Don
Juan de Tassis y Peralta (1582 – 1622), conde de Villamediana, gran escritor
casi desconocido como tal, fue uno de los personajes más singulares del Madrid
barroco; reñidor y reidor, elegante en el vestir y la actitud, galán para los
dos sexos, espía, tahúr, deudor, generoso, torero… En fin, el prototipo del
libertino del Siglo de Oro (y de otros siglos ¿No?).
Murió
asesinado en la calle Arenal de Madrid, a los 40 años. Nunca se supo quien le
mató, ni por qué murió ni quien fue el inductor del crimen pero, a pesar de tener
muchos enemigos, la gente culpó a Felipe IV. Hay una sátira preciosa de Góngora
respecto al asesinato que empieza diciendo:
Mentideros de Madrid,
¡Decidnos quién mató al
conde!
Y
luego, tras hacer algunas consideraciones más bien crípticas, termina la
estrofa diciendo que lo que es seguro es que:
El matador fue Bellido [o sea, un traidor, en
referencia a Bellido Dolfos]
Y el impulso soberano [es decir, real]
Bueno, pues a lo que voy. Andaba el Conde un día por las Gradas de San
Felipe, que era el principal mentidero de Madrid y estaba en los actuales
primeros números impares también de la calle Arenal, cuando se le acercó un
clérigo pidiéndole limosna para las ánimas del purgatorio.
Villamediana le miró de arriba a abajo y le preguntó:
-¿Cómo para las ánimas? Si ya están muertos ¿Para qué quieren el
dinero?
-No, no. Mire vuestra merced: una limosna es un sacrificio de quien la
da y si alguien hace en esta vida un sacrificio se benefician las ánimas.
-Muy sencillo. Depende de la cantidad de dinero que se dé como limosna.
A mayor limosna mayor cantidad del tiempo que le queda de penitencia que se le
perdona. Verbi gratia; para que un alma vaya directamente al Cielo hay
que dar de limosna un escudo.
-Vamos a ver; si yo echo un escudo en su bolsa ¿Salvo un ánima?
-En efecto.
-Y ¿Cuánto tarda en salir el ánima doliente?
-Nada, sale ipso facto. En el momento en que la moneda toque el
fondo de mi bolsa, en ese mismo segundo el ánima irá al cielo en donde ya se
quedará per secula seculorum; de donde ya no podrá salir.
-¿Nunca volverá al Purgatorio?
-Nunquam; non potest. No se puede pasar del Cielo al Purgatorio.
-A ver: traiga la bosa. Echo un escudo ¿No? ¿Ya he salvado un alma?
-Así es. Esa alma está en el Cielo.
Don Juan echó otros 4 escudos mientras el clérigo bizqueaba de codicia.
-Bien hecho; vuestra merced ha echado 5 escudos y ha redimido 5 almas.
-¿Y se quedarán allí para toda la eternidad?
-In omni aeternitate. Nunca volverán al Purgatorio.
Entonces el conde, metiendo la mano en el zurrón del abate recuperó sus
5 escudos.
–Supongo que le dará igual que
me lleve mis monedas. Como las ánimas ya han salido…
El religioso no sabía qué decir ni en lengua castellana ni en sus
latinajos.
-Si no tiene nada que hacer, padre, si quiere empezamos otra vez.
NOTA DEL AUTOR (ANEXO)
NOTA DEL AUTOR (ANEXO)
Queridos AMIGUETES.
Hace
un rato he caído en la cuenta de que en el artículo LA CURIOSA CARIDAD
DE VILLAMEDIANA, del envío 35 de HISTORIA PARA AMIGUETES, he escrito que
las Gradas de San Felipe se ubicaban en donde hoy están los primeros
números impares de la calle Arenal de Madrid.
Bueno; pues no es cierto.
Es lo que se llama un quid por quo,
porque yo sabía perfectamente donde estaba el mencionado mentidero
pero, por alguna razón ignota de mi caótica cabeza, escribí lo que no
quise escribir.
Entre
que algunos no habéis abierto aún el correo de hoy, el que a otros os
importa un comino, el que me temo que la mayoría borra las entregas de
HISTORIA... sin leerlas y el que muchos de vosotros, aunque habéis
detectado mi error, habéis tenido el miramiento de no restregármelo por
la nariz, creo que he llegado a tiempo de salvar los muebles.
Así que ya lo sabéis: las gradas de San Felipe estaban en Mayor, no en Arenal.
Perdón, gracias y un abrazo.
Canel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario