jueves, 21 de marzo de 2013

EL PRIMER POGROMO ESPAÑOL


La palabra pogromo, españolización de la internacional pogrom que viene, en concreto, de la rusa pogrom, quiere decir “devastación” en este último idioma. La cultura occidental ha adoptado esta palabra como sinónimo de devastación pero aplicado a los judíos, a sus derechos o a su patrimonio.
No se sabe muy bien en qué momento llegaron los judíos a España. Nuestro país es identificado por los exégetas bíblicos como Tarsis. Si tal teoría es cierta, España es citada en el Antiguo Testamento en 7 u 8 ocasiones, según la versión de la Biblia que se consulte.
En el Nuevo Testamento, San Pablo anuncia su intención de visitar España en dos ocasiones en el capítulo 15 de su epístola a los Romanos. Parece que nunca sabremos si en verdad la llevó a cabo, pero lo que nos indica esta referencia  es que a principios del 58 d. C. (fecha de esta epístola), ya había una colonia judía en España pues, como es sabido, la evangelización, al principio, se predicaba siempre sobre quienes practicaban el judaísmo.
 Además podemos conjeturar que el número de judíos en España era relativamente importante; sólo así se justificaría el que San Pablo pensase en cruzar el Mediterráneo, pues esta epístola fue escrita en Corinto, en el Peloponeso, en el lado opuesto del Mare Nostrum.
  La expulsión de los judíos de Sevilla, de Joaquín Turina y Areal


Probablemente la península Ibérica no escapó, como el resto de occidente, a recibir elementos judíos ni de la diáspora tras la destrucción del templo del 70 d. C. por Tito (en tiempos Vespasiano), ni de la diáspora tras el aplastamiento de la sublevación del patriota Bar Kojba en 135 (siendo emperador Adriano).
En el año 418, el obispo de Mahón, Severo, suscitó una serie de acciones contra los judíos, cuyo resultado fue, para empezar, violentos choques entre hebreos y cristianos que culminaron con el incendio de la sinagoga. Los judíos, especialmente las mujeres, se animaban entre ellos a luchar por su fe como unos nuevos Macabeos. Algunos miembros de la comunidad escaparon al campo pero todo fue inútil; con el tiempo fueron apresados por los cristianos.
El saldo de este primer pogrom conocido en España fue de 540 judíos que se pasaron, no sé yo si muy convencidos, al bando de Cristo. ¿Cuántas vidas humanas costó esta conversión colectiva? No se sabe.
Lo curioso es que las noticias de este “éxito” cristiano nos llegan del propio obispo Severo, que las narra muy orgulloso de sí mismo. Eran otros tiempos, claro.

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