Jaime I el Conquistador fue hijo de Pedro II “el Católico”, que reinó en
Aragón entre 1196 y 1213, y de María de Montpelier (1180-1213).
María, a quien su padre, Guillermo, y la segunda mujer de su padre, Inés,
habían casi desterrado obligándola a casarse a la poco oportuna edad para estas
cosas de 12 años, y vuelto a obligar a casar, ya con 17, era, además de viuda y
repudiada respectivamente de cada uno de sus maridos, horrorosa.
Con 24 años se une en terceras con Pedro II de Aragón. María aporta al
nuevo matrimonio, además de dos hijas de su segundo enlace, el señorío de
Montpellier que llevaba anejo el vasallaje de los señoríos de Béziers y
Carcassonne. Era, con toda evidencia, una casorio de conveniencia.
Pedro II, a quien faltó tiempo para intitularse Señor de Montpellier, ni amaba
al adefesio de su mujer ni se relacionaba con ella. La reina pasaba la mayoría
del tiempo en sus posesiones y él por allí ni se arrimaba.
A quien sí se arrimaba era, el muy sinvergüenza, a todas las cortesanas y
golfas que suelen acompañar a los poderosos y, habitualmente, más aún cuando
están en campaña militar. Pero de entre ellas, el rey andaba enamoriscado de
una que, por una vez, se mostraba esquiva a las salaces asechanzas reales.
imagen creado y propiedad de Juan Ruiz (Juan Samu Horec)blog del ilustrador
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Aceptó el rey y, sin luz, todo se cumplió aquella noche como estaba
previsto. Pero cuando parecía, por la frecuencia de los jadeos y ohdiosmíos que
se oían desde el exterior, que todo estaba terminando, se abrió la puerta y, en
tromba, entró en la estancia una patulea de prelados de la Iglesia, escribanos,
caballeros, damas, pajes y, seguramente, algunos curiosos quienes, a la luz de
los hachones, pudieron dar fe de que, como en un mal vodevil, la que estaba en
la cama con el rey era… la poco agraciada reina.
Quedó el monarca todo cortado y enrabietado, pero los allí presentes
alegaron que no habían tenido más remedio que usar de aquel ardid pues se
temían que la corona iba a quedar sin heredero. El rey salió indignado de la
habitación y exclamó: “Pues que el cielo quiera satisfacer vuestros
deseos” y desde entonces se apartó de
María y no volvió a verla nunca más.
Enterado el pueblo del episodio,
inició rogativas, novenas, quinarios, triduos y misas por la fecundidad de
María. Parece que el respetable fue escuchado en el Cielo, pues el 2 de febrero
de 1208, también en presencia de un puñado de cortesanos, la reina parió
felizmente a En Jaume, fruto, como se ha contado, de un único
encuentro sexual.
Una anécdota: para elegir el nombre
del principito, María encendió 12 velas cada una con el nombre de uno de los
apóstoles; la que durase más tiempo sin consumirse sería la que daría nombre al
rorro. No hará falta que diga que ganó Santiago (también es verdad que santiagos
había dos).
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