la etimología que señala el DRAE es tan lacónica como: “de fidalgo”. Como era
de esperar va uno a “fidalgo” y dice que es desusado, pero te vuelve a remitir
a “hidalgo”. Magnífico.
Parece de cajón que “hidalgo”
provenga de “hijo de algo” o, para no dejar cabos sueltos, podría ser también
de hijo de alguien. El primero sería en el sentido de hijo de un castillo, o de
un condado, o de algo así y el segundo en el de hijo de un gobernador civil, un
conde, duque o simplemente del cacique del pueblo.
Pero resulta que el origen
etimológico sería, en el primer caso de filii
(genitivo de filius, “hijo”) y aliquid (“algo”) y en el segundo de filii también y de aliquis (“alguien”).
Hasta ahí estaría todo correcto
si no fuese porque muchos lingüistas afirman que ser hijo de aliquid no es nada parecido a lo que es
un hidalgo que, semánticamente, es un miembro de la baja nobleza que goza de
ciertos privilegios con respecto a los demás miembros de la comunidad. Resulta
que aliquid se utiliza para señalar a
cantidades indefinidas y habitualmente pequeñas (“dame algo de dinero”, “tengo
algo de frío”), mientras que a aliquis
le pasa algo parecido pues señala a personas indeterminadas (probablemente el
mejor ejemplo es del “alguien ha matado a alguien”). Así que el ser filii aliquid o el ser filii aliquis, no supone el timbre de
honor que corresponde a un noble.
Aceptado lo cual por la mayoría
de los lingüistas, se lanzaron a la búsqueda de una etimología a cual más
original. Yo señalaré aquí dos magníficas:
Fernando Lázaro Carreter
defiende que el origen de la palabra está en un supuesto vocablo: fidazgo. Digo rápidamente supuesto
porque Lázaro no puede demostrar la existencia de esta palabra ni de la de su
“padre”, el término latino fidaticus.
No busques esta palabra en los diccionarios habituales de latín porque no la
encontrarás.
El final en –aticus, en el bajo latín que ya presentía
el romance castellano, da al étimo un significado de institución. Así majoraticus (mayorazgo) de mayor); maestraticus (maestrazgo), de maestre; portaticus (portazgo) de puerta… Quiere
suponer el lingüista aragonés, valorando las relaciones jerárquicas en la
nobleza y la correspondiente fidelidad que caracterizaba a estas relaciones,
que el origen etimológico de “hidalgo” venga del latín fides, lealtad, y la desinencia –aticus, cuyo valor ya ha sido explicado. La palabra nacida sería fidaticus que, en castellano, sería algo
así como la institución de la lealtad o de la fidelidad. De fidáticus> fidazgo> fidalgo> hidalgo.
La tesis no tuvo demasiado
éxito porque, como ya he dicho, la palabra fidazgo
no ha podido ser documentada.
Otro gran lingüista, Américo
Castro, elaboró también su teoría. Según él la palabra “hidalgo” proviene del
árabe ibn al jum. Los jums eran la quinta parte del territorio
conquistado que quedaba reservado para el monarca. Así pues, ibn al jum debe traducirse como “hijo
del quinto real”. Seguir las teorías de Castro al respecto es complicadísimo,
baste saber que él consideraba que los servidores reales que se quedaban labrando
las tierras del califa eran, en la práctica, miembros de una pequeña nobleza
que gozaba de una situación privilegiada entre la morisma que nos invadía, de
la misma forma que el hidalgo era un privilegiado entre los suyos.
La realidad es que todo da
sensación de estar bastante oscuro. Parece que la etimología que tiene más
aceptación por ahora es una procedencia, según Sánchez Albornoz, de filii
aliquod, siendo aliquod un
“algunos” (plural) de mayor prestancia y más identificables que los acogidos
bajo un etéreo aliquis.
Por cierto, que el pronombre
“alguno” se usaba en la Edad Media, pero “alguien” no apareció en el español
hasta el siglo XV, escribiéndose alguién,
con acento agudo, hasta el XVII.
HINCHA. La
acepción que ofrece el DRAE (2ª) de esta palabra como “Partidario entusiasta de un equipo
deportivo.”, tiene un origen sorprendentemente bien concreto.
El
utilero (el encargado de los útiles; por favor, desterremos utillero) del Nacional, equipo de fútbol uruguayo de Montevideo, era un tal
Prudencio Miguel Reyes. Como en aquella época, me estoy refiriendo a principios
del siglo XX, los equipos de fútbol no manejaban compresores, los balones
debían ser hinchados con bombas manuales.
No
extrañará que el público de fútbol, habitualmente chungón, motejase con el
nombre de “hincha” a quien, precisamente, en su función de utilero, se pasaba
el partido hinchando balones. Como, además, de vez en cuando cesaba en su
actividad hinchatoria y arengaba a los suyos con gritos de ánimo estentóreos,
lo normal es que lo de “hincha” pasase a ser un paradigma.
-Mi
mujer grita más que el “Hincha”
Para
terminar, probablemente con un -grita como un hincha-, convirtiendo así en
nombre común lo que había nacido como un apodo.
HOOLIGAN. Parece mentira que se haya perdido
la certeza del origen de esa voz, siendo tan moderna. Hay unas cuantas teorías
sobre ella aunque, la verdad, ninguna de ellas parece gozar de mayor solvencia
que el resto.
Lo primero que hay que hacer es decir que el vocablo hooligan, en inglés, ya quería decir
“gamberro” antes de los años 60 del siglo XX, época en que se empezó a utilizar
en relación con el mundo del fútbol. Pero esa noticia no nos sirve para aclarar
el origen del anglicismo.
Hay quien opina que este término proviene de un tal Patrick Hooligan, trabajador siderúrgico, matón, camorrista y
de origen irlandés, que vivía en una barriada al sur de Londres. Parece que
este buen señor ya aparece en un parte policial de 1898.
Otra teoría dice que hooligan
viene de un club que había en Liverpool y que se llamaba Holly Holl. Una más la relaciona con una bulliciosa familia
irlandesa de ese nombre, residente en Southwark
(Londres), que aparece en una canción popular. Aunque también podría ser que el
siderúrgico citado más arriba perteneciese a esa familia.
También los hay hay que creen que el origen está en el
personaje del mismo nombre protagonista de una tira que se publicaba en la
revista británica de comics Funny Folks.
Una opinión más es que la palabra deriva del vocablo irlandés hooley, que quiere decir “salvaje”. Por
último aunque es posible que sigan apareciendo más teorías, se dice que todo
viene del nombre de una “tribu urbana”, llamada Hooley, que se movía por el arrabal londinense de Islington.
Cuestión: que no se sabe.
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