La palabra pogromo,
españolización de la internacional pogrom
que viene, en concreto, de la rusa pogrom,
quiere decir “devastación” en este último idioma. La cultura occidental
ha adoptado
esta palabra como sinónimo de devastación pero aplicado a los judíos, a
sus derechos
o a su patrimonio.
No se sabe muy bien en
qué momento llegaron los judíos a España. Nuestro país es identificado
por los
exégetas bíblicos como Tarsis. Si tal teoría es cierta, España es citada
en el
Antiguo Testamento en 7 u 8 ocasiones, según la versión de la Biblia que
se
consulte.
En el Nuevo Testamento,
San Pablo anuncia su intención de visitar España en dos ocasiones en el
capítulo 15 de su epístola a los Romanos. Parece que nunca sabremos si
en
verdad la llevó a cabo, pero lo que nos indica esta referencia es que a principios del 58 d. C. (fecha de
esta epístola), ya había una colonia judía en España pues, como es
sabido, la
evangelización, al principio, se predicaba siempre sobre quienes
practicaban el
judaísmo.
Además
podemos
conjeturar que el número de
judíos en España era relativamente importante; sólo así se justificaría
el que
San Pablo pensase en cruzar el Mediterráneo, pues esta epístola fue
escrita en
Corinto, en el Peloponeso, en el lado opuesto del Mare
Nostrum.
La expulsión de los judíos de Sevilla, de Joaquín Turina y Areal |
Probablemente la
península Ibérica no escapó, como el resto de occidente, a recibir
elementos
judíos ni de la diáspora tras la destrucción del templo del 70 d. C. por
Tito
(en tiempos Vespasiano), ni de la diáspora tras el aplastamiento de la
sublevación del patriota Bar Kojba en 135 (siendo emperador Adriano).
En el año 418, el
obispo de Mahón, Severo, suscitó una serie de acciones contra los
judíos, cuyo
resultado fue, para empezar, violentos choques entre hebreos y
cristianos que culminaron
con el incendio de la sinagoga. Los judíos, especialmente las mujeres,
se
animaban entre ellos a luchar por su fe como unos nuevos Macabeos.
Algunos
miembros de la comunidad escaparon al campo pero todo fue inútil; con el
tiempo
fueron apresados por los cristianos.
El saldo de
este primer pogrom conocido en España fue de 540 judíos
que se pasaron, no sé
yo si muy convencidos, al bando de Cristo. ¿Cuántas vidas humanas costó
esta
conversión colectiva? No se sabe.
Lo curioso es que las
noticias de este “éxito” cristiano nos llegan del propio obispo Severo,
que las
narra muy orgulloso de sí mismo. Eran otros tiempos, claro.
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